C I

2.6K 193 77
                                    

Hace dos semanas un delincuente bien reconocido de Gotham tuvo que abandonar la ciudad que le encantaba destruir.

Una última pelea con un murciélago gigante fue suficiente para marcharse, eso y que su periodo se acercaba, no iba a pasarlo ni en Arkham ni en esa ciudad, demasiado peligroso como para dejarse a la vista de alguien mas.

Así que se marchó del continente sin decírselo a nadie, para sus secuaces y enemigos el seguiría en la ciudad recuperándose o preparando algún nuevo plan llamativo.

Pero ahora podía ir a dónde quisiera siempre que estuviera lejos de Gotham y que mejor que Inglaterra para pasar desapercibido, en otros países no podría lucir sus maravillosos trajes como si nada, siempre llamaría la atención y no era lo que quería.

Esa rata voladora con sus cámaras lo encontrarían muy rápido y el no permitiría ello, al menos no ahora que se volvería realmente vulnerable.

Aunque claro, llamaría la atención también ahí pero no tanto como en otros lugares, además que importaba si unos cuantos afortunados lo veían, podía vestir como el quisiera en un país obsesionado con los buenos trajes, los suyos estaban muy bien hechos y nadie podría decir nada contra ello.

Aunque claro tuvo que dejar el tinte verde para el cabello como también su maquillaje para poder viajar sin llamar la atención, aunque con esa piel tan clara y el blanco de su cabello no eran de lo más sutiles... Haberse dado una duchita con elementos químicos trajo sus consecuencias pero el no negaría que se le veían de infarto cada que se quitaba el traje de villano y pasaba a ser un Omega deseado y cotizado.

Quien haya creído que los villanos no tienen también una vida sin el traje era un completo tonto, en especial con el payaso que necesitaba un disfraz para pasearse libremente por las calles de Gotham sin llamar tanto la atención como lo haría con el disfraz.

Así que en paz de tantos problemas se iría a un pequeño departamento en aquella ciudad tan tranquila, Cokeworth sería su guarida temporalmente como ya antes lo había sido, al menos cada ciertos meses en dónde se veía obligado a recluirse ahí esperando que todo pasará para poder volver a jugar con explosivos.

Normalmente su periodo solo le duraba de entre una semana a una y media, por lo que no se preocupo mucho en la primera semana en ese lugar, había logrado establecerse perfectamente a pesar de lo molesto que era suprimir su aroma e ignorar a su Omega que suplicaba tener un compañero que el no le daría claramente.

Eso no evito que fuera el foco de atención que tanto le gustaba ser, era la persona más llamativa del lugar sin duda, los demás usaban ropas oscuras y opacas en sus vestimentas que no dejaban mucho a la imaginación.

Al pasar la semana y media en el lugar estaba ya dispuesto a irse, pero sintió un explosión de un aroma muy interesante, por lo que decidió quedarse para investigar a quien le pertenecía el olor tan llamativo.

Aunque con el paso de los días no consiguió encontrar la fuente, ni siquiera una pista o un rastro que seguir.

Se mantuvo al margen con las personas aburridas del lugar que le eran un buen catalizador para las locuras del demente joven que ahora caminaba por las calles en busca de algo interesante que le llamara, tal vez y con su suerte encontrara al poseedor del llamativo aroma.

O tal vez un banco pequeño que asaltar o un asesino que implorara la muerte, lo que sea sería un buen justificante para poder hacerle actuar, estar tan solo dos semanas en ese lugar le estaba quitando la maravilla de imaginar cosas o de destruirlas.

Así como había considerado muy seriamente demoler aquella fábrica tan opaca de ese lugar, no haría nada mal hacerlo, no tenía ni gracia ni encantó verla ahí, opacando más el ambiente.

Papá de un pequeño magoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora