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El tercer piso del edificio fiscal se caracterizaba por estar siempre inundado por el sonido de dedos impactándose contra los botones de los teclados de los computadores, calculadoras y en los casos más desesperantes hasta de viejas maquinas de es...

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El tercer piso del edificio fiscal se caracterizaba por estar siempre inundado por el sonido de dedos impactándose contra los botones de los teclados de los computadores, calculadoras y en los casos más desesperantes hasta de viejas maquinas de escribir que terminan por colmar la paciencia de más de un empleado que no repara en la desesperación de uno de sus compañeros buscando la forma de entregar a tiempo sus reportes pese a que se le haya descompuesto la impresora. El pitido de copiadoras y el deslizar de los papeles en las impresoras se vuelven un siseo jodidamente agotador para cualquier luego de de una jornada de trabajo completa sentado en su cubículo.

Ocasionalmente, porque sus trabajos poco tienen que ver con atender llamadas, se escucha el timbrar de algún teléfono, otras más pueden escucharse los pasos de tacones sobre la loseta blanca casi siempre impecable, ya que las adorables archivistas y secretarías no suelen subir a contaduría a no ser que deban entregar papelería, recoger informes o mandar a llamar a algún empleado que, queriendo o no, había terminado metiéndose en algún problema. Huele a café cargado, pues para esas horas la mayoría de los empleados ya se ha tomado más de un vaso, y se siente la presión en los hombros y espalda de cada uno de los trabajadores dentro de su reducido espacio de trabajo.

Nicholas engrapa las copias con gráficas diversas impresas en ellas, mismas que se encargó de crear después de sacar el balance de algunos gastos que se le pidió muy temprano por la mañana,despues de haber sido mirado con severidad por el par de duros ojos de su jefe por haber cruzado la puerta con cinco minutos de retraso.

Él de verdad procuraba no llegar tarde jamás, pero el tráfico no le había dejado más remedio, pero eso no importaba en lo absoluto porque su jefe no quiso escuchar no una sola palabra acerca de sus excusas baratas.

"Los hombres que saben lo que quieren siempre son puntuales." Le había hecho saber, arrastrando las palabras y marchándose a su oficina con su termo de café seguramente ya ha medio llenar.

Nicholas sabía lo que quería, y eso era poder saldar las cuentas de ése mes y que le sobrase un poquito más para seguir alimentando a su hija.

Nunca se caracterizó por ser un hombre conformista, pero la situación no le había dejado para más y la esperanza era lo único que le quedaba en esa última semana de espera por la maldita quincena.

Suspiró, preguntándose a sí mismo de qué modo iría a sancionarlo el señor Kim esta vez, y le ruega a todo lo divino porque no le pidiera quedarse a cumplir horas extras qué no se sentía capaz de soportar.

Levantó la mirada de su escritorio, decidiendo qué se tomaría sus cincos minutos "Milky Way" y es entonces que repara en la presencia de su compañero de cubículo de en frente; parado frente a la cafetera con terribles bolsas oscuras bajo los ojos y las manos templorosas en torno a su vaso de café, tomando un sorbo cada dos por tres y forzandose a mantener los ojos abiertos pese al evidente cansancio por el que era sometido.

𓄹𓈒Un novio para Papá𓄹𓈒 𝗻𝗶𝗰𝗵𝗼𝗷𝗼𝗼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora