Cap 3

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-no puede- respondía yo-, tiene que quedarse donde lo pueda ver.

Al principio me obedecía, pero luego se hizo amigo de una pandilla de niños y lo perdía de vista durante todo el día. Regresaba a casa con historias de los muelles del Támesis, donde los barcos enormes descargaban mercancías de todo el mundo. Me contaba de trenes y bodegas más grandes que nuestro bloque de departamento entero. Había visto Saint Mary, la iglesia con cuyas campanas medía yo el tiempo. Conforme los días de verano se extendían, Alex se quedaba afuera cada vez más tarde, hasta que volvía una vez que mamá se había marchado. Se ausentaba mucho tiempo, y a mamá le daba igual. 

Mi cuarto era una cárcel. Con trabajos podía soportar el calor, el silencio y el vacío. 

Intenté todo con tal de que Alex no se marchara. Trabé la puerta para que no pudiera salir, pera ya era más fuerte que yo. Le rogué y le imploré a mamá. Lo amenacé, y un día en que hacía mucho calor le amarré las manos y  los pies mientras dormía. Lo obligaría a quedarse conmigo. 

Pero él despertó y, sin gritar, se retorció y después se quedó quieto, viéndome. Se le escaparon algunas lágrimas. Lo desaté tan rápido como pude; me sentí un monstruo.  

-No lo volveré a hacer. Te juro  que no lo volveré a hacer-  murmuré.

Aun así, siguió llorando. Lo entendía: nunca lo había lastimado, no le había pegado ni una sola vez. Me había transformado en mamá. 

-Me quedaré adentro- murmuró. 

-No- respondí-. No tienes por qué hacerlo. Pero toma un poco de té antes de irte. 

Le di una taza y un pedazo de pan con manteca. Estábamos solos. No tengo idea de a dónde se había ido mi madre esa mañana. Le acaricié la cabeza, lo bese en la frente y le canté una canción; hice todo lo que se me ocurrió para que sonriera. 

-De todas maneras, pronto vas a ir a la escuela- dije, sorprendido de no haberme dado cuenta antes-. Entonces estarás  afuera todo el día, y yo estaré bien. Me las ingeniaré para estar bien. Lo convencí de salir a jugar, y lo saludé a través de la ventana.  

Entonces hice lo que desde hace tiempo debía de haber hecho: aprender a caminar. 


Si aprendía a caminar, quizás mi madre no se avergonzaría tonto de mí. Tal vez pudiéramos disimular mi pie torcido. Quizás podría salir del cuarto y acompañar a Alex, o al menos acudir en su ayuda si lo requería.

Eso fue precisamente lo que sucedió, aunque no de la manera que había imaginado. Al final fue la combinación de las dos guerras -el final de mi pequeña guerra con Alex y el inicio de la gran  guerra, la guerra de Hitler- lo que me liberó. 











CONTINUARÁ

¿Qué tal? 

¿Dudas?

Se que a lo mejor no tiene mucho sentido todo lo que está pasando, pero recuerden; todo a su tiempo. Todas sus dudas serán resueltas.  Sin más que decir................. 



¡¡¡Tschüss!!!


Palabras: 502         

~Amor en guerra~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora