Más allá.

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La historia está muy interesante, pero ya era hora de dormir. La noche pasó con tranquilidad y a la mañana, bien temprano, salieron en busca de la casa rodante. Tenían toda la energía gracias al desayuno que tomaron en la casa de los ancianos. Recorrieron calle por calle, y a pesar de que el pueblo es bastante pequeño, parecían que las calles eran interminables. Daba la sensación de que estaban caminando en bucle, porque todo se veía igual, todo se veía abandonado y destrozado por el paso del tiempo. Era lógico, los pocos lugareños sobrevivían como podían, ya que antes vivían del turismo y ahora nadie iba a visitarlos. Las horas pasaban y a pesar de que la luz del sol brillaba en todo su esplendor, la casa rodante no aparecía por ningún lado, como se hubiera hecho humo.

Exhaustos de tanto caminar, decidieron sentarse a descansar en el cordón de la vereda. Frustrados por no encontrar la casa rodante y por no encontrar la mansión tan famosa de la que se hablaba tan poco al mismo tiempo. El hermetismo de los pueblerinos por la misma le daba un sabor único de misterio y aventura. La expectativa era grande, pero, también la frustración. Empezaron a pensar que tal vez la mansión no existía, que la historia era una farsa para atraer turistas. Quizás por eso, no eran tan conocido.

Entre reflexiones, Karen se da vuelta y queda sin palabras ante lo que tenía frente a sus ojos. Imponente, majestuoso, oscuro y misterioso; los adjetivos no alcanzaban para describir lo impresionante e inmenso de lo que se le presentaba a sus ojos. La alegría le renueva la energía y la hace saltar y gritar con entusiasmo. Mario la mira atónito frente a la reacción brusca de su sobrina. Se da vuelta para entender lo que pasaba y ahí la ve, lo que tanto buscaba, era la mansión de los Anido. Estaba detrás de ellos todo el tiempo, esperándolos.

Frente a ellos había una enorme reja de más de 3 metros de altura, con un portón doble, Que eran gruesas y saturada de hermosos tallados altamente complejos, dándole un aire gótico. Las plantas, la suciedad y el óxido habían deteriorado las mismas, pero no habían logrado opacar su belleza. Un pasillo de piedras guiaba hacia la entrada de la misma, apenas perceptible entre toda la maleza que lo rodeaba. Una de las rejas estaba salida y por ahí es que ingresaron, ya que el portón principal estaba cerrado con una gruesa cadena y un enorme y pesado candado. Caminan como unos 50 metros hasta llegar al frente de la mansión. La mismas tenía 3 pisos, más altillo y sótano. Las paredes blancas, estaban manchadas y rajadas por la humedad, e invadidas por las plantas enredaderas, que encontraron en ellas un hogar. El techo estaba destrozado por la falta de mantenimiento, y por eso le faltaban partes. Un balcón central que daba a un gran ventanal. Por debajo de la misma, se encontraba un gran portón de madera de roble, totalmente tallado; y unas escaleras de mármol blanco, que los invitaban a pasar. Fue difícil abrir el portón ya que estaba deteriorado y era muy pesado, igualmente lo logaron. El interior era aun más increíble, con su piso de mármol. Frente al portón se encontraba una escalera de roble, con barandas de madera de abedul. La misma subía y a mitad de recorrido se dividía a la mitad. Colgando del cielorraso, se encontraba una inmensa araña de hierro, llena de telas de araña, valga la redundancia.

Empezaron a recorrer todo lo que era planta baja. Había un hogar a leña en el centro de una sala, había unos sofás tapizados de un fino cuero y una biblioteca con libros que a simple vista parecían exclusivos. Al lado de esa sala, estaba el comedor. En su centro había una mesa muy larga rodeada de sillas. Por encima de la misma, había otra araña, más pequeña, pero no dejaba de ser elegante y encantadora. Una pequeña puerta, llevaba hasta la cocina y otra llevaba hacia el exterior. Decidieron subir por las escaleras centrales, que dirigían hacia las habitaciones. Entraron en a primera, donde había un magno lecho matrimonial. Una alfombra cubría el suelo y todo se veía increíblemente iluminado por la luz que entraba del ventanal que daba al balcón central. El resto de las habitaciones eran igual de majestuosas que la primera. Los ojos no les alcanzaban para observar la maravilla visual que era en sí la mansión.

La mansión de los AnídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora