UBICACIÓN

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El ojo que lo ve todo es ciego

☯︎

Tras William haber sacado las 50 libras y Sherlock haberselas dado al muchacho, este, con una sonrisa zorruna aceptó la misión suicida.

Wiggins, siguiendo a la Srt. Olsen pudo encontrar al estafador, justo como habia leído en los periódicos.

La mujer habia ido a reclamarle al hombre lo que le habia estafado y pudo escuchar a la perfección como este le negaba rotundamente, con suma delicadeza claro, Wiggins agradeció internamente a la Srt. Olsen por no alargar más la conversación.
Ella se alejó triste y furiosa por su lado y Charles se fue tranquilamente por el suyo sin saber que era seguido por un niño, no, varios de ellos.

Cuando llegó Wiggins se apresuró a apuntar la calle y el número de la mansión en la que vivía. Volvió a la calle Baker para darle la satisfactoria información que tenía para él.

- Gracias. - Agradeció William mientras agarraba la dirección apuntada en un papel de la mano del muchacho. - Oh... Esta es la mansión en la que me obligó a vivir con él. - Especificó. - Me caí de su balcón... Vaya ingrato, tras la muerte y sigue en el sitio menos indicado.

- Debe ser una trampa. - Dedujo juntando las yemas de sus cinco dedos.

- Claro, sabe que lo sabemos. - Siguió el rubio.

- No hay vigilancia. - Dijo Wiggins antes de irse.

La pareja se miró entre ellos, Sherlock frunció el ceño y William comenzó a marchar hacia la mansión seguido por el primero.

Que no hubiera vigilancia era una invitación a que ellos entrasen, sobre todo William, por eso fueron con cuidado por la entrada principal sabiendo que él estaría en la parte trasera. Escalaron las vallas y al entrar se escondieron detrás de una larga fila de arbustos bien podados simulando otra valla inservible.

- ¿Está en la entrada? - Preguntó William.

Sherlock se asomó aún sentado por el arbusto para ver el portón de madera.

- No.

- Entonces sí estará en la puerta trasera, y si no...

William aprovechó que la fila de arbustos eran tan altos o más que ellos para levantarse y alzar la vista, en la perspectiva de Sherlock no se podía ver lo que William se habia quedado observando con tal seriedad. Se levantó y alzó su mirada también, no le gusto lo que había visto; sus ojos amarillentos, brillantes, irradiaban burla.

Se mantuvieron mirándose de hito en hito.

- Te hare pagar por lo que le hiciste pasar a Liam. - Susurró entre dientes con el ceño totalmente fruncido, William lo miró sorprendido para luego cambiar rápidamente su expresión a una más entristecida.

- No tienes porque volver a hacerlo tú. - Intentó hacerle entrar en razón. - Puedo hacerlo yo. - Añadió, el otro fijó sus ojos a los escarlata.

- No dejaré que vuelvas a manchar tus manos. - Siguió susurrando.

Sus cejas se pusieron en pena y sus escarlatas humedecieron, de pronto, todo daño causado por él apareció ante él, muertes que no quería ni recordar, estaba tan destrozado que en ese mismo instante se hubiera derrumbado si no fuera porque Sherlock le agarró con firmeza por ambas mejillas dedicandole una sonrisa amable.

- No te preocupes por mi, lo tendré controlado.

Acercó el rostro al de Liam dudoso y abochornado, no sabía como hacerlo y solo se podía guíar el bago recuerdo de las aburridas películas románticas que le obligaba ver John Watson para que sepa más del tema.

Lentamente juntó los labios con los ajenos, sintió una cálida brisa en su interior contrastada con el calor de sus mejillas. William tampoco sabía muy bien cómo seguía aquel acto de amor, no sabía como clasificar el beso así que opto por solo, disfrutarlo como dios manda. O bueno, Satán.

Al separarse mantuvieron la mirada pegada entre ellos.

El primero en cortar el contacto visual fue William que miró a su aún prometido en el balcón donde habia caído días atrás, esperandolo para dialogar o para tirarlo, eso ya no iba a funcionar. William es lo suficientemente inteligente para caer en la misma trampa dos veces.

- ¿Entramos por delante o por detrás? - Preguntó William sabiendo que la puerta principal era la mejor opción.

- ¿Alguna sugerencia? - Soltó Sherlock escondiendo la mano izquierda a su espalda.

- Puerta principal, ya no a visto, sería una perdida de tiempo dar toda la vuelta para el mismo resultado. - Miró de reojo hacia la mano izquierda del detective y frunció el ceño. - ¿Has traído un arma de fuego?

- ¿Cómo me iba a enfrentar a él sino? Es solo por si da el caso de que se escapa.

- No quiero que mates a nadie. - Le sujetó del brazo y lo miró tristemente.

Sherlock comenzó a notar la desesperación en su tono de voz.

Y dudó.

De repente dudó, no quería desobedecer al rubio, pero no habia otra forma para deshacerse de él.

L

o único que lo convenció de ignorar al rubio y seguir fue imaginarse a este como esposo del hombre que estafó y provocó suicidios.

- Liam, confía en lo que haré. - Sonrió de par en par levantándose con firmeza seguido por William.

Salieron de su escondite y corrieron hacia la puerta principal.

Al entrar, un hedor a tabaco y cerveza golpeó sus caras ralentizando sus andares.

Llegaron al despacho de Milverton, todo el suelo estaba lleno de papeles al igual que la mesa y las estanterías, William ya se imaginaba encontrar aquel desastre.

- Cuidado. - Avisó Sherlock en un susurro, aunque era innecesario, William también lo habia visto.

Una botella de gasolina...

... Y un mechero.

Ambos objetos a mano del peliblanco.

- Os esperaba, tortolos.

GUIADOS POR EL CORAZÓN   ▪2▪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora