Capítulo 2: El mensaje.

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Te extraño, no puedo evitarlo. Lo siento.

Regresé a casa tras el funeral, Josh seguía encerrado en su cuarto y tanto mamá como papá, no estaban. Me encontraba sumida en un profundo sentimiento de vacío. La ausencia de Noah se hacía evidente en cada rincón de la casa, recordandome constantemente la pérdida que acababa de sufrir. Intenté seguir con mi rutina habitual, pero nada parecía llenar el vacío que sentía en el corazón.

Abrí la nevera y saqué la botella de leche, la dejé en la encimera mientras preparaba un café en la cafetera. Debería haber elegido un café solo, fuerte, para quitarme de encima el mal sabor de boca que todo esto me había dejado. Pero tampoco quería hacerme un agujero en el estómago, así que me limité a agregar las gotas de leche equilibrando mi bebida.

No le puse azúcar, que supiera feo, amargo como me sentía en ese momento. Un pequeño sufrimiento para sentirme menos miserable. Y sabía que era una tontera, nada de lo que hiciera serviría para mitigar el dolor que me consumía, dejando solo migajas de lo que alguna vez había sido.

Porque nunca volvería a ser lo mismo, sin Noah, el mundo había dejado de girar para mi. Se detenía y se quedaba en silencio frente a las sombras saltarinas que lo rodeaban.

Todo lo que hiciera ahora, carecía de sentido.

Busqué en los estantes de mi cuarto y saqué un libro que llevaba meses queriendo leerlo, abrí sus páginas pero las palabras se desdibujaban frente a mis ojos. Nada cuadraba, no era lo que esperaba. Deseaba encontrarlo a él entre esas páginas, una señal, un guiño.

Intenté ver una película, puse Harry Potter, la uno. Eran sus películas favoritas, yo no las había visto pero él las amaba. La película empezó, pero la trama parecía inconexa y vacía. No era lo mismo verla sin él, qué pena no haberlo hecho en su momento.

—¿Vienes? —dijo mi hermano saliendo de su habitación. Al fin se dignaba a hacer su aparición.

—¿A dónde vas?

—A ver a su madre, ella siempre fue buena conmigo y por una hora haré de cuenta que nada de esta mierda sucedió.

—Voy contigo— le dije y agarré el abrigo entre las manos.

Montamos en la moto.

—Ponte el casco —me obligó mi hermano. En esos momentos había perdido la noción del peligro y no me importaba. ¿Por qué debía ir segura si Noah no había podido? —Ponte el casco o no vienes. —Insistió.

—Ya, no me grites. —Me puse el bendito casco y Josh pisó el acelerador. El viento soplaba suavemente en mi rostro mientras recorríamos las calles. Lo necesitaba, necesitaba al viento que se llevaba mis lágrimas, que me abrazaba fríamente y me susurraba recuerdos de cuando fuimos todos juntos en moto al cine, a ver la premiere de Avatar. Noah había estado una semana hablando de la película.

Sentados en una fila, yo había quedado entre él y Marc. Comiendo del mismo bote de pochoclos, mi mano rozó la suya y avergonzada la quité bruscamente tirándole el bote entero encima.

—¿Pero qué? ¿Estás bien? —me había preguntado sonriendo. —¿Quieres que salga a comprar más?

—No, no. Tú deja, yo voy— dije levantándome del asiento, sintiéndome la más tonta del mundo. Marc me había seguido, pensando que algo me ocurría. ¿Pero cómo explicar que lo único que me pasaba era que quería a su hermano?

Marc siempre había sido cuidadoso conmigo. Y aunque también me llevaba unos años, congeniábamos muy bien.

Había sido un hermoso invierno ese, tardes de chocolate caliente y juegos de mesa en casa. Mis padres se habían ido de viaje solos y eso nos dejó la casa vacía, para organizar nuestras pequeñas fiestas. A veces también había venido Rose, la novia de Josh y eso me encantaba porque me dejaba a Noah para mi sola, sin tanta posesión de mi hermano.

Hasta el último instanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora