El final

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Marta llegó a casa corriendo. Abrió la puerta y a penas le dio tiempo a cerrarla: se precipitó hacia el baño y se arrodilló ante la taza, jadeante, con un nudo en el estómago que no estaba segura de cómo deshacer.

Tras unos minutos, logró incorporarse y se miró en el espejo. El pelo alborotado y acartonado por la sal del mar; las mejillas ligeramente rojas porque por mucha crema que se pusiera, siempre acababan rojas; la boca torcida en un rictus de desesperación y unos ojos azules hundidos bajo unas ojeras violáceas que no se iban nunca.

Hace dos semanas, esos ojos azules hubieran estado también enrojecidos. Ahora ya, ni eso podían. Solo miraban, perdidos, buscando en su propio reflejo una respuesta que calmara su duda incesante, su perenne culpa.

Se duchó a oscuras. El agua fría calmó su piel después de todo el día en la playa: la sal, la arena, la crema solar...fueron recorriendo su cuerpo, trazando cauces y dibujando mapas, hasta perderse por el desagüe de la ducha. Una ducha que también estaba vacía.

Con la toalla alrededor del cuerpo y el pelo suelto, salpicando gotas por el suelo de azulejos hidráulicos que tanto le había costado encontrar cuando empezó la reforma, Marta volvió a la entrada de su casa para recoger la bolsa que había dejado tirada, junto a las llaves del coche. Las de la puerta las había dejado colgadas en el cerradura, y no se daría cuenta de ello hasta la mañana del día siguiente, cuando cerrara la puerta y las viera allí, burlonas.

La pantalla del móvil se iluminó con una notificación.

"lo siento, sé que me pediste distancia, pero no puedo. El lunes tu busco y hablamos"

El lunes te busco y hablamos. El lunes te busco y hablamos. Te busco y hablamos...Marta lo repitió en su voz alta, ronca, con diferentes entonaciones, tratando de adivinar cuál sería la que ese Whatsapp tenía. Dulce, dura, distante, fría, condescendiente, conciliadora...

"he estado en la playa"

Las palabras quedaron escritas en un mensaje que nunca llegó, porque nunca lo envió.


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