Vigilante

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Viernes, 11 de abril de 2025.

¿Qué es un vigilante? Aquel que de manera no oficial actúa con la intención de detener un crimen o a un delincuente, sobre todo porque cree firmemente que las asociaciones oficiales como la policía no controlan eficazmente los crímenes. Los vigilantes o justicieros como estos, por mucho que actúen con buena fe y la sociedad los vea como héroes, no distan de los propios criminales que atrapan. El propio acto de infligir un castigo de forma privada es un crimen. Al fin y al cabo actúan sin la autoridad legal para hacerlo.

—¿¡Está prestando atención a la lección —gritaba un profesor en mitad de una clase a una estudiante—, Takahashi!?

El resto de estudiantes se giró hacia la dirección en la que miraba con enfado el profesor, clavando sus pupilas en la chica de piel clara y pelo corto y castaño como sus ojos, que se encontraba absorta mirando por la ventana. No pasaron más de cinco segundos antes de que la susodicha se diera cuenta de la situación que había creado sin querer con su distracción. Miró a ambos lados con una expresión de sorpresa en su rostro.

—¡Oh! ¿Dijo Takahashi o Takanashi? —preguntaba inocentemente con una sonrisa nerviosa mientras se apuntaba con el índice a la cara—. ¡Lo siento muchísimo!

—¡Más vale que sea cierto, señorita! —gritó el profesor—. ¡A la próxima se la tiro a la cabeza!

Decía, levantando el trozo de tiza con el que escribía en la pizarra, amenazando a la muchacha antes de darse la vuelta y continuar escribiendo. El resto de la clase se reía a sus adentros, evitando que el profesor pudiera oírles. La joven bajó la cabeza para centrar su atención en sus apuntes de Historia.

Te estarás preguntando quién es la pobre chica a la que le acaban de dejar en ridículo, ¿verdad? Pues estás de suerte, porque resulta que... ¡soy yo! Me llamo Arisa Takahashi, tengo catorce años y no soy más que una estudiante normal y corriente del montón.
O al menos eso es lo que me gustaría poder decir; tengo un pequeño secreto.

El amargado destino quiso escribir en mi historia que a los once años tuviera un... incidente de lo más traumatizante. No quiero entrar en detalles, así que haré un resumen del resumen: Una araña de lo más rara me mordió y, desde entonces, mi cuerpo ha sufrido cambios inimaginables. Ahora soy más fuerte, más resistente, puedo pegarme a las paredes... De todo menos echar telarañas. Bueno, no lo normal pero es un tanto complicado de explicar.
El caso es que no puedo contarle nada de esto a nadie, mucho menos a-

—¡Arisaaaa! —gritaba una voz aguda.

La aludida chica se giró hacia la dirección del alarido, viendo a una chica saludarla desde varios pupitres de distancia. La campana que daba lugar la finalización de la clase había sonado y ella no parecía haberse enterado hasta ahora que veía a los estudiantes levantados y hablando entre sí, algunos desperdigados por los pasillos para dar con sus respectivos amigos de otros grupos. La emocionada joven se levantó para dar con nuestra protagonista.

—Ah, Koizumi —respondió—. ¿Cómo va todo?

—Jo, Arisa. Ya te he dicho que no me llames por el apellido —replicaba la joven—, ¡que somos amigas, chica!

—¡Ja ja! ¡Perdona, Honoka! —decía entre risas.

Esta apasionada chica es Honoka Koizumi, tenemos la misma edad, aunque yo le saco un mes de diferencia... y también dos cabezas. Su cabello liso y recogido es tan castaño como sus ojos y piel. Nos conocemos desde tercer curso, ya que compartíamos la misma clase. Y este año nos ha tocado en la misma de nuevo. Ambas vestimos el mismo uniforme; chaqueta y faldas negras, medias largas blancas y el distintivo lazo rojo de primer curso de grado superior. ¡Ah, claro! Se me olvidaba: La academia.

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