Capítulo 15 - Diez motivos

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¡Holaaaaa!

No. No voy a dejar la historia inacabada, no me he ido para siempre y no quería desaparecer como lo he hecho, os pido perdón.

Cuando acabé los exámenes lo que más quería era ponerme a escribir el capítulo porque lo tenía montado en la cabeza, solo me faltaba reflejarlo con palabras, pero no podía. Era sentarme delante del ordenador durante horas y no ser capaz de escribir dos palabras coherentes. 

No sé por qué, supongo que de todo el estrés que llevaba arrastrando, he pasado el mayor bloqueo que he experimentado en mi vida y hasta yo misma estaba flipando porque no entendía lo que pasaba.

Por suerte, estas dos últimas semanas he podido avanzar poco a poco y ya me siento con ganas de volver a escribir todas las cosas que tengo en mente. De verdad, que lamento muchísimo el haberos hecho esperar tanto. Os juro que intentaré que no vuelva a ocurrir.

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Estaba tirando por tierra todos y cada uno de mis principios en este momento. Durante todo este tiempo atrás había pasado por alto los comportamientos anormales que habían ido naciendo en mí como, por ejemplo, ofrecer aceitunas desinteresadamente —bueno, ahora pido algún que otro besito a cambio—, ceder el poder de controlar la música que suena en el coche o dormir acompañada.

Pero ¿conducir mi coche? ¿A MI Volvi? Debo tener fiebre o haber terminado de perder la cabeza por completo.

Tengo que confesar que pensé que Ellie iba a tener problemas para ponerlo en marcha porque cuando yo lo arranqué por primera vez se me caló dos veces, pero no se me ha dado esa oportunidad de reírme de ella. Aunque casi se me sale el corazón del pecho cuando vi que en un momento dado se tomaba la confianza suficiente como para comenzar a conducir utilizando una sola mano, pero decidí respirar hondo y seguir asesinándola en mi cabeza mirando por la ventana.

Siguió conduciendo tranquilamente por la carretera principia hasta llegar al desvío de la universidad, el cual se pasó de largo. Alterné la vista entre ella y el camino escogido repitiéndome una vez más que esto había sido una muy mala idea. Una muy, muy, pésima, fatídica, catastrófica idea.

Hacemos este camino casi a diario, ¡¿cómo se ha podido equivocar?!

—¿Qué haces? No es por aquí.

Nunca más le dejo el coche. Me estoy pensando incluso si la dejo subirse.

—Lo sé —me miró de reojo, esbozando una sonrisa.

Abrí la boca, completamente incrédula de que lo haya hecho a propósito.

—¿A dónde vamos?

—Ya lo verás? 

¡UGH! No me gustan las sorpresas. ¡No me gusta no saber qué está pasando!

—¿Me estás secuestrando?

—Posiblemente. ¿Algo que decir?

Muchas cosas, pero nada bueno.

—Dime dónde vamos.

—No, pesada.

—No puedes llamar pesada a la futura madre de tus hijos.

Ellie soltó una risita y yo tuve que contenerla. Desde que le dije esa frase por primera vez la frecuencia con la que me llama pesada había aumentado exponencialmente. Sin embargo, a mí me encantaba decirle esa respuesta tanto como a ella oírla.

Me dejé secuestrar, esta vez sin decir una palabra —aunque seguía teniendo muchas quejas en la punta de mi lengua—, repartiendo caricias en el dorso de la mano de Ellie.

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