Empecé ese mismo día. Me encaramé al asiento de mi silla y planté los dos pies en el piso: mi pie izquierdo, el bueno; mi pie derecho, el malo. Estiré las rodillas, me sujeté del respaldo y me levanté.
Me gustaría que entendieran cuál era el problema: por supuesto que me podía parar, e incluso dar saltitos con una pierna. Pero era mucho más veloz si gateaba, y nuestro departamento era tan pequeño que no me tomaba la molestia de pararme muy seguido. Los músculos de mis piernas, sobre todo los de la derecha, no estaban acostumbrados a ello. Sentía la espalda muy débil. Pero todo eso no hubiera tenido mayor importancia si lo único que hubiera tenido que hacer era mantenerme erguido: para caminar tenía que apoyar el pie malo y recargar todo mi peso sobre el, levantar el otro y no caerme por culpa de mi falta de equilibrio o el insoportable dolor.
Ese primer día me quedé recargado en mi silla, tambaleándome. Lentamente, pasé parte de mi peso de la pierna izquierda a la derecha. Resoplé. Quizás no habría dolido tanto si estuviera acostumbrado a caminar. Quizás los pequeños huesos chuecos de mi tobillo ya se habrían habituado.Quizás la delgada piel que los cubría ya tuviera algo de callo.
Quizás. Pero no tenía forma de saberlo, y esos pensamientos no me estaban acercando a Alex. Solté la silla. Impulsé hacia delante el pie derecho y moví el cuerpo. Sentí una puñalada de dolor de dolor en el tobillo. Me caí.
Me levanté. Me tomé de la silla, me estabilicé y di un paso... al suelo. Me levanté. Lo intenté de nuevo, esta vez adelantando el pie bueno. Resoplé, me tambalee sobre el pie malo y azoté.
La piel de la base de mi pie malo se raspó. La sangre embadurnó el piso. Tras otros intentos, ya no lo soporté. Me arrodillé, temblando, y con un trapo limpie el desastre.
Todo esto sucedió el primer día; el segundo fue peor. Además de que el pie y la pierna buenos me dolieron, me costó mucho trabajo estirar las piernas. Tenía moretones en las rodillas de tanto caerme y las heridas de mi pie malo no habían cicatrizado. Todo lo que hice el segundo día fue pararme, sostenerme en la silla y mirar a través de la ventana. Moví mi peso de un pie a otro para practicar. Después me acosté en la cama y lloré del cansancio y del dolor.
Mantuve en secreto lo que había hecho, por supuesto. No quería que mi madre supiera nada hasta que pudiera caminar bien, y no confiaba en la discreción de Alex. A veces me daban ganas de gritar las novedades por la ventana, pero ¿para qué? Cada día veía gente afuera, y a veces les hablaba, pero aunque me saludaran e incluso dijeran "Hola, Andrés", rara vez intentaban hablar en serio conmigo.
CONTINUARÁ
¿Qué tal :D?
¿Dudas?
Y ahí está la explicación del porqué la mancha de sangre de los primeros capítulos. Sin más que decir.......
¡¡Tschüss!!
Palabras: 508
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~Amor en guerra~
FanfictionEl título te puede dar muchas ideas sobre qué puede tratar la historia, no?. Pues si pero creo que nadie se espera lo que pasará. Esta historia la saque de un libro llamado "La guerra que salvó mi vida", básicamente es una adaptación, las primeras p...