« 𝐏𝖺𝗋𝗍𝖾 𝟢𝟣𝟤.

593 44 10
                                    

La castaña había regresado a clases nuevamente luego de tres horas de haber estado encerrada en aquel baño mientras lloraba desconsoladamente. Mientras pensaba y volvía a recordar la manera en la que el pelinegro la desprecio por las marcas que habían en la mayor parte de su cuerpo, mantuvo su mirada en el suelo sin cruzar miradas con absolutamente nadie, ni aunque chocará con dicha persona la levantaría, pero no era su culpa pensar así, era culpa de ella por haber dejado que el peliazul endulzará su oído.

Regresando al aula, pudo ver a su maestro de espalda haciendo uno breves escritos en el tablero mientras todos giraban su cabeza y la observaban, pero ella no podía ver eso porque mantenía su mirada en el suelo sin darle importancia a otra cosa. En menos de dos segundos pasó por la mesa del pelinegro que no volteo a verla en ningún momento, pero a ella no le importo, simplemente tomó asiento en su lugar al lado de su mejor amigo.

El rubio miró a su mejor amiga con extrañeza frunciendo el ceño, tratando de descifrar la expresión en su rostro que poco podía ver.

Kyomi...

No preguntes nada, Ni-Ki.

El menor fue ignorado luego de eso, pero no pudo evitar comenzar a pensar y unir piezas. Sin embargo, no era nada complicado de investigar ni tampoco necesitaba un detective profesional para ello, porque todo era demasiado claro. Algo había ocurrido entre ellos, y aunque era su primer día en el instituto, conocía a su mejor amiga y aunque ella era bastante fuerte y no se dejaba llevar mucho por comentarios, sentía que esta vez ese no había sido el caso. Él de alguna forma había logrado herirla y no podía dejar pasar que alguien hiriera a su mejor amiga y mucho menos con él presente.

Las clases de castellano habían terminado, pero el enojo de Riki se había incrementado gradualmente con el paso de las horas.

El timbre aviso el final de la hora y el comienzo del desayuno, tanto él como la menor se levantaron de su mesa, pero claro, antes de poder actuar debía dejar que los demás salieron, sin embargo, para su mala suerte, el pelinegro ya había guardado todas sus cosas y estaba levantándose de su lugar para salir junto a su amigo de lentes con el cabello castaño.

¡Oh, Sung Hoon! — la menor frunció el ceño y miró a su mejor amigo que yacía de espaldas mientras caminaba hacia el pelinegro, sintió como su pecho se oprimió cuando creyó que quizás había sido cambiada, por lo tanto no se mantuvo en el mismo lugar y salió sin pensarlo dos veces. Solo cuando estuvieron cerca el uno del otro, vio como el pelinegro le devolvía el saludo sonriéndole y el rubio sonrió aun mas.

¿Pasa algo?

El rubio observó al castaño por un breve momento antes de mirar de nuevo el pelinegro.

Me gustaría hablar contigo, ¿Podrías dejarme a Sung Hoon por un rato? — indaga el rubio, observando con una pequeña sonrisa al castaño al lado del pelinegro.

Claro que sí. Hoon, te espero en el comedor — el chico salió del aula y entre el unos cuantos mas, dejando finalmente el aula vacío.

El rubio miró al pelinegro, disimulando aquella expresión de desprecio que quería mostrarle desde hace un buen rato, pero decidió acercarse para acortar la distancia y sonreírle casi en la cara.

¿Qué te pasa? Espacio personal.

¿Sabes? Me siento un poco incomodo, Park, ¿Sabes por qué? — mientras que el rubio iba escupiendo una palabra por otra, las mangas del uniforme que le pertenecían al pelinegro se iban recogiendo con ayuda de sus manos, dejando ver sus antebrazos descubiertos.

ⓘ '𝐂𝗎𝗋𝖺𝗆𝖾, 𝐀́𝗆𝖺𝗆𝖾', 𝘀𝘂𝗻𝗴𝗵𝗼𝗼𝗻.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora