†════†‡ Eros Loyd ‡†════†
"Cuando pensé en morir, me di cuenta de que no tenía ni una sola razón o recuerdo que me hicieran apreciar haber estado vivo, y entonces entendí, que llevaba una vida caminando a la deriva.
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Una tarde, como cualquier otra, estaba en aquel burdel, recién acababa de limpiar el desastre que había sido el cuarto hace unos minutos, y aunque todo estaba reluciente, aún se sentía sucio... Aquel lugar estaba lleno de lágrimas, lleno de sudor, lleno de súplicas en busca de piedad... Eternamente sucio, pues las marcas no quedaban en forma de fluidos y desorden, quedaban como lunares en mi piel, en mi ser, en mi alma, imborrables sin importar cuánto tallara.
Esa tarde vino una mujer nueva, nunca la había visto, pero como cualquier otra, sabía a lo que venía, sin embargo, esta vez antes de hacer cualquier cosa con mi cuerpo, se acercó y me susurró al oído.
—¿Qué hace un jovencito tan guapo en un lugar como este?
Aunque no respondí su pregunta, dentro de mi mente algo hizo clic. Empecé a recordar como si quisiera contarle a aquella desconocida todo lo que me había pasado, recordé cómo a una corta edad me dejaron en un orfanato, no fue porque mis padres murieran, eso me lo dijeron en mis años de estadía en aquel lugar, mi madre por su propia voluntad me dejó, no tuvo la decencia de dejarme en una canasta como en alguna estúpida película conmovedora, ella me dejó empapado en agua de lluvia, en el piso, tocó la puerta y se fue caminando.
Desde el principio fui condenado a ser poco más que un objeto en el mundo y alguien definitivamente indigno de cualquier decencia humana básica.
Esa historia me la contaba siempre aquella mujer que era la encargada de aquella pocilga, con el objetivo de recordarme mi lugar en aquel basto mundo, siendo especialmente insistente en la lección cuando me equivocaba de alguna manera.
Aquella vieja mujer, parecía una santa para las personas que no entraban a aquel hórrido lugar, pero por dentro la historia era diferente, esa mujer nos usaba como esclavos personales y utilizaba métodos anticuados para "educarnos": golpes en las manos, cargar ladrillos mientras nos manteníamos de rodillas, caminar con piedras en los zapatos, latigazos con hules muertos ante el mínimo error, duchas en agua con hielos, en pleno invierno, si alguno no cumplía con la cuota a base de robos que nos pedía, y cualquier otro castigo que se le ocurriera. Habría que reconocerle su infinita creatividad en el tema.
Así fue por años, hasta que un día entró "Lady" —apodo usado por la dueña del burdel—. Ese día entró sin mucha esperanza, pero me encontró a mí, quedó fascinada con mi fisionomía, con mi rostro, con mis ojos, y con el objeto que podía llegar a ser, por ende, le dio a la vieja bruja un poco de dinero a cambio de mi existencia. Mil dólares para ser exactos... ese fue el valor que se le dio a mi vida.
Olvidé mencionarlo, pero nunca tuve un nombre mientras vivía en aquel orfanato, después de todo, era demasiado esfuerzo para aquella bruja decrépita pensarlo y se limitaba a llamarnos por el número de nuestras camas, inventando hábilmente un nombre sobre la marcha cuando se requería y olvidándolo poco después. Viví sin una identidad concreta más allá de la de esclavo, hasta que Lady apareció en mi vida y como su posesión más valiosa, además de futura mina de oro, ella sí puso gran empeño en nombrarme, derrochando creatividad en el que sería mi nueva identidad comercial.
—¡Eros, tu nombre será Eros, mi dulce niño! Un nombre con el significado del amor pasional y físico, además de por supuesto, nombre del afamado Dios del amor —chilló emocionada— ¡Será la distinción perfecta! No hay nombre más digno para esa hermosa carita y sin duda a nuestros clientes les será un placer gemir tan sublime nombre.
De esa forma, con la decisión tomada sobre mi nuevo nombre, evolucioné de esclavo a esclavo sexual oficialmente, o como las mujeres ricas preferían decirle a mi "honrosa profesión", gigoló.
Aún recuerdo aquella primera noche en ese lugar, cuando mientras dormía, unas manos se colaron bajo mi apenas estrenado pantalón de pijama de satín y empezaron a tocarme, produciendo la primer reacción sexual de mi vida, que ni siquiera sabía que podía tener. 10 años tenía entonces y fue entonces también cuando descubrí que tenía más números que contar de los que jamás había intentado.
Así fue como llegué al burdel, que para ironías de la vida, fue el lugar donde mejor había estado, pues al menos tenía donde llorar aquellas noches donde todo en mi cabeza estaba mal -incluso si carecía de privacidad-, donde aquellos pilares de la mente se derrumbaban y empezaba a recordar todo lo que las personas que entraban a ese cuarto me obligaban a hacer.
Mientras recordaba todo esto, aquella mujer empezó a besar mi cuello, obligándome a tomarla de la cintura mientras yo miraba fijamente la pared. Una lágrima traicionera rodó sobre la mejilla opuesta a la que ella llenaba de besos en vibrante labial rojo y como siempre que trabajaba, empecé a contar, ignorando las palabras lascivas que murmuraba y la lágrima que mojó la alfombra.
Cuando aquella gota cayó de mi rostro volví a mi realidad y más que ensayado papel, a aquella prisión de sensaciones carnales que tenía que vivir día tras día.
—Soy todo suyo, Madam.
Respondí con precisión, apenas habiendo captado vagamente que me proclamada como de su propiedad, mientras nos recostábamos en aquella asquerosa cama.
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Liberosis (+18)
RomanceDos años de acoso, más de un álbum lleno de fotos y objetos personales varios conformaban su colección. Para él ella era su ángel, un ser celestial que había descendido a la tierra para ser la salvación de su vida, alguien a quien debía adorar desde...