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"JiaBao"

susurró el pequeño niño desde su escondite en el árbol. El sol se ocultaba lentamente detrás de las montañas, mientras la colorida radio emitía alegres melodías que podrían hacer sonreír a cualquiera. Sin embargo, Ren ShuYang era una excepción.

Preocupado, observaba a JiaBao intentando atrapar las pequeñas luciérnagas que habían aparecido recientemente, pero, ¿qué era lo que tanto inquietaba al niño? No había peligro a su alrededor, pero sentía una presencia inexplicablemente cercana, lo cual le provocaba una angustia creciente en el pecho y la garganta.

JiaBao giró hacia él con su eterna y dulce sonrisa, emocionado por mostrarle algo a su pequeño amigo. Se acercó saltando alegremente hacia ShuYang y este se aferró a su pierna enseguida.

— ¡YangYang, mira! —exclamó JiaBao, agachándose para mostrarle de cerca lo que tenía entre sus patas peludas—

ShuYang dirigió su mirada hacia el objeto en cuestión, observando lo que JiaBao había capturado. Su campo de visión se iluminó cuando vio pequeñas luces que pronto se elevaron y volaron hacia el cielo.

— Estas estrellas son muy inquietas y revoltosas —se quejó el oso, obteniendo una risa ligera del pequeño—

— JiaBao, esas son luciérnagas —corrigió ShuYang, fijando sus ojos en los insectos brillantes que revoloteaban sobre sus cabezas—

— ¿En serio? —preguntó JiaBao con asombro, y ShuYang asintió— Pensé que eran estrellas, si me hubieras acompañado a la laguna, lo hubiera sabido antes

— Sabes que no me gusta acercarme a la laguna, ahí viven las ranas —explicó ShuYang por qué no lo había acompañado en esa pequeña aventura— Y la próxima vez, no te acerques tanto a ese lugar y no te alejes tanto de mí

— Ohh, pero ShuYang, el valiente y fuerte JiaBao no debe temer, ¿verdad? —respondió JiaBao con confianza—

ShuYang volvió a asentir con la cabeza y luego, aún no muy convencido, se giró para mirar aquel lugar que tanto desconfianza le generaba. ¿Por qué las ranas tenían que ser sus vecinos? Eran sucios, ruidosos, olían mal y estaban cubiertos de babas, siempre parecían estar de mal humor. El pequeño Ren no se llevaba bien con sus vecinos, incluso podría decirse que les tenía miedo.

— Yang, ¿y si mejor volvemos a casa? —sugirió JiaBao mientras volvía a su posición normal—

En realidad, no estaban tan lejos de casa, literalmente estaban justo enfrente, en una hermosa y luminosa casa donde las flores y las mariposas siempre sonreían, y donde vivían sus otros amigos mientras la buena música sonaba.

— No, no quiero volver a casa —murmuró ShuYang, desviando la mirada hacia sus pies—

— Mmm...? —JiaBao no entendía. Siempre le había gustado a su amiguito volver a casa cuándo estaban cerca de la casa de los vecinos las ranas—

¿Estaba de mal humor?

— ShuYang, ¿por qué dices eso? ¿Acaso quieres que el perro MingRui se sienta triste? —Ren negó con la cabeza—

— No quiero volver a casa —repitió ShuYang mientras era levantado por los enormes brazos de su amigo Bao—

El aroma dulce a frambuesa y la cálida brisa acariciaban al niño, que se sentía cómodo y seguro en los brazos de su amigo. Eran como suaves almohadas que lo elevaban hacia el cielo, JiaBao era tan grande que podía contemplar el hermoso atardecer.

— YangYang, es hora de volver a casa... —dijo JiaBao con ternura en su voz, interrumpiendo un poco el momento mágico que estaban compartiendo—

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𝗚𝗔𝗥𝗗𝗘𝗡 𝗢𝗙 𝗗𝗥𝗘𝗔𝗠     RSYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora