Capítulo 5: Cuerpo nuevo, vida nueva.

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Me desperté una fría mañana de invierno. Unas enormes nubes de un color gris muy oscuro cubrían todo el cielo, sellándolo completamente y sin dejar pasar a penas la luz. Una fina nieve caía por el cielo lentamente, meciéndose por la brisa que acariciaba las ramas de los abetos, teñidos de un color blanco por la ventisca. Toda la ciudad de Londres estaba cubierta por esa misma capa de nieva, bastante gruesa. Antes de abrir los ojos ya sentía algo raro. Una sensación extraña que nunca había experimentado, o que hacía tanto tiempo que había pasado que no la recordaba. Sí, era eso. Pero algo distinto estaba pasando. Yo, en ese mismo instante, no era consciente de que mi cuerpo ya no era ese. Abrí los ojos de par en par y vi que me encontraba en una sala de un color verde tan pálido que casi parecía blanco. La sala (bastante amplia) estaba llena de sillas junto a la pared opuesta a la que estaba yo. En esta, habían tres camas, yo estaba en la del medio, y las otras dos estaban vacías. Unos goteros con suero acompañaban a cada cama. Yo, estaba tumbado en la camilla, conectado a una máquina que, por lo que había visto en las películas, indicaba el pulso. También tenía una aguja clavada en el antebrazo derecho que me inyectaba suero constantemente. Me quité la aguja y los sensores que me ataban a la máquina y me levanté de la cama. Nada más ponerme de pie, un mareo terrible hizo que me volviera a tumbar en la cama. Este mareo, también hizo que me recordara qué estaba pasando. Acababa de ser matado por una entidad llamada Lucifer, en un lugar (el Infierno, dado a entender) llamado País de las Pesadillas y ahora de repente estaba en una sala de hospital. [Debo de haberlo soñado] me intentaba autoconvencer yo, sin éxito. Estaba claro que todo había sido real, demasiado real. Quién sabe cuánto tiempo estuve dormido, o en coma, o simplemente inconsciente.

Con toda esta tontería, no me di cuenta de lo más importante. Me destapé y vi mi nuevo cuerpo. Era mucho más alto, un metro ochenta y cinco por lo menos, y mis piernas estaban cubiertas de un ligero vello, no muy largo, pero tampoco muy corto, normal, para entendernos. Tenía algo marcados los abdominales y los bíceps, estaba en forma. Me levanté de la cama (esta vez sin mareos) y me adentré en una puerta que había en la pared contraria a la de las camas. Supuse que ese cuarto era un baño, y no me equivocaba. Allí había un WC, una ducha, un lavabo y un espejo.
Me dirigí al espejo y me miré en él. Me esperaba tener otro cuerpo algo cambiado, pero no tanto. Aparentaba un chico de unos veinte y tres años. Tenía barba de unos días. Un pelo corto y castaño claro y unos ojos verdes tirando a azules. Cejas finas y labios carnosos. La verdad es que me sorprendí bastante. Me imaginaba a alguien más feo, pero he de reconocer que con mi nuevo cuerpo estaba bastante bien. Recordaba perfectamente esa sensación que tuve al morir, cuando estaba en el plano espiritual y me cruzaba con otra alma. Aria me acompañaba, pero sólo había un cuerpo, y ahí estoy yo. ¿Quiere decir eso que Aria ha muerto? No, justo antes de perder la conciencia y de desmayarme sentí una cosa muy rara. Fue como si el alma de Aria y la mía se uniesen en una sola. Aria estaba viva, el tema era encontrarla. Oí un ruido que indicaba que la puerta estaba apunto de ser abierta, así que de un salto me metí en la cama. Un señor de unos cincuenta años con una bata blanca se acercó a mí. Iba leyendo un informe médico, y como iba distraído, se chocó contra la pata de una silla.


-Hola, señor Smith. -El doctor me habló en un inglés de acento muy cerrado. Esto me pilló por sorpresa, por el acento, intuí que se trataba de un inglés, así que teníamos que estar en Inglaterra. Como no me enteré, le pregunté en inglés.

-¿Puedes repetir lo que has dicho, por favor? -Le respondí. El doctor me miró con cara rara, frunció el ceño y volvió a decir:

-Hola, señor Smith.

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⏰ Última actualización: Oct 01, 2015 ⏰

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