Parte 3

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Después de revelar su inmortalidad, el doctor Sánchez se sumerge en un mar de recuerdos dolorosos. Sus ojos parecen perderse en el horizonte, y sus manos temblorosas se aferran al borde del escritorio. El aire de la habitación se vuelve pesado y denso, cargado con la tristeza que emana de sus palabras.

“Carlos, déjame contarte la historia detrás de todo esto”, dice el doctor Sánchez con un tono melancólico. “Mi búsqueda de la inmortalidad comenzó hace muchos años, cuando perdí a la persona más amada de mi vida. Era mi esposa, Isabel. Fue arrebatada de mí por una enfermedad incurable, y me quedé destrozado, sin esperanza y lleno de ira hacia el destino que me había privado de su compañía. Prometí que nunca más permitiría que algo así me arrebatará a alguien importante.”

Mientras el doctor habla, su mirada se vuelve distante y su voz se entrecorta. Sientes que hay algo más en su historia, algo que no te está revelando completamente. Pero decides dejar de lado tus sospechas y continuar escuchando, ya que estás decidido a enfrentar el experimento.

Con cierto temor, asientes y le dices: “Entiendo, doctor Sánchez. Comprendo su motivación y también siento el deseo de desafiar los límites de la vida y la muerte”.

El doctor te sonríe, pero hay algo inquietante en esa sonrisa. Puedes ver que oculta más de lo que muestra. Sin embargo, decides ignorar tus dudas y sigues al doctor hacia el laboratorio donde se llevará a cabo el experimento.

El doctor Sánchez lleva a Carlos hacia la máquina que sería el epicentro del experimento. Era una construcción imponente y siniestra que parecía fusionar elementos de un laboratorio médico con un dispositivo de tortura. Sus contornos metálicos brillaban bajo una luz mortecina, y emanaba una sensación de opresión y malevolencia.

La máquina consistía en una estructura de metal retorcido y tuberías entrelazadas. Parecía un laberinto de ingeniería oscura, con cables que serpentean y engranajes que crujen ominosamente. En su centro se alzaba una camilla de aspecto frío y despiadado, rodeada de correas y electrodos, listos para sujetar al protagonista en su tortuoso abrazo. Una débil luz azulada emanaba desde el interior de la máquina, creando sombras danzantes que parecían susurros visuales.

Sobre la camilla, descansaba un termómetro digital que marcaba una temperatura helada, indicando los -10°C, un frío intenso que cortaba el aliento. Era el primer paso hacia la inmortalidad, pero también un umbral hacia lo desconocido y aterrador.

Cada detalle de la máquina parecía diseñado para provocar temor y desasosiego en aquellos que la contemplaran. Las agujas y jeringas relucían con un brillo amenazante, evocando imágenes de dolor y sufrimiento. Botellas y frascos contenían sustancias misteriosas, y tubos serpenteantes parecían latir con vida propia, como si fueran venas conectadas a un ser monstruoso.

El aire dentro de la habitación parecía denso y cargado, como si estuviera impregnado de una energía malévola que se alimentaba de la incertidumbre y el miedo. Era un lugar donde la razón y la cordura parecían desvanecerse, dejando paso a la desesperación y la duda.

Carlos se encontraba allí, frente a la máquina que sellaría su destino. Su corazón latía con fuerza, mezclando el terror y la determinación. Podía sentir el frío abrazador del entorno, como una advertencia de los horrores que le aguardaban en el proceso del experimento.

La máquina y su entorno se fundían en una imagen grotesca y fascinante, un recordatorio constante de las decisiones difíciles y los sacrificios que el protagonista estaba dispuesto a enfrentar en su búsqueda de la inmortalidad

Te estremeces ante la visión y una sensación de malestar te recorre la espalda. El lugar es tan tétrico y aterrador que el deseo de salir corriendo se apodera de ti. Sin embargo, te obligas a quedarte, sabiendo que no hay vuelta atrás.

El doctor Sánchez se acerca a ti, su figura se recorta en la penumbra. Su voz suena serena pero sus ojos brillan con una mezcla de emoción y locura. Te habla con determinación: “Carlos, es hora de que ingreses en la máquina. Permíteme guiarte hacia la frontera de lo desconocido, hacia la eternidad”.

Tus piernas tiemblan mientras caminas hacia la máquina, como si fueran arrastradas por una fuerza invisible. Te tumbas en la camilla y sientes cómo las correas se ajustan a tu cuerpo, sujetándote con firmeza. Los electrodos fríos tocan tu piel, enviando escalofríos por todo tu cuerpo.

El doctor Sánchez ajusta los controles de la máquina, y poco a poco sientes cómo el frío se apodera de ti. La temperatura desciende rápidamente, y el aire gélido te quema los pulmones. Tus músculos se tensan y tus dientes castañean violentamente. El dolor y la desesperación te envuelven, y luchas por mantener la cordura mientras te adentras en un abismo de oscuridad helada.

El frío se convierte en una presencia abrazadora, un manto de hielo que te consume y te arrebata cualquier vestigio de calor. Sientes cómo tu mente se desvanece, cómo tus pensamientos se deshacen en fragmentos dispersos. El tiempo se distorsiona, y te preguntas si alguna vez saldrás de este tormento con vida.

El aire se vuelve denso y las sombras se ciernen sobre la habitación, susurrando secretos inquietantes. Mientras el protagonista se hunde en la agonía del experimento, surgen más interrogantes. ¿Qué oculta el doctor Sánchez en su sonrisa siniestra? ¿Será el precio de la inmortalidad demasiado alto para el protagonista

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⏰ Última actualización: Jul 04, 2023 ⏰

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