Capítulo 3

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Un sudor frío bajó por mi frente, había recordado que el señor Hajime me había dicho que iba a mandar el contrato a la tienda... ¡Mierda!, ¡debí venir antes! Me regañaba mentalmente. El gerente sabía perfectamente quien era el señor Hajime y a qué se dedicaba... Sí yo me empezaba a relacionar de "esa" forma con él... Lo más probable es que pierda el trabajo, el dinero seguro de cada mes se iría al caño. Vamos Uraraka, respira, no te adelantes...

Ambos llegamos a su oficina, me senté en la misma silla como cuando el señor Kokonoi me llamó hace unos días. Trate de concentrarme en mi respiración.

—Ya sabrás porque te pedí que habláramos en privado, ¿No?— asentí apenada, él soltó un suspiro agotado.

—Es increible que hallas aceptado algo tan ridículo, ¿¡Tan codiciosa eres niña!? ¿Tanto como para meterte con un gánster?— me regañaba el gerente, aunque, en parte no lo culpo, él no sabe lo de mis problemas económicos. Aunque en cierta parte tiene razón, tanto él como el señor Hajime, cuando ayer me dijo que parecía impulsiva.

"Ellos no lo entienden porque no ven que el dinero no sólo es una moneda de cambio, lo es todo"

Susurró una vocecita en mi cabeza. El gerente siempre contaba que viene de una familia de clase media, que nunca le faltó el dinero más de lo necesario, es cierto... No entiende este dolor, no entiende la desesperanza de carecer de plata, aunque nadie lo entiende por completo hasta que lo necesitas, es más, era igual que él antes de que pasara lo de mi padre... Hay personas aún más desesperadas que yo en estos momentos... Si alguno en una situación similar tuviese la misma oportunidad que yo, la aprovecharía, esto no es una novela juvenil en dónde una prota pick me, aún con problemas económicos rechaza el dinero del hombre rico... No, yo no seré así, tengo el suficiente cerebro como para comprender las consecuencias y aceptarlas.

¿Esto es correcto? Claro que no, pero estoy desesperada, la desesperación te hace ser impulsiva.

—Usted no entiende— susurré, a lo que él alzó una ceja.

—¿Que dijiste?—

—Dije que no entiende, usted no comprende mi situación— me levanto tomando una bocanada fuerte de aire—Mi amado padre se debate entre la vida y la muerte, mi madre cada día está más débil, las facturas se acumulan, debo mantener mi beca y venir a trabajar, ¡Si puedo ayudar a mejorar esta situación lo haré!— no grite, porque aunque la oficina estuviera lejos de la tienda, un ruido fuerte si se escucharía.

El gerente me miró sorprendido, soltó el aire y se pasó la mano por la cara. Si me despiden por esto... Lo más seguro es que muera de culpa, aún así, no me arrepiento de mis palabras.

—Veo que por ahora, no querrás entrar en razón, lamento lo de tu padre, en verdad, sin embargo—Hizo una pausa— ten en cuenta que hay otras formas de ayudar a tus padres, aún así, sí decides continuar con esta locura— se acercó a uno de los cajones del escritorio y sacó un sobre amarillo, ese debía ser el contrato.

—Procura no involucrarnos, con lo único que nosotros debemos lidiar es con señoras egocéntricas con más plata que consideración—golpeó el sobre que estaba en la mesa, camino junto a mi lado antes de irse— Léelo en tu descanso—

Salió con un portazo, me quedé ahí, paralizada por unos instantes más... ¿Que era está nueva sensación? Es como un impulso que me empuja, pero no como una palmadita, es una patada en el culo que me grita que corra, no para huir, sino para avanzar. Sonreí en soledad, quizás... Sólo quizás, tomé una buena decisión.

Luego de ello, el día siguió con naturalidad, atender clientes, cobrar, hacer inventario, etc. Hasta que, llegó el descanso, comía unas galletas mientras leía los papeles del sobre amarillo.

Ya no codicio sólo el dineroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora