Capítulo 1: El país de las pesadillas

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             Tengo un fuerte dolor de cabeza que me impide levantarme. Mis ojos están cerrados, no me atrevo a abrirlos. Mi estado de confusión es enorme. Recuerdo con dificultad lo que pasó hace no sé cuánto tiempo: recuerdo que me tiré al mar junto con mi amiga Idaria, y ahí morimos con poco sufrimiento. Lo que sí que recuerdo perfectamente es la sensación que tuve en ese momento, el agua introduciéndose rápidamente en mis pulmones, sin dejar pasar el aire, la sensación de perder poco a poco el conocimiento, de empezar a dormirse mientras notas el peso de tu cuerpo por el agua, mientras notas esa sensación agónica de no poder respirar. Lo que más recuerdo sin duda, es lo que pasó antes de morir, todos los recuerdos que marcaron mi vida alguna vez aparecieron en forma de imágenes que pasaban rápidamente por mis pensamientos, mi primera amiga, mi primera bicicleta, mi primera videoconsola, el primer día de clase, mi primera chuchería, mi primera vez con mi instrumento, mi primera discusión, la primera vez que me hicieron acoso escolar... 

             Lo que pasa, es que no sé dónde estoy. Intenté situarme bien, Me llamo Damián Díaz, tengo 15 años, actualmente curso cuarto de la ESO en el instituto de mi ciudad, Benidorm, tengo una mejor y única amiga, Aria, me suicidé con ella y ahora estoy aquí. Empecé a sentir estímulos y a situarme. Pude notar que no estaba en el interior del océano. También pude notar que no hacía calor ni frío, era una sensación neutra. mi contacto con el suelo era de tierra, tenía los ojos cerrados, pero no intuía ninguna luz a través de los párpados. Pude ubicarme un poco, e imaginé el sitio en el que podía encontrarme: era un lugar oscuro, sin temperatura, tumbado en una zona de piedra cubierta por tierra. Me aventuré y decidí abrir los ojos. De tener tanto tiempo los ojos cerrados, tenía la vista borrosa, pero al cabo de unos segundos pude ver el terrible paisaje. El cielo era negro como un profundo pozo, sin ninguna estrella que lo adornase, el terreno estaba coronado por bajas colinas de arena color gris oscuro, como en una de las colinas en las que yo me encontraba. La nada ocupaba todo el extenso y desolado paisaje. No había nada ni nadie en esos parajes, sólo Aria, que seguía inconsciente al lado mía. Sólo en el fondo de una colina se encontraba una enorme torre de aspecto futurista de color negra y con unos ventanales iluminados de un color azul eléctrico intenso, que iluminaba de azul la colina sobre la que el castillo estaba posado. Una cosa tenía clara; esto no era el planeta Tierra. 


-¡Aria, despierta, soy Dam!-Sacudí a Aria intentando despertarla. 

-¡Dam!¿Dónde estamos? -Dijo frotándose los ojos mientras se incorporaba. 

-Aria, tenemos que salir de aquí, este sitio es muy raro. -Le dije a Aria mientras ella contemplaba horrorizada el sitio en el que se encontraba. De repente, unos entes extraños de color negros se acercaban rápidamente hacia nosotros. Cuando estuvieron más cerca, pudimos ver que era un animal terrorífico, andaban de pie, pero con joroba, inclinados hacia delante, tenían unas enormes garras de blancas uñas con las que podrían arrancarme un brazo de un solo zarpazo. Su boca era una especie de tubo con unas lenguas rojas que salían de su boca, calculé que habían como unas seis lenguas por bestia. Los ojos eran enteramente negros, por lo que no se distinguían de su pelaje también negro. Medían como unos cuatro metros de altura cada uno, y eran doce. 

-Dam, ¿qué son esos puntos negros que vienen a lo lejos? -Aria todavía veía borroso por que se acababa de despertar, por lo que no pudo apreciar lo que eran con la misma rapidez que yo. 

-¡CORRE! -La cogí del brazo y salimos corriendo colina abajo en dirección contraria al castillo. Nos desplazamos por las dunas y Aria tropezó, haciéndome caer con ella. Rodamos colina abajo hasta llegar a la falda de la misma. Giramos la cabeza y vimos que los monstruos ya estaban arriba de la colina. Teniendo en cuenta que antes estaban a unos 400 metros de nosotros y solo habían pasado quince segundos desde la caída, la velocidad de la que disponían debería de ser enorme. Las bestias saltaron la colina hasta rodearnos. Dos de ellas se posaron frente a Aria y a mí. Sacaron sus seis lenguas de la boca con forma de tubo y nos rodearon la cabeza con ellas, atrayéndonos hacia la boca de las mismas bestias. Pudimos ver el interior de la boca de las bestias, una enorme fila de afilados dientes recorría todo el interior de la boca. El aliento era tan maloliente, con un olor a muerto y a putrefacción que nos hizo desmayarnos. 


Estavez fue Aria la que me despertó, en vez de yo a ella. 

-¡Dam, despierta! -Sus palabras resonaban en toda mi cabeza. Nos encontrábamos en el centro de una sala de piedra fría iluminada de una potente luz de color azul eléctrico que provenía de la nada, por lo que intuimos que nos encontrábamos en el interior del castillo. Habían dos puertas en la sala, una enfrente de nosotros y la otra detrás de nosotros. Ambas estaban custodiadas por dos bestias cada una que hacía pocos minutos nos habían hecho perder el conocimiento con su aliento. La diferencia era que en la puerta de delante, las bestias estaban cada una al lado de la puerta, y en la de detrás, las bestias estaban justo enfrente de la puerta, por lo que nos decían sutilmente que pasásemos por la puerta de delante, no por la de detrás, ya que no nos dejarían. 

-Creo que quieren que pasemos por la puerta que tenemos delante. -Le dije a Aria. 

-¿A qué esperamos? -Dijo ella decidida, caminando ya hacia la enorme puerta negra. Fui con ella, y pasamos entre las bestias no sin cierto temor. Las miramos, pero ellas actuaron como si no nos pudieran ver, y seguían con la cabeza mirando para delante. Aria y yo empujamos fuertemente la pesada puerta negra y nos introducimos en una extensa sala iluminada también por la luz azul que  no se sabía de dónde emergía.  Decenas de bestias estaban situadas de pie a lo largo de las dos paredes de la habitación. Al fondo de esta, un extraño ser se encontraba en el fondo de la sala, observando el ténebre paisaje a través de un cristal de color negro pero translúcido. El ente tenía semejanza a un ángel, solo que tenía unas enormes alas de color negro, al contrario que los ángeles de la mitología cristiana, que disponen de brillantes alas blancas. Medía un metro con ochenta centímetros aproximadamente, y tenía una piel blanca como la nieve, son duda, bastante guapo, pero sus alas y las malas sensaciones que producía solo con verlo, hacía que no resultase atractivo, a pesar de su belleza. 


-Pocas veces los semimuertos como vosotros no se quedan paralizados al ver a mis "trekops."-Dijo el ángel mientras se giraba para mirarnos y dejarnos ver su rostro. 


-¿Quién eres?¿Dónde estamos? -Se atrevió a preguntar Aria intentando intimidar.

-Encima de fuertes, valientes, me empezáis a caer bien. Me llamo Lucifer, o también conocido como el ángel caído del cielo. Ahora mismo estáis en el infierno. Tras morir, vuestra alma abandona el cuerpo y se aventura al infierno, pero podéis llegar al cielo y vivir una semimuerte infinita y llena de placeres. Pero los premios requieren esfuerzo. Si al cielo queréis llegar, una serie de pruebas debéis de realizar. Simplemente deberéis de recorrer todo el infierno en dirección al norte para llegar a la puerta que abre el cielo. Pero no será fácil, puesto que a lo largo del camino, hay almas sedientas de semimuertos, que os pretenderán matar. Pero eso no es lo que más os debe preocupar. Cuanto más tiempo paséis dentro del infierno, peor lo pasaréis; este lugar os tortura física y psicológicamente, se va tragando todos vuestros buenos pensamientos, hasta dejaros solo los malos. Cuando lleguéis a ese punto, estaréis oficialmente muertos, os convertiréis en almas y sufriréis infinitamente aquí en el infierno, como sufrí yo cuando me echaron del cielo. Pero ojo, cada segundo entran miles de semimuertos que acaban de morir en vuestra dimensión, intentando lo mismo que vosotros, llegar al cielo y vivir una semimuerte eterna llena de placeres. Como sois tantos, muy pocos lograréis pasar al cielo, y las pruebas se os irán complicado a medida que paséis las anteriores. ¿Listos para sufrir? ¡Bienvenidos al país de las pesadillas! -El ángel oscuro lanzó de sus manos un humo negro que nos hizo desaparecer y nos transportó al exterior del castillo, frente a la dirección que debíamos seguir para llegar al cielo. Teníamos miedo, mucho miedo. Lo que nos puede pasar aquí en el infierno debe de ser muy caótico y doloroso. Si pensábamos que nuestra vida en La Tierra era terrorífica, lo que nos iba a pasar ahora iba a ser mil veces peor. Preparados para vivir una pesadilla. 

El país de las pesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora