Sentí como me estaba despertando, primero confusión y luego... por favor, por favor que esté en el pasado.
Abrí los ojos lentamente, hacía frío, el aire estaba frío, ¿será? Estaba tapada con algunas mantas. Me enderecé y tanteé el celular debajo de la almohada, miré la fecha. Cinco de diciembre de dos mil veinte y dos. ¡Gracias cielo, gracias al cosmos o a quién fuera!
Notificaciones, no, no tenía. Pero sí tenía una tarea que hacer. Busqué el contacto de Noah, nunca le había enviado un mensaje, eso debía cambiar.
S: ¡Buen día!
¿Quieres ir a tomar un helado esta tarde? Tengo algo que contarte.
Enviar.
Esperé, no hubo contestación y me pregunté si había hecho bien. No importaba, si esta vez no lo lograba, lo haría la siguiente, me dije a mi misma. Así que dejé el celular de lado y me vestí.
Me puse lo primero que encontré que no fuera de dormir. Un poco mal combinada, un poco así nomas. Esa era yo.
Me até el pelo en una cola de caballo y salí del cuarto preparada para desayunar, no sin antes detenerme en el baño a lavarme los dientes.
Mamá estaba tomando un café en la mesita de al lado del sofá. Estaba sola, papá ya se había ido al trabajo.
—¿Café? —pregunté— qué raro que no estás tomando un té.
—Necesito algo más fuerte hoy.
—Vale, yo también— me alejé.
—¿Pasa algo? —preguntó.
—No precisamente.
Papá había comprado una de esas nuevas máquinas para hacer café en cápsulas. Yo nunca la había usado aún.
Con curiosidad, examiné la máquina y me sentí intrigada por la idea de disfrutar de una taza de café caliente y reconfortante. Saqué una cápsula de café de la caja y la coloqué en el compartimento correspondiente. Elegí la intensidad y el tamaño de la taza en la pantalla táctil de la máquina, y presioné el botón para que el proceso de preparación comenzara.
Mientras el café se elaboraba, el aroma llenaba la cocina.
Tomé la taza con ambas manos, sintiendo el calor a través de mis dedos. Inhalando el aroma del café recién hecho, dí un sorbo, permitiendo que el sabor reconfortante se deslizara por mi garganta.
El café se convirtió en algo más que una bebida. En un ritual diario, en un momento de tranquilidad y reflexión. Disfruté del café, me sentí envuelta en una sensación de calma y serenidad.
Tenía tantas cosas que pensar, que sopesar y prepararme para ello. Solo un día, por el momento. Pero un día al fin para pasarlo con él. Cruzaba los dedos porque estuviera libre sin otro compromiso.
N:
¿Un helado? ¿Notaste que estamos en invierno?
Me hizo sonreír al ver el mensaje, y si, lo había notado pero el helado era rico todos los días del año.
S:
Estoy consciente de eso, pero no puedes negarte al encanto de un helado.
Esperé su respuesta, llegó casi al instante.
N:
Vale, pero solo porque eres tú. Dime dónde.
Lo tenía, ya solo era decirle dónde y cuándo.
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Hasta el último instante
Ficção AdolescenteSarah está destrozada por la trágica muerte de Noah. Pero un extraño giro del destino le otorga una segunda oportunidad cuando despierta en el pasado, seis meses antes de la fatalidad. Determinada a evitar la muerte de Noah, Sarah se embarca en una...