Capítulo 2

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Una hora más tarde, ya duchado y arreglado, entraba por la puerta de aquel lujoso restaurante. Buscaba con la mirada a aquella mujer de pelo oscuro y afilada mirada. La divisé en uno de los apartados del local. 

Respiré hondo y me acerqué a ella.

-Señora Walk... digo... Margaret- dije como saludo.

-Cameron Parker, un gusto volver a verlo- me sonrió- por favor, siéntese-

Yo hice lo que me pidió, en ese momento nos sirvieron una copa de vino a la par que un par de platos de comida.

-Me he tomado la libertad de pedir el especial de la casa, espero no tengas problema en ello- me comentó.

-Para nada, es perfecto- observé los trozos de carne perfectamente cortados de mi plato.

-Voy a ser directa contigo Cameron- levanté mi mirada- me gustaría que formaras parte de la plantilla de mi centro psiquiátrico, hace poco uno de nuestros mejores médicos sufrió un accidente y ha tenido que dejar su puesto. Hemos analizado los expedientes de todos los candidatos y creemos que tú eres la mejor decisión. A parte, serás una cara joven y hace mucho que no ven una así. Se que podrías sernos de mucha ayuda-

Creo que si que era un sueño, definitivamente estaba soñando. 

Que nadie me despierte.

Ante mi silencio volvió a hablar.

-No tienes que contestar ahora, puedo darte unos días si quieres-

-¡No! quiero decir, sí. Acepto el trabajo- ella volvió a sonreírme. 

-Eso es maravilloso, pronto te mandaré un mail con todos los datos. ¿Crees poder empezar el próximo lunes? El centro pagará tu transporte hasta allí-

-Muchas gracias se... Margaret-

El resto de la cena pasó de forma veloz, al igual que la semana. Cuando quise darme cuenta estaba cerrando la última caja con mis cosas. 

Miré mi apartamento por última vez, si todo salía bien no tendría que pisarlo nunca más. Tal vez debería alquilarlo.

Les dejé a los chicos de la mudanza la caja con la que bajaba, junto a mis maletas y mis otras pertenencias.

El camión partió hacia el aeropuerto y yo me quedé esperando al taxi, que no debería tardar más de cinco minutos, en ese momento llegaba mi abuela. Sonreí en grande al verla.

-Te he preparado una fiambrera con tus galletas favoritas para el camino, y también te he dejado las sobras de anoche en otra- me dijo cogiendo mi pequeña bolsa de mano y empezando a meterlo todo dentro.

-Muchas gracias abuela- le sonreí y el taxi llegó.

-Ahora ven a darle un abrazo a tu iaia favorita y prométeme que me llamarás todas las semanas-la abracé con cariño.

-Te lo prometo- le susurré.

-Y no me olvides, pequeño- sabía que pronto lloraría.

-No lo haré, gracias por todo abuela- besé su cabeza antes de separarme.

-Estoy muy orgullosa de ti mi niño- me dijo antes de que subiera a la parte trasera del vehículo.

Cuando este arrancó, vi como se quedaba diciéndome adiós con la mano, yo la imité hasta que la perdí de vista.

Iba a echarla mucho de menos, al fin y al cabo era la única familia que me quedaba y la razón por la cual aún no me había ido de Londres.

-¿A dónde le llevo joven?- preguntó el conductor.

-Al aeropuerto, por favor- 

No podía creer el giro que iba a dar mi vida a partir de ese momento, tampoco estaba preparado para todo lo que iba a ocurrir.

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Gracias por leer.


Enfermizo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora