03. meta

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Ojalá los hubiera ignorado.

Llámenlo culero, pero ahora estaba pasando el rato más extraño de su vida—no realmente, pero si era bastante raro— en lugar de, no sé, ¿ganarse el corazón de su amado?. En cambio, estaba utilizando su tiempo para socializar con tres argentinos que buscaban transportar a una hormiga con coditos cocidos. ¿Por qué hacían eso? ¿De dónde sacaron la comida? Según recuerda, todos ellos compran en la cafetería de la escuela.

— ¿Qué se supone que estamos haciendo?— El castaño estampó sus palmas contra su frente, sí, se sentía frustrado. No por sus amigos exactamente pero la situación lo hacía pensar que las cosas con Quackity no iban a ser cómo él quería. Ya saben, el cuento del amor de tu vida y todo el mundo poniéndolos a favor de enamorarse.

— Nada, la maestra dijo que hiciéramos una prueba sobre una sociedad y su manejo...o algo así. No preste atención.— Se nota— Che Rob, pásame el jugito de allá.

Robleis y Carrera siguieron construyendo lo que sea que estaban haciendo, el otro argentino estaba dibujando algo es su libreta.— ¿Qué haces Spreen?

El pelinegro tapó con su brazo su cuaderno y lo miró mal.— Pintando la concha de tu vieja.

Roier hizo sus brazos hacia arriba en rendición.—No me vuelvo a interesar en tu vida, pues.

Suspiró, y se recargó sobre sus brazos en la mesa.
Revaluemos lo sucedido el día de hoy.

Quackity. Ha. Terminado. Con. Luzu.

No debería sentir emoción por esa frase, pero lo hace. O no lo hace...no, no quiere que lo haga pero si le gusta como suenan todas esas palabras juntas.

Quackity y Luzu, ya no más. Esta vez es para siempre—porfavor, porfavor, ¡porfavor!—y por fin es capaz de quererlo sin sentir culpa de desear a alguien que tiene ojos para alguien más.

Se frotó contra sí mismo y sonrió, de manera suave y sincera. Quackity. El perfecto Quackity al que quiere descubrir en todas sus facetas, al que quiere escuchar cada una de sus anécdotas o analogías, al que quiere hacer sonreír para siempre.

Estoy muy enamorado, ¿en qué momento pasó?. Levantó su cara y abrió sus ojos, encontrándose a Quackity a metros suyo, como siempre lo había sido, irrealizable, un sueño irrealizable pero que siempre había existido la esperanza.

Lo miró, su sonrisa que cerraba sus ojos, el cabello que le caía sin ataduras, luciendo tan fresco y carismático con solo una expresión, que transmitía pureza y tranquilidad.

Suspiró, realmente sorprendido por el efecto que tenía Quackity sobre él.

— ¿Qué tanto le miras al pato?— Spreen lo asustó desde atrás, cuando lo vió notó su ceño fruncido.

— ¡Nada!— mordió su labio y estaba dispuesto a desviar el tema— ¿sabían que Quackity terminó con Luzu?— nunca dijo que lo haría bien.

Carre dejó de hacer lo que sea que estaba haciendo y lo miró.— Jodeme.

— No boludo, yo también supe— Robleis le dijo y sin disimular, vió fijamente a Quackity con una sonrisa.— El wacho literal le aventó su sudadera en la cara y le dijo que no lo quería volver a ver en su vida.

— No fue así.—Spreen interrumpió. Los tres lo miraron interesados.— Che, tampoco sé todo, pero no creo que sea algo de mucho tiempo...ya saben, siempre es igual para ellos.

— Igual no sé eh—Robleis sonrió y la emoción que reflejaban sus ojos no le gustó nada a Roier.— Puede que Quackity por fin se haya hartado de Luzu, capaz y ya tiene a alguien mejor.

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