; tres.

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EL GRUPO DE AMIGAS HABÍA rentado un auto para visitar el Lago di Garda. Ya habían visitado algunas tiendas locales y comieron en los restaurantes más recomendados según los familiares de Mariana, que habían vivido un tiempo cerca de ese lugar. La noche estaba cayendo y con ella un cielo oscuro pero lleno de brillos pequeños, miles de estrellas lo decoraban. Era la primera vez que Ofelia veía un cielo así de estrellado.

Sus amigas estaban bailando en uno de los botes cerca de la orilla del lago, eran muy buenas socializando con personas extrañas; pero ella no. Prefirió quedarse sentada un poco más alejada de las personas, por la mañana se iría a Colombia y no sabía qué le esperaba allí. Había practicado su español y pedido muchísimas recomendaciones en internet para que su estadía ahí no fuera un caos. Aún así, sentía miedo. Las chicas le habían dicho que a lo mejor podría encontrar su amor en ese viaje, pero no era para nada el propósito real.

Miró las estrellas y sacó su preciado diario, siempre lo llevaba en su bolso junto a un lapicero que su amiga de la infancia le regaló hace muchos años. Escribió en él, expresó lo que sentía, lo que pensaba, e incluso creó una pequeña carta dirigida hacia su futuro amor.

"Desde que tengo memoria había soñado con un amor extraordinario, y desde ese momento me dediqué a encontrarlo.
Busqué sonrisas y miradas mientras bailaba, alguien que me pidiese que le compartiera mi lectura de cada día y pudiese aprender cada una de mis manías. A quien le pudiese contar la historia de la cicatriz en mi rodilla, el nombre de mi gata, mi familia y el por qué detesto el nombre de mi padre. Alguien que quisiera cantar conmigo aunque ninguno sepa hacerlo, o que simplemente baile conmigo sin preocuparnos demasiado en pensar si estamos moviéndonos correctamente. Un hombre a quien yo pueda mirar mientras baila, y sonreír mientras lo admiro. Aprender cada una de sus manías y la historia de esa cicatriz. Alguien que confíe en mi cada uno de sus sueños, miedos y que tenga tantas esperanzas como yo en la vida; y en el amor.
No lo encontré.
No lo logré.
Por un momento eso me hizo sentir sola, y después lo entendí. Así que, te lo contaré.

Querido futuro amor:
Ojalá nos encontremos cuando menos lo esperemos. Ojalá nos miremos y regalemos sonrisas fugaces a pesar de que aún no sepamos que estamos destinados a ser, juntos.
Ojalá sepas respetar y valorar la individualidad, ojalá quieras compartir tu vida conmigo (al menos esas pequeñas partes en las que te nazca hacerlo), ojalá tengas mil sueños y que de alguna manera se junten con los míos.
Ojalá te gusten los abrazos y quieras escucharme mientras leo un libro cualquiera, ojalá me hables de cada pequeña cosa que te apasione, ojalá nunca dudes de lo feliz que me hará oírte hablar sobre tu felicidad.
Ojalá ambos tengamos la fortaleza para retener nuestro amor, ojalá nunca dudes de lo que siente mi corazón.
Mientras llego, sigue haciendo eso que te apasiona o esfuérzate por encontrar tu chispa. Aprende nuevas cosas si eso quieres y crece, crece conmigo aunque no sea junto a mi.
Querido futuro amor, ojalá seas mi último amor."

Lloró mucho mientras escribía, y sus amigas lo notaron a lo lejos. Tal vez ese abrazo que le brindaron fue la mejor forma de despedirse, al menos hasta regresar del voluntariado y poder volver a ser y hacer las mismas cosas de siempre. Tal vez el cielo presenció el momento de amor y amistad verdadera y por eso les quiso regalar una estrella fugaz, ante la cual casi todas desearon lo mismo: que Ofelia pueda ser feliz... aunque ella deseó otra cosa: que ese momento jamás acabara.



EL ÚLTIMO LLAMADO PARA EL VUELO llegó, la castaña se despidió de sus mejores amigas después de colgar la videollamada con sus padres, prometiéndoles a todos que iba a tener cuidado y que les avisaría cuando llegara a cada escala, pues el viaje era sumamente largo y pasaría más de 40 horas de avión en avión, les recordó cuánto los amaba y que tan solo en unos meses estaría de vuelta con ellos. Inició el vuelo hacia Alemania, pasaría a España, Cancún y llegando a Bogotá empezaba su sueño. Al fin lo estaba logrando, al fin lo estaba cumpliendo y la felicidad la consumió por completo desde que puso un pie dentro del avión. Nuestra Ofelia por fin se sentía feliz y ese sentimiento aumentaría tan pronto como llegara a ayudar a todos esos animalitos que desde ya amaba con todo el corazón.

𝐜𝐚𝐫𝐭𝐚 𝐚 𝐣𝐮𝐥𝐢𝐞𝐭𝐚 ; charles leclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora