El vals de los corazones rotos

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Llevo rato preguntándome como llamar a esto, he decidido llamarlo el vals de los corazones rotos.
Donde todos mezclados en un salón, pequeño y apretado, cabemos a la perfección porque todos estamos partidos en partes y regados por todos lados, he puesto mesas tratando de calsificarlos pero todos estan sentados y desparramados en cada una de ellas, la más inundada es aquella con el nombre de "ruptura por amor" y llegué a la conclusión que todo empieza por el amor, aquella destructiva e innecesaria necesidad, aquella contradicción tan dolorosa que debería ser innecesaria, más sin embargo, es más necesaria de lo que uno cree.

Pregunté cuál era la causa del dolor de cada uno en esa mesa y fue la misma respuesta, "el amor y todo lo que hice por esa persona", y entonces tuve que volver a repartirlos.
"Mi primer amor" fue la más llena esta vez y resultó ser, que la primera persona en partir el corazón de muchos fueron sus propios padres... Incluyendo el mío.
Decidí seguir con "todo lo que hice por amor" de nuevo, había una gran parte de mí ahí sentada, eran como espejos donde podía verme reflejada y esta vez estaba tan roto que me veía desfigurada, tenía marcas por todos y notas en lugar de rostro, mi cuerpo eran los números 1, 10 y arriba de cien, saltando toda la numeración desde el 2 al 9, tenía manos marcadas por todos lados y cortaduras en las piernas, lágrimas hechas de tinta y una sonrisa cosida con hilo y aguja, lo que más se remarcaba era un título en mi pecho incrustado con la inicial de mi nombre en mayúscula "Yazmin", no pude seguir mirando y seguí caminando.
"Mesa para niños" fue la que llamó mi atención, había un espejo gigante y por fin pude verme con claridad, ahí estaba yo, con una sonrisa gigante y unos cachetes enormes, usaba un vestido vino y mis botas, mi atuendo favorito; tenía dos coletas en la cabeza, la cara manchada de chocolate y una muñeca en mis piernas, los brazos descubiertos, las piernas sin marcas, los colores a un lado, los cuentos de hadas apilados al otro, mi comida favorita en frente, una mirada que deslumbraba curiosidad y que brillaba tanto que cegaba...
En aquellos dibujos pude observar mi nombre mal escrito pero eso no importaba porque sabía que era mio y que esa era yo. Ella era perfecta, ni gorda, ni flaca, ni ruidosa, ni aburrida, ni exagerada, ni mala, ni egoísta, ni desconfiada, ni insegura, ni ansiosa, ni deprimida, solo era ella, curiosa, risueña, amorosa, sentimental, confiada, inteligente, amigable, perfecta.
Ella era lo que debía ser en ese momento, una niña...
-¿Quién eres? - preguntó con esa mirada curiosa.
-Nadie- contesté.
-Tus ojos se ven tristes- comentó -tal vez necesitas un abrazo y un chocolate- abrió sus brazos para mi.
-Lo siento- dije en cuanto la tuve entre mis brazos y toda mis tristezas se acumularon en mi cuerpo entero paralizandome- de verdad lo siento, no pude protegernos.
Y entonces sentí aquel cálido abrazo que había estado deseando, no pude más y lloré como si tuviera, de nuevo, 5 años, lloré y grité y esos brazos nunca se apartaron, entonces abrí los ojos, mis padres estaban ahí, abrazandome de nuevo.
-Por qué lloras princesa?- preguntó mi madre
-Perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, nunca dejen de amarme, se los pido, sin importar cuantos errores cometa, nunca me dejen sentir que no me aman, se los ruego.
-De dónde viene eso? Nunca lo haríamos mi vida.
Y todo se desvaneció, recordé las promesas que nunca cumplieron, las mentiras que escondieron, los ratos de llanto solitario, las frías noches y las otras de sobreexigencia, los abrazos fríos en brazos vacíos, los cortes, los dolores, los ardores, la inseguridad, la ansiedad, la minimización de mi mundo entero y lo recordé, recordé donde estaba, entonces sonaron todas aquellas canciones que alguna vez me alegraron y que ahora solo me hacían recordar cuando fui feliz, y el dolor y la culpa regresaron así que baile, baile hasta que me dolieron los pies con cada una de las rotas partes de mi corazón en se vals de corazones rotos, encrustandome en los pied los pedazos de cristales rotos que regaban por todos lados, aquella niña salió por la puerta a un paso extremadamente lento pero aún así, me fue imposible alcanzarla y entonces, la perdí de nuevo y no me quedó de otra que seguir bailando con los cristales cada vez más profundos y el dolor calandome en los huesos, al final lo merecía y me di cuenta, que estaba castigandome de nuevo por la culpa.

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