Los ojos que todo lo ven: Gojou Satoru

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Conoció a esa chica cuando eran pequeños en una de esas formales -y estúpidas, en su opinión- reuniones de clanes, se llevaban tres años de diferencia, siendo él el mayor de los dos.

En un primer instante no le había llamado la atención, para un niño de 6 años aburrido de toda esa formalidad, solo quería irse a alguna otra parte que estar allí encerrado con tantos viejos. De pronto, por el rabillo del ojo alcanzó a distinguir una silueta de energía maldita demasiado grande, pero al buscarla con más atención, parecía haber desaparecido y ser solo parte de su imaginación.

Bufó, acomodándose mejor en su asiento, pensando sin parar en esa energía tan rara, dudaba que se la imaginara de la nada y nadie reaccionase a ella, aunque claro, no había nadie más tan sensitivo como lo era él, y, aun así, fue tan fuerte y anormal que claramente era algo que no pasaría desapercibido.

Regresó su vista a donde vio aquella forma, notando por fin a la pequeña niña escondida a más no poder detrás de las piernas de quien parecía ser su madre, pareciendo querer pasar desapercibida entre tanto adulto -cosa que lograba, nunca se hubiera dado cuenta de ella si no fuese por su curiosidad-, apenas alcanzaba a ver su corta melena de un color negro azulado y el kimono azul claro con flores moradas y rosas dibujadas, debido a que estaba de espaldas a él.

Se encogió de hombros, mirando aburrido a otro lado. "Tal vez si fue mi imaginación", terminó por pensar, sacando el aire lentamente entre los dientes.

Unos minutos después, la reunión dio comienzo por fin, quedándose de pie un hombre de cabello castaño largo y unos extraños ojos blancos, en su "humilde" opinión, parecían de muerto. Junto a él se encontraba la mujer con la niña todavía detrás de ella.

—Hyuuga-sama, nos alegra tenerlo a usted y su mujer con nosotros este año —habló el responsable de todo ese teatro, un anciano de alrededor de 60 años, calvo, casi en los huesos y con una barba blanca que llegaba hasta el suelo al estar de rodillas.

—Es un placer, como representante de la aldea de Konoha, asistir a esta reunión. Esta vez tengo un comunicado que hacerles —bajó la mirada, extendiendo la mano hacia la niña, quien se escondió más detrás de su madre. La mujer sonrió cálidamente, susurrándole algunas cosas hasta que pudo hacer que avanzara hasta su padre y tomara su mano, ocultando la mitad de su rostro con la manga de su kimono, dejando solo los ojos a la vista—. Esta es mi heredera, Hyuuga Hinata, a partir de este momento me acompañará a las reuniones que se celebren.

Los demás, exceptuando al niño del clan Gojou, hicieron una reverencia en señal de respeto hacia la pequeña. Bajó la mirada avergonzada, ocultando sus aperlados ojos de todos.

Hiashi dejó que su hija volviese con Hikari, su esposa, y se arrodillo al igual que los otros, dando como iniciada la reunión.

A lo largo de media hora se estuvo hablando de temas relacionados con los shinobi y los hechiceros, en los cuales, el Hyuuga se mostraba bastante participativo, mientras que Satoru se había aburrido tanto que simplemente miraba alrededor sin prestar mucha atención, para eso tenía a su consejero.

Algo oscuro captado por el rabillo del ojo le hizo mirar hacia la niña, la cual se encontraba sobre el regazo de la mujer, jugando con una muñeca de trapo de kimono azul pastel. Se hubiera quedado observándola otro poco más, pero se aburrió con rapidez y desvió la mirada al techo, siendo mucho más interesante que su alrededor.

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La segunda vez que se encontraron, Satoru tenía 8 años y fue, de nueva cuenta, en otra reunión. Esta vez no venía la mujer Hyuuga en compañía de su esposo e hija, había escuchado que los demás asistentes daban sus condolencias por algo, más él no presto mayor atención.

Ojos que todo lo venDonde viven las historias. Descúbrelo ahora