01| ❝Santa madre, pobre ilusa❞

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—¡Casi me matas! —exclama el chico de la motocicleta cuando me ve salir del carro. Su voz tiembla por la respiración acelerada después de, probablemente, los cincos segundos más intensos de su existencia.

Pongo los ojos en blanco.

Cuánto drama.

—Ve el lado bueno, novato —comienzo, acomodando el paraguas sobre mi hombro mientras me vuelvo hacia él—, no lo hice.

Ian Di Angelis frunce el ceño incrédulo ante la tranquilidad e indiferencia con la que pasó por su lado hacia las escaleras del instituto, dejándolo allí, bajo la lluvia torrencial de septiembre luego de casi haberlo atropellado mientras él aparcaba su motocicleta.

Lo escucho bufar cuando me encuentro a unos pasos de la entrada y poco después, al darse cuenta de que su bota quedó atorada entre la acera y mi carro, descubre cual fue mi verdadero objetivo.

—¡Heather! —Llama, haciéndome sonreír—¿Podrías...? Tu auto...

En respuesta, hago sonar la alarma del carro y sin mirar atrás, ingreso a la preparatoria.

De inmediato me recibe la calidez del edificio, contrastando con el frío clima otoñal del exterior, dónde Ian sigue luchando por liberarse. Casi me siento mal por él.

Pero pasa al último de mis prioridades cuando veo a mis amigas llamándome junto a los casilleros. Bueno, en fin.

El rival de tu novio es tu enemigo después de todo, ¿no?

—No creo que ese refrán exista —suelta Ada con dificultad, intentando meter a la fuerza su libro de física entre el montón de apuntes, hojas, prendas de ropa y chucherías que hay en su taquilla—, pero como no tengo novio no opino —agrega poco después, abandonando la tarea para comer un dulce que encontró entre el desastre.

—Aguarda —comienza Aisha—, ¿entonces tú y Jaeden ya están saliendo? ¿Oficialmente?

La de cabello rosado, aún con el dulce en la boca me mira con el ceño fruncido, como si recién notara las palabras que había usado. La expresión de la morena de rizos a su lado no era muy diferente que digamos.

—No aún —suspiro, alisando la falda escocesa azul que había elegido llevar ese día—. Pero estoy trabajando en ello —aseguro.

—¿Y molestar al novato te está funcionando? —Replica la de rizos, señalando sutilmente hacia la entrada del lugar.

Ian acababa de ingresar, y con él, un gran charco de lluvia que le seguía como sombra. Su cabello, su vestimenta y básicamente todo él goteaba, llamando la atención de varios a su alrededor. Esto empeoró más cuando decidió quitarse la chaqueta de cuero, quedando solo con la básica camiseta blanca que llevaba debajo. Lo cuál no parecía dar suficiente abrigo teniendo en cuenta que se transparentaba allí donde la piel y la tela mojada se juntaban.

Oí el suspiro casi contenido de Ada y vi el ligero cambio en la expresión de Aisha. Las demás personas del pasillo parecieron sufrir el mismo efecto magnético del recién llegado. Y no fui la excepción.

La patética imagen casi me hizo sonreír.

—No lo sé —le respondo a Aisha, llamando su atención—. Esa es solo una diversión extra.

Como si me hubiera oído, al otro lado del pasillo, el jugador de lacrosse me vio. Las promesas de venganza ardiendo bajo esa oscura mirada furibunda que me lanzó.

Para molestarlo aún más, le saludé con toda la dulzura e inocencia que pude fingir. En respuesta, el chico puso los ojos en blanco y siguió con su camino.

Cómo lidiar con la princesa (CL#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora