Las gotas cayendo al agua que rodeaba el trono de huesos solo lo adormecían más de lo que ya estaba. El rítmico sonido del chapoteo se ajustaba a su respiración acompasada, provocando que poco a poco se hundiera en un sueño profundo.
¿En qué momento entró a este lugar? No lo sabía. ¿Por qué tenía tanto sueño? Tampoco lo sabía, lo único que llegaba a su mente era que debía dormir.
—Itadori-kun —esa voz, tan suave y melodiosa, justo como la que había oído antes de llegar a su "mundo interior", lo llamaba—. Itadori-kun.
—¿Quién...? —abrió los ojos, dándose cuenta de que estaba acostado en el suelo y unos orbes aperlados lo observaban preocupados, siendo Hinata quien estaba inclinada sobre él, arrodillada por encima de su cabeza.
—Al menos... —susurró con alivio—. ¿Puedes levantarte? —se apartó.
—Creo que si —se sentó tambaleante, experimentando un ligero mareo debido al sueño que todavía tenía—. ¿Qué ocurrió, Hinata-san? —al girar en su dirección, ahogó un chillido de miedo al ver a la mujer siendo abrazada por Sukuna desde la espalda.
La inusual escena causó un shock tan grande que lo hizo alejarse unos pasos de ella. Los brazos del Rey de las maldiciones la rodeaban por el estómago, ambos encontrándose arrodillados en la misma posición sin haberse movido ni un milímetro. Su "gemelo malvado" mantenía la cabeza oculta en el hombro izquierdo de la mujer, por lo que no podía ver su expresión.
—Por favor, Itadori-kun, necesito que te calmes —levantó las manos en un gesto de calma, sonriéndole levemente.
—Pe-pero...
—No te preocupes, está dormido.
—¿Do-dormido? —lejos de calmarse, se puso mucho más nervioso al no entender que ocurría.
—Te lo explicaré más adelante. Por ahora, necesito que te calmes —le dijo con total tranquilidad, como si un ser de pura maldad no estuviese aferrado a su cuerpo como un bebé a su madre, o más parecido a un koala, desde su perspectiva.
Pero gracias a eso, él mismo comenzó a relajarse, pareciendo que Sukuna no haría ningún daño y que la mujer tenía todo controlado.
—¿Me harías un gran favor?
—Claro. Eh... ¿Cuál?
—Necesito que golpees a Sukuna-san en el rostro.
Olvídenlo.
—¿¡Qué haga que cosa!? —toda la sangre desapareció de su rostro.
—Sé que suena muy drástica mi petición, pero si lo hago yo misma, no surtirá efecto alguno y solo hará que se aferre más a mi —como para comprobar lo que dijo, golpeó con su codo el costado del hombre-maldición lo más fuerte que pudo dada la posición, logrando solo sacarle un bufido y que se removiera un poco, acomodando su mejilla sobre el hombro femenino. Los brazos alrededor de su abdomen la estrujaron, acercándola más a él.
Con la nueva pose, Yuuji se dio cuenta que los ojos de Sukuna se mantenían entreabiertos, pero tenían la mirada perdida. Murmuraba algunas cosas, aunque eran inentendibles a sus oídos.
—Pero...
—Tranquilo, no te hará nada. No lo dejaré —le aseguró.
—No me preocupo por mí, sino por ti, Hinata-san —parpadeó sorprendida ante sus palabras y la mirada de preocupación pura que le dirigía. Sonrió enternecida, sonrojándolo.
—Estaré bien. Te lo prometo.
Se quedó unos segundos procesando la idea, pero al no tener nada mejor que hacer, asintió con un suspiro.
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Ojos que todo lo ven
RomanceOjos azules y perla se encontraron a una edad muy corta, los primeros siendo vistos por todos como algo maravilloso y los segundos ocultos del mundo bajo el manto de la tristeza y deshonra. Ambos ocultan un gran poder, uno más que el otro. Hyuuga Hi...