Capítulo I

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Es un hecho de la vida que por más que lo intente, no podré zafarme de estas responsabilidades. Y confieso que he hecho de todo, bueno... casi. Heme aquí, sentada en frente de miles de desconocidos, sonriendo por razones que no me competen y como un "adorno" a la vista; sólo porque la esposa de mi primo está con los malestares propios del embarazo y no puede asistir a este tipo de eventos sin vomitarle en la cara a todos los mandatarios presentes y eso, no favorecería a las relaciones internacionales ¿o sí? ¿Cuántas veces en tu vida te vomita encima una princesa? En fin, estoy escuchando un discurso del cual sólo he comprendido las palabras "derechos", "igualdad" y "apreciación" y estoy haciendo modos para no quedarme dormida, porque eso significaría faltar el respeto al Príncipe de Asturias, mí querido y bien amado primo hermano. Bueno, afortunadamente ellos terminan y puedo proceder a darles la mano a esos perfectos desconocidos que intentan caerme bien por razones que ni ellos mismos creen válidas y nos disponemos a posar para las cámaras. Me gusta mucho el conjunto que Letizia, mi prima y esposa de Felipe, ha escogido para mí. Es rosa pálido con bordes negros en los bolsillos y el dobladillo, resalta los pocos atributos que tengo porque sinceramente soy tan delgada que Felipe suele llamarme: LA TABLA o LA SOGA. Una falda que me llega a la mitad del muslo - porque yo tengo apenas 28 años y no debo parecer una anciana en público -y tiene una chaqueta abrigada porque en estos días está haciendo mucho frío y yo sufro de frío crónico. Nada puede abrigarme. Terminamos temprano y fuimos a cenar a casa de mis padres, o la que fuera su casa. Ahora solo es mía... soy la última que queda de los Borbón y Dampierre. Actualmente en mi querida España, tenemos muchos Borbones, pero los Borbón y Dampierre estamos en peligro de extinción, sólo quedo yo. Doña Vívica Sofía Emanuela de Borbón y Dampierre - Battenberg, pretencioso ¿no? Pues ese es mi nombre señores. Y aquí estoy, con unas ganas locas de esconder la cabeza en la tierra y tomar vacaciones de mi propia vida. Terminé una carrera que a las finales no puedo ejercer en su totalidad porque tengo que cumplir con las obligaciones que tienen las casas reales para sus miembros. "Trabajo fijo" que consigo, trabajo que tengo que abandonar. Soy historiadora y bibliotecaria de corazón. Estoy especializada en la historia inglesa del siglo XV al XVII y ¿por qué? Para convencerme de que mi familia no es quién la pasó muy mal en su vida, sino que otros la pasaron peor. Estaba enseñando en la Universidad Complutense de Madrid, por un periodo considerable de cinco meses y por primera vez creí que realmente podría trabajar como cualquier ser humano, cuando mi prima Letizia se embaraza y ahora tengo que ir de la "cola" real con Felipe. Esa noche, reconozco, estaba ya cansada. No se supone que yo deba hacer esto. Por lo general, son mis otros primos y primas los que están más que dispuestos a codearse con los demás "royales". Es cierto, son gente muy divertida y no se tiene que formar colas largas para entrar a locales exclusivos y te dan las mejores mesas en los restaurantes, pero hay días en los que realmente quieres disfrutar de la privacidad de ser NADIE. No me malinterpreten, nadie en sentido figurado. A no tener un nombre que está por demás relacionado a una de las historias más tristes de un país, la de mis padres. Soy hija única y si bien es cierto, mi tía la reina dijo que mis hijos podrían tener mi apellido para que no se pierda el de mis padres, no estoy contenta con el hecho de ser la última. Dicen que eso me ha convertido en una persona triste y solitaria, pero siempre he tenido esa tendencia. No a la tristeza pero sí a la soledad. La disfruto y me gusta llenarla con libros y música. Adoro la compañía de mis escasos amigos y sus conversaciones triviales, pero entre estar acurrucada con un buen libro y una deliciosa copa de vino a ir de fiesta y no regresar hasta que salga el sol, prefiero lo primero. Durante la cena estallé y en frente de sus reales majestades, que por suerte me tratan como si fuera su hija, dije que quería ir de vacaciones. Ni siquiera había pensado a dónde demonios ir. Pero lo dije y notando la desesperación en mi mirada, mi adorado tío el rey dijo con su voz ominosa y paternal: y decidme querida Vivi - odio ese apodo, pero es mi tío Fernando y ni modo.

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