Mentir, Engañar.

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Las mentiras no están mal si es para cuidar la salud mental y la inocencia de un niño, pero, tampoco está bien vivir engañado y ser tomado como un idiota.

Ese día Pinchimono estaba tranquilo en casa, Negas por su parte apenas iba de camino a casa, se había quedado en el bar a tomar un trago para despejar su mente, estaba estresado del trabajo y lo que menos quería era ver a su «Esposo».

Al llegar, vio a Pinchimono comiendo algo similar a la carne, ya suponía que algo había detrás de esa «Carne» pero no quería discutir con él, pues, ya era algo normalizado para ambos, aunque ahora el castaño solo quería dormir.

—Hola amorcito, ¿Dónde estabas?

Dijo sonriendo el joven azabache, su tono era de por sí extraño, él no solía hablar tan cariñoso, a lo que Negas ya suponía que algo había hecho y por eso estaba tan malditamente empalagoso, algo que, si bien, no le molestaba, tampoco le agradaba demasiado, menos cuando venía aún estresado de su larga jornada laboral.

—Estaba en el trabajo

Le respondió fastidiado el castaño, mientras se dirigía al baño, iba a lavarse los dientes, era obvia su mentira, por la pestilencia a alcohol y las marcas de labial en su cuello, había estado con alguien más, Pinchimono ya lo había notado.

Apestas a alcohol y a perfume de mujer... ¿Por qué?

Pregunto el azabache tomándolo por la espalda y recargando su cabeza en el hombro de su pareja, notando aún más ese olor a alcohol y perfume de mujer, Negas solo gruño con molestia.

—Estás delirando, yo no apesto a alcohol, y menos a perfume de vieja, ¿¡Me crees capaz de ser infiel?!

Dijo mientras se volteaba y le daba un cálido beso, después de todo, él no iba a decirle que se había ido al bar a beber y pasar un buen rato con alguien más y así delatarse.

Ambos se fueron a dormir, o por lo menos Negas, porque Pinchimono estaba mirando a la nada, con ganas de gritar por lo estúpido que se sentía, Negas le estaba mintiendo... y eso no se lo perdonaría, menos al saber que le fue infiel...

Salió de la casa cuando noto que Negas estaba dormido por completo, pregunto en el bar y oh sorpresa, ahí seguía la mujer.

El azabache no dudó en "ligársela" llevarla a casa y matarla. No dejaría que nadie más estuviera con su esposo, él era solo suyo... aunque también pagaría las consecuencias...

V I O L E N T O M E T R ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora