Cap 4

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Empecé ese mismo día. Me encaramé al asiento de mi silla y planté los dos pies en el piso: mi pie izquierdo, el bueno; mi pie derecho, el malo. Estiré las rodillas, me sujeté del respaldo  y me levanté. 

Me gustaría que entendieran cuál era el problema: por  supuesto que me podía parar, e incluso dar saltitos con una pierna. Pero era mucho más veloz si gateaba, y nuestro departamento era tan pequeño que no me tomaba la molestia de pararme muy seguido. Los músculos de mis piernas, sobre todo los de la derecha, no estaban acostumbrados a ello.  Sentía la espalda muy débil. Pero todo eso no hubiera tenido mayor importancia si lo único que hubiera tenido que hacer era mantenerme erguido: para caminar tenía que apoyar el pie malo y recargar todo mi peso sobre el, levantar el otro y no caerme por culpa de mi falta de equilibrio o el insoportable dolor.   

Ese primer día me quedé recargado en mi silla, tambaleándome. Lentamente, pasé parte de mi peso de la pierna izquierda a la derecha. Resoplé. Quizás no habría dolido tanto si estuviera acostumbrado a caminar. Quizás los pequeños huesos chuecos de mi tobillo ya se habrían habituado.Quizás la delgada  piel que los cubría ya tuviera algo de callo. 

Quizás. Pero no tenía forma de saberlo, y esos pensamientos no me estaban acercando a Alex. Solté la silla. Impulsé hacia delante el pie derecho y moví el cuerpo. Sentí una puñalada de dolor de dolor en el tobillo. Me caí. 

Me levanté. Me tomé de la silla, me estabilicé y di un paso... al suelo. Me levanté. Lo intenté de nuevo, esta vez adelantando el pie bueno. Resoplé, me tambalee sobre el pie malo y azoté. 

La piel de la base de mi pie malo se raspó. La sangre embadurnó   el piso. Tras otros intentos, ya no lo soporté.  Me arrodillé, temblando, y con un trapo limpie el desastre. 

Todo esto sucedió el primer día; el segundo fue peor.  Además de que el pie y la pierna buenos me dolieron, me costó mucho trabajo estirar las piernas. Tenía moretones en las rodillas de tanto caerme y las heridas de mi pie malo no habían cicatrizado. Todo lo que hice el segundo día fue pararme, sostenerme en la silla y mirar a través de la ventana. Moví mi peso de un pie a otro para practicar. Después me acosté en la cama y lloré del cansancio y del dolor. 

Mantuve en secreto lo que había hecho, por supuesto. No quería que mi madre supiera nada hasta que pudiera caminar bien, y no confiaba en la discreción de Alex. A veces me daban ganas de gritar las novedades por la ventana, pero ¿para qué? Cada día veía gente afuera, y a veces les hablaba, pero aunque me saludaran e incluso dijeran "Hola, Andrés", rara vez intentaban hablar en serio conmigo.               












CONTINUARÁ  

¿Qué tal :D? 

¿Dudas? 

Y ahí está la explicación del porqué la mancha de sangre de los primeros capítulos. Sin más que decir....... 





¡¡Tschüss!!



Palabras: 508 

~Amor en guerra~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora