Capítulo 5.

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Vio a Ana a su lado, durmiendo con su semblante tranquilo pegada a su pecho. Podía sentir las piernas de ambos entrelazadas al igual que una de sus manos, así como el calor perfecto qué le daba el cuerpo de Ana al estar desnudos y abrazados.

Joaquín apartó su mano derecha de la cintura de su novia y la movió hasta su pelo, allí empezó a acariciarlo y a darle besos en la frente.

—Joaquín... — Ana despertó, con una sonrisa suave y delicada, aún con los ojos cerrados.

—No te muevas, amor. Descansa. —Las manos de Joaquín nunca dejaron de acariciarla.

—Muy tarde —Ana se incorporó y se acomodó nuevamente entre las piernas de Joaquín, recostó su mentón en el pecho de él y abrió los ojos, lento —ya me despertaste. —Se acercó a él y le dió un beso, largo y suave.

—Buenos días, hermosa.

—Joaquín, ¿Qué hora es?

—No interesa, ahora somos tu y yo. —Ana no dijo nada y optó por sonreír y descansar en el hueco que existe entre el hombro y el cuello de él.

Mientras estaba ahí recordó lo que había pasado el día anterior. Recordó el cheque, su discusión, cómo llegaron a la cama. Y al igual que Joaquín lo ignoró, momentáneamente.

Después de largos minutos de caricias y besos sueltos el uno al otro, Ana se aburrió de estar en la cama.

—Me voy a bañar, ¿me acompañas? –La morocha dejó ver su sonrisa pícara y dejo caer la sábana blanca que la cubría para exponer su cuerpo bronceado.

—Señora Ana —suspiró Joaquín, mientras la veía irse al cuarto de baño. Ya no sólo su mente estaba despierta, ahora sentía una erección dura entre sus piernas. Él no tuvo que pensarlo antes de ir detrás de Ana.

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—Corazón lindo, el desayuno ya va a estar. —Ella luego de su sesión sexual en la ducha, había realizado el hambre que tenía, por lo que decidió preparar algo mientras Joaquín salía al patio a hacer unas llamadas ahora que su teléfono tenía batería e Internet.

Ana había estado mirando de rato en rato por el ventanal que da al patio a Joaquín, lo había visto dar vueltas y hacer dos llamadas. Cuándo él oyó la voz de ella llamándolo, apartó el celular de su vista y volteó para verla a ella.

—Voy, amor.

Cuando terminaron de desayunar, Ana se había sentado en las piernas de Joaquín y habían desayunado juntos desde ese lugar, Ana y Joaquín pudieron sentir el celular del último vibrar varias veces. Ana ya no podía ignorar más.

—¿Qué pasa? Te están llamando mucho desde hace rato.

—No es... —Joaquín negó con la cabeza intentando borrar sus pensamientos y tomó su celular —Pensaba decírtelo más tarde, pero no tiene sentido. Ayer fui al banco antes de llegar aquí. Fue una suplantación, Ana, los del banco hicieron un contraste entre las dos firmas y las mandaron a analizar. Mira – Ana escuchó atentamente, y aunque se le aceleró un poco el corazón y esa sensación de miedo la volvía a abordar, permaneció calma.

En el momento que Joaquín acercó el celular y pudo ver el documento que comparaba las dos firmas, su miedo iba desapareciendo. Hasta que Joaquín le mostró el video de las cámaras de seguridad del banco y notó qué a esa persona la conocía, su semblante cambió.

—Joaquín, ¿Tú sabes quién fue?

—Ana...

—Dime quien fue.

—Fue Kike. Ana, mírame. Amor, mírame.

—¿Florencia sabía de esto?

—Ana, tranquila. No lo sé, pero mírame. —Joaquín tomó su rostro y lo pegó a su frente —Oye, preciosa. Mírame, todo va a estar bien, vamos a hacerlo juntos. No te preocupes, yo estoy aquí, contigo.

—Joaquín... mi hija. Mi propia hija me hizo esto.

—Ana, todavía no tenemos la certeza de que es así, y cuando regresemos a Bogotá vamos a averiguarlo te lo prometo, pero ahora estamos aquí y no quiero que nada arruine esto. No otra vez.

—Y yo también, amaría seguir aquí contigo, apartada del mundo tan cruel qué tenemos y que nos quiere separar, pero ¿te das cuenta de esto? Me siento... no sé ni cómo sentirme.

Joaquín le dio un pico a Ana, y luego la beso, corto y suave.

—Entonces vámonos para Bogotá. —Habló él, con la mirada en los ojos verdes de Ana y la tomó de la mano para que se levantara de su regazo.

—Joaquín... tengo que pedirte perdón, tengo que decir que lo siento. Desconfíe en ti, me dejé llevar y estuvimos a punto de-

—No lo digas. No pasó y acepto sus disculpas, Señora Ana. Al final, nada importa porque te tengo... —ahora ambos estaban de pie, la abrazó por la cintura y la pegó a su cuerpo. —Y porque me tienes, imagínate haber perdido semejante hombre, yo que tú no podría —bromeó el de labios carnosos.

—¡OYE! —Le dio un golpe en el pecho y lo alejó un poco. Ambos rieron. —Tú no te quedas atrás, habrías perdido a la mejor arquitecta de este país —ella le siguió el juego y puso una cara pensativa —y... ¿Cómo dijiste? ¿La mujer más sexy del planeta?

—Ya vámonos, Señora Ana. —Respondió entre risas. Ana no aguantó y dio un grito de esos que Joaquín ama y hace cuando es muy feliz y sabe que ha ganado. Igual que en el bar.

–Te amo, Joaquín Cortés. No sé que sería de mí sin tu apoyo, sin tu amor, sin tenerte a mi lado.

—Nunca me va a perder, Señora Ana. 

FIN.

(¡Esta historia sigue en otros OS que iré subiendo cuando los tenga listos!) 

Gracias por el apoyo, son lxs mejores <3

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𝐄𝐥 𝐏𝐞𝐫𝐝𝐨𝐧 | 𝐅𝐢𝐜 𝐂𝐨𝐧𝐞𝐣𝐨𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora