your fault, you're being so clingy.

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Kunikuzushi no soporta a Childe.

Es más, podría decir que con mucho esfuerzo de su parte, apenas lo aguanta.

Childe es jodidamente ruidoso, desordenado, insistente y cualquier adjetivo que describa a una persona pesada, Kunikuzushi podría jurar que si abre un diccionario, saldría el nombre del pelinaranjo como definición de todas las palabras que le recuerden a alguien desagradable.

Y odia aún más cuando se le queda viendo con ojos brillantes como si esperara algo de su parte, justo como lo está haciendo ahora.

Porque Kunikuzushi no tiene mucho para ofrecerle, ni siquiera su paciencia, y a veces se siente un poco mal por eso.

—Te prometo que si me ayudas sólo esta vez, voy a cocinar tu almuerzo todos los días y a lavar tu ropa por dos meses—insistió agarrando al más bajito de los hombros y agitándolo mientras lo miraba con ojos suplicantes.

—¿Acaso no eres un hombre? Ve y consíguelo tú, bastardo. No me metas a mí en tus mierdas que jodidamente no me importan. —dijo apartándolo de un golpe.

—Pero tú eres su amigo, puedes hacernos de gancho para que sea más fácil preguntarle, por favor, te prometo que será la única vez que seré tan insistente con algo.

—¿Única vez? —dijo con rostro de desagrado—, siempre eres asquerosamente insistente con todo. —mencionó mientras sacaba su móvil del estuche de su violín, buscó el número de Mona; la única persona en el universo que no lo hacía perder la paciencia apenas le dirigía una palabra, copió su número de contacto y se lo envió a Childe por mensaje de texto.

Apenas sonó la notificación en el aparato del pelinaranjo, dio un salto de alegría y abrazó a su compañero agradecido.

—¿Algún consejo que puedas darme? no sé nada sobre ella y no quiero arruinarlo. ¿Algún lugar donde la pueda llevar a dar un paseo y poder sobornarla?

—Yo que sé. Soy su amigo, no su perro. Pero no trates de hacerte el bueno con ella porque no es tonta. Se va a dar cuenta si tienes otras intenciones.

—¿Yo tener otras intenciones? mi única intención es quererla, respetarla, ser su más fiel amigo y que luego me ayude con la tarea de chino. —soltó una sonrisa socarrona.

—Me das asco. —hizo una mueca, seguido guardó sus cosas y se acomodó un poco de cabello detrás de la oreja, se volteó a ver a su compañero de cuarto sólo para darse cuenta de que lo estaba mirando con esos ojos brillando otra vez.

No le gustaban esos ojos, le ponía los nervios de punta y le daban ganas de golpearlo.

—¿Qué quieres ahora?

—¡Nada! sólo estaba pensando que eres como un gatito gruñón —sonrió—, entonces ¿qué vas a querer de cena hoy?

—Un tazón de leche estaría bien ¿no? y antes de dormir unas caricias en la cabeza. —dijo burlón y con un tono de desagrado en la voz.

—¿Me vas a ronronear también cuando vayamos a la cama? —pasó sus brazos por la cintura del más bajito, y casi apoyando su cabeza sobre el hombro contrario.

—Quítate, no me toques. —lo apartó de un manotazo, sintiendo su rostro calentarse rápidamente. Tomó su bufanda y se la puso alrededor del cuello para ocultar un poco el sonrojo seguramente sin éxito. No le importaba si Childe se daba cuenta, pero la biblioteca estaba repleta de gente y era invierno. No tenía sentido que su rostro luciera tan caliente con el aire tan frío, y tenía una dignidad que mantener intacta. —No llegaré temprano, probablemente pasado de las diez por lo que puedes comer sin mí, no me importa. Y no me esperes despierto.

clingy | chiscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora