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Satoru había notado extraño todo el día a Megumi. No es que fuera raro que el pequeño erizo estuviera malhumorado o que se portara gruñón con él, no, más bien Satoru lo sentía distante y ligeramente evasivo. Además, de que podía olerlo, Megumi estaba molesto aunque dijera que no. Lo vio dirigirse en silencio a la cocina y dejar las bolsas sobre la barra para luego empezar a sacar las cosas y meterlas en el refrigerador. Usualmente, Megumi solía decirle algo mientras acomodaba todo, ya fuera que acomodara algunas cosas en las gavetas más altas o regañarlo porque había comprado demasiados dulces o pasteles; pero esta vez acomodó todo en silencio, ignorándolo olímpicamente. Al menos hasta que tuvo que acomodar los cereales y galletas de Satoru en la repisa de arriba. Megumi se puso de puntillas y acomodó la primera caja, la segunda y en la tercera sintió cómo alguien lo tomaba suavemente por la cintura mientras quitaba de su mano la caja del cereal para acomodarla sin problema sobre la alta repisa.

"Si necesitas ayuda, sólo dímelo". Susurró Satoru cerca de Megumi aún sin soltarlo. Megumi giró ligeramente su rostro y lo miró con su habitual cara de póker. No dijo nada, pero empujó disimuladamente a Gojo para zafarse de su agarre y continuar con su labor. Satoru se quedó quieto, dijera lo que dijera, Megumi nunca rechazaba ninguna caricia, ningún contacto por ligero que fuera, pero esta vez, definitivamente Megumi estaba enojado y lo había sentido así desde hace un par de semanas.

Su cena transcurrió en silencio, demasiado incómoda para el gusto de Gojo, aunque tampoco se atrevió a decir nada. Un par de minutos después, Megumi terminó su comida y Satoru lo escuchó dar las gracias antes de levantarse de la mesa.

"Megumi...". Gojo finalmente habló tratando de detener al niño; no sabía qué diría, pero necesitaba escuchar una palabra de Megumi, lo que fuera. Ese silencio lo estaba ahogando.

"Estoy cansado, así que iré a tomar una ducha antes de ir a dormir y tú deberías hacer lo mismo. Apestas". Megumi soltó la última palabra con molestia desapareciendo por el pasillo antes de que Satoru pudiera hacer algo y lo único que escuchó fue la puerta de la habitación del chico azotarse con fuerza.

Gojo se quedó en silencio mirando hacia el pasillo por donde Fushiguro había desaparecido. Las palabras de Megumi resonando en su cabeza. "Apestas". Esa sola palabra hizo eco en su cerebro. Satoru olfateó rápidamente a su alrededor y descubrió que Megumi tenía razón, no olía a él, al menos no totalmente. Mezclado con su aroma había un olor ligeramente afrutado y dulce, el inconfundible aroma de un omega marcando su territorio. Un omega que no era Megumi. Y de pronto, todo tuvo sentido en la cabeza de Satoru, la actitud de Megumi, su distancia, su molestia. Una palabra vino de inmediato a su mente. Celos. Megumi no estaba enojado, estaba celoso.

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