"Me pregunto a cuantas chicas ha amado y dejado embrujadas"
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Cuando me levante a mitad de la noche totalmente desorientada lo primero que hice fue culpar a las copas de vino que había ingerido horas atrás, aunque era buena soportando el alcohol también culpaba a los últimos cambios en mi vida los que me llevaban a no poder conciliar un sueño profundo como siempre solía hacerlo. Rodé en la cama varías veces en donde las sabanas suaves me abrazaban, las almohadas de plumas hundían mi cabeza a la altura perfecta y ni una sola luz se colocaba en ninguna parte, el que no pudiera dormir era solo cosa mía y de mi sistema nervioso así que salí de cama colocándome una bata de dormir y camine hacia la puerta.
Hajime no había dicho nada sobre dejar mi habitación durante la noche así que lo haría solo con un buen motivo: moría de hambre. Incluso cuando había comido todo durante la cena tal parecía que mi estómago no había estado satisfecho con aquello y que necesitaba algún refrigerio de media noche para sobre hasta la mañana. Me abrace a mi misma con mis brazos y camine a paso lento intentando recordar los pasillos que debía tomar para llegar la cocina, sin decir que le rezaba a Buda por no tener que toparme con alguien en mi trayecto hacia mi destino. Todo estaba en silencio pero las luces del pasillo seguían encendidas así que no tuve que preocuparme por tener que caminar en la obscuridad a la cocina, la idea era solo ir tomar lo primero que pudiera calmarme él hambre, beber un vaso de leche y volver a mi habitación para poner el pestillo como forma de seguridad.
Después de tomar ese baño solo me cambie de ropa a la que ya había buscado y me acosté a dormir sin mirar mi teléfono una sola vez más, había tenido suficiente con toda la gente por ese día así que dormir era lo único que me mantendría totalmente cuerda y con un humor soportable por estos días. Pegue un respingo cuando al girar la esquina me encontré con una de las sirvientas que llevaba una bandeja con varios vasos de vidrio lleno de cubos de hielo y una gran botella de un licor que no podía pronunciar.
—¡Dios!— exclame llevándome una mano al pecho por el susto que me había llevado él encontrármela ahí. La señora solo enarcó una ceja por mi reacción. Creía que al ser tan tarde todos en la casa estarían durmiendo, estas señoras trabajan tan tarde y sin quejarse que por unos momentos me sentí mal por ellas pero cuando la señora seguía mirándome de esa forma dejé de tener compasión por ella, debía de estar juzgándome, conocía muy esa expresión así que me reincorporé de nuevo y levante la mirada — ¿A donde llevas eso?
La mujer me señala con su única mano libre la dirección contraria a donde yo me dirigía, a un par de pasos de mi había una puerta que se abría de par en par que mostraba una habitación bien iluminada y si prestabas atención podías escuchar murmullos y ligeras risas provenientes de ella. La mujer no espera más, me pasa de largo con todo y bandeja para continuar con su camino y es cuando la veo entrar a la habitación que ella me ha señalado.
Me gusta ese viejo dicho que dice "La curiosidad mató al gato" así como también la segunda parte de este "pero el gato murió sabiendo". Podía decirse de que si en verdad yo me consideraba alguien lista lo mejor sería pasar de largo e ir hacia donde verdaderamente debía de ir y era a la cocina pero por otra parte había notado que aquella puerta no tenía letras de metal por lo que podía entrar si me lo proponía. Mi curiosidad sobre lo que ocultaba esa habitación aumentó cuando de ella la mujer de antes salió sin la bandeja pero con mucha prisa murmurando lo que parecía ser comida así que la seguí, si la seguía terminaría en la cocina y ahí podría satisfacer tanto mi estómago como curiosidad, es decir, mataría a dos pájaros de un solo tiro.
