†════†‡ Eros Loyd ‡†════†"La gente hiere su exterior, cuando el dolor interior es tan grande, que no encuentran otra manera de evadirlo".
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Años y años de abusos constantes habían pasado, no había parte de mi cuerpo que no estuviera ya usada cual juguete, pero la gota que colmó el vaso fue una noche en el cual un par de mujeres jóvenes querían una diversión más estimulante, las conocía desde antes, no pensé que fueran capaces de practicar sadomasoquismo conmigo. Iniciaron con velas, cuando vieron que podía soportar el dolor empezaron a usar un látigo...
Mi piel quemaba desgarrándose. Con cada latigazo, salía otro grito de mí, otra súplica, otra gota de sangre. Estaba harto, cansado de toda la mierda que vivía mi cuerpo, cansado de que mi mente estuviera cada vez más destruida y que la cuenta constante no fuera suficiente para desconectar por completo de la realidad.
Cuando al parecer el látigo les fue suficiente, utilizaron nuevos instrumentos en mí... una cola, unas pinzas para pezones, cuerdas... Después, se complacieron mutuamente y se fueron; sin embargo, olvidaron una maleta, un pequeño maletín, el cual no parecía tener muchas cosas. Una vez me reincorporé y después de limpiar toda la habitación, tomé aquel viejo maletín, abrí los sellos laterales y al abrirse pude ver una gran gama de cuchillos.
Admiré largos minutos aquellas cosas de plata e incrustadas en joyas, mi mente empezaba a volar, divagando en posibilidades tales como que un set así podría ayudar a conseguir algo de dinero para poder salir de ese lugar. Pero una pregunta apareció en mi mente.
—¿Para qué?
De qué serviría irme de allí, ¿acaso algo me garantizaba que no iría a parar a otro lugar donde viviera la misma mierda? La respuesta era fácil, no, nada... entonces porque no... asegurarme en su lugar de no sentir nada más.
Aquella idea se quedó plasmada en mi mente toda la noche, y en medio de lágrimas, llegué a la conclusión de terminar con mi vida de una vez por todas. A la mañana siguiente me levanté más temprano, esta vez estaba emocionado, pues por fin se acabaría todo, en ese momento solo me mantenía vivo la idea de no estarlo. No quería hacerlo en el cuarto, pues no dejaría que un lugar tan horrible sellara la paz de mi muerte, así que tomé la daga, la escondí en mi camisa y salí corriendo de allí lo más lejos que pude.
Corrí sin rumbo, solo corrí a donde me llevaban mis piernas. Terminé llegando a un estanque, se veía precioso y estaba desierto, un lugar digno para descansar, pero, aquella belleza me pedía que me quedara más tiempo admirándola, por ello me quedé parado, observando cómo las suaves olas se mecían al ritmo del viento. El tiempo pasó sin preocuparme por su flujo en aquella parsimonia, hasta que sentí que el lago me pedía que me uniera a él.
Sin pensarlo más, tomé aquella daga, enterré la punta en mi muñeca y empecé a deslizarla lentamente de un extremo a otro, repetí lo mismo en el otro brazo, y cuando estaba a punto de dar el paso hacia mi fin, sin morir llegué al cielo, o eso pensé al ver como un ángel jaló mi camisa, y sin dejarme procesar vendó mis heridas. Mi aturdimiento apenas me permitía entender que me había salvado, ella lloraba desconsoladamente por alguna extraña razón, como si verme sangrar le hiciera sentir un dolor emocional equivalente a mis heridas... Jamás había visto un rostro tan hermoso en mi vida y por mi culpa ahora estaba cubierto de lágrimas, mismas que no decrecían su belleza, pero dolía ver igual.
No merezco que llores por mí, ¿por qué lo haces si ni siquiera me conoces?
Pensé pero no pude expresar. Al escuchar como ella me pedía que no siguiera con aquella locura, empecé a llorar desconsoladamente, tapé mis ojos con mis manos intentando que aquel ángel no viera lo deplorable que un pobre miserable se podía llegar a ver.
—Por favor... No más... No quiero sufrir más... No quiero volver a ser un juguete... ¡Solo quiero morir!
Exclamé entre lágrimas mientras que la tela que tenía en mis brazos se teñía de color carmesí, me sentía mal por ella, llegar a ver a un ser tar horrible y asqueroso en una escena tan traumática... Incluso en aquel momento me preocupaba que su pureza se corrompiera y deseé protegerla de todo por primera vez.
Jamás había sido abrazado así nunca y la calidez que me transmitía otro cuerpo, por primera vez hizo que me sintiera bien. Hasta ahora, el calor de otro ser me resultaba repugnante, me habían abrazado tantas veces como forma de dominio, pero ella no me tocaba de manera posesiva, sino de manera conciliadora, era como si estuviera entregándose a sí misma para calmar el dolor en mi corazón y no al revés.
Si muero ahora, moriré feliz, no podría haber deseado nada más que esto... El abrazo de un ángel... Solo espero que me olvide después...
16 años de vida no habían sido más que un suplicio.
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Liberosis (+18)
RomanceDos años de acoso, más de un álbum lleno de fotos y objetos personales varios conformaban su colección. Para él ella era su ángel, un ser celestial que había descendido a la tierra para ser la salvación de su vida, alguien a quien debía adorar desde...