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Connie

Abrí los ojos confundida. Lo primero que sentí fue la el dolor de cabeza junto a la sensación de resaca en todo el cuerpo.
Estaba en una cama enorme en plena oscuridad y lo último que recordaba era a ese a hombre.

Aun que en realidad estaba muy cómoda. Seguro que era un colchón viscoelastico de esos que me quería comprar.

¡Buenos días!-escuche la voz de un hombre, ¿Espera? Esa era la misma voz del hombre de anoche.-¿Tienes resaca mi amor?-este mismo encendió la luz dejandose ver.

No recordaba haberme ido con él, sin embargo no recordaba nada después de haberle hablado.

-¿Qué pasó ayer? ¿Cómo llegue aquí?-pregunte, la luz me quemó los ojos por un momento.

•••

Connie parpadeó varias veces, dejando que sus ojos se acostumbraran a la luz repentina. ahi estaba él, con esa sonrisa que parecía demasiado amable como siniestra.

-¿Resaca?-repitió ella, levantando una ceja con escepticismo-No, no es eso. Es más una... sobredosis de confusión. Y una pizca de "¿dónde está la salida más cercana?"-Se hizo la graciosa.

El contrario rió, un sonido que resonó en la habitación con más eco del que Connie hubiera esperado.

-Oh, cariño, no hay salidas en el amor... Y de aquí tampoco-dijo lo último con un tono mucho más serio, haciendo estremecer a la chica.

Connie se cruzó de brazos, evaluando la situación, encogiéndose en su sitio y poniéndose alerta.¿Cómo se iba a tomar esto?

-Bueno... - empezó ella, con tono dudoso-, creo que me voy a ir llendo-Tanteo el terreno incorporándose en la cama con intenciones de ir hacia la salida. Él se acercó a la cama, su mirada fija en ella.

-Creo que no lo has entendido, hermosa- Él hombre la tomo con delicadeza de los hombros, pero con firmeza y la volvió a acostar. -Sé que tienes resaca, te traeré algo de beber y unas aspirinas- Mientras decía eso le acariciaba los hombros y por último le beso la frente para salir por la puerta.

Connie se quedó quieta en la cama, espectante. Pensando, ¿Que demonios es esto? Pero no se lo pensó dos veces para levantarse de un salto e ir hacia la puerta. La cual estaba abierta.Tras está, había un largo pasillo, muy elegante cabe destacar.

Antes de que Connie pudiera llegar más lejos, chocó. Contra un pecho duro en su cara. Tuvo que mirar hacia arriba para verle la cara. Antes no había notado la diferencia de altura tan abrumadora.

El hombre la miró arqueando una ceja incrédulo y descontento con su abandono de la habitación.

-¿Estás perdida?-El corazón de Connie dio varios saltos del susto. Empezaba a sentirse cada vez más asustada.

-oh, s-sí, estaba buscando la salida, ¿Me podría indicar por donde es?-Algo dentro de ella aún pensaba que con pedirlo con educación bastaba.

Francis ahogo una risa y le entregó un gran vaso de agua. El cual la chica, tomo. No pudo evitar tomar grandes tragos hasta la mitad, haciendo que el ruido de su cabeza disminuyera. Se sintió hidratada de nuevo.

-¿La salida de dónde?-Cuestiono, complacido de verla beber gustosamente.

-de este lugar-obvió y señaló a sus alrededores.-por favor...-Pidio con la voz más dulce que tenía. Acto que conmovió al contrario, pero no lo suficiente como para considerar cambiar de opinión.

-Tan tierna...-susurro para sí mismo-Pero no, como dije antes, no hay salida.-

-¿No hay salida? ¿Y cómo he AAAh...- grito sobresaltada cuando Francis la coloco sobre sus hombros con una mano. Tubo que hacer malabares para no derramer el vaso de agua en su mano.

La volvió a llevar a la misma habitación, acostando la nuevamente en esta.
El cuerpo de Connie agradecía todo el cuidado, pues se sentía como si un camión le hubiera atropellado la noche anterior.

Pero su mente le decía lo contrario, ¿Quién era este hombre que insistía tanto en que no había salida? ¿Que significa eso?

•••

-N-no entiendo... ¿Porque estoy aquí? ¿Porqué no dejas que me vaya? Quiero irme a mi casa...- Insistió la chica, empezaba a funcionarle bien el cerebro. Y se dio cuenta que ese pasillo no podía estar dentro del barco y que no sentía el movimiento de este. ¿Ya no estaba en el barco?

-Ten, mi amor- Francis le dio la caja de aspirinas ignorando sus dudas. Con desconfianza las tomo para leer que efectivamente lo eran. Se arriesgo a llevárselas a la boca, le dolía demasiado la cabeza.- No quiero que te asustes, estamos en mi casa, bueno- se corrigió con una expresión de ilusión en el rostro-Nuestra casa... tú casa~- Tomo la mano de la chica para darle un beso, en realidad varios, con "cariño".

Connie no sabía que hacer, estaba en shock. Termino de tomar el agua.

-no lo entiendo- Se repitió, más para sí misma que para él hombre a su lado-
!Quiero irme a mi casa!- Demandó, ahora con más carácter.

La paciencia del hombre empezaba a ir cuesta abajo.

-No vas a irte a "tu casa"- Se burlo haciendo comillas con las manos, en tono más enfadado prosiguió- Mira, será mejor que no andes dándole vueltas a esa cabecita hermosa tuya- Se levantó de golpe dirigiéndose al armario. Lo abrió.- Toma, póntelo- tiro en la cama una réplica de uno de sus pijamas. Un short de seda y un top de tirantes.

-Esa ropa, no se ve comoda para estar en casa- volvió a su actitud amable.

La joven no dijo nada, ni siquiera estaba escuchándolo. No podía creerse, tampoco entender nada. Estaba más perdida que una puta en una iglesia.

-¡Connie!- Volvió a la realidad con su llamado.- Te lo he dicho, deja de darle vueltas- dijo irritado, sentía que no estaba poniendo de tu parte.

Decidió hacerle caso al hombre. Concluyó que aún no había signos de que pretendiera lastimarla físicamente. Pero las posibilidades podrían aumentar. Se quitó la parte de arriba y de abajo, quedando en ropa interior. No se sentía cómoda cambiándose frente a Francis, por toda la situación. Pero nunca le había importado que la vieran en paños menores.

Él, por el contrario, se sorprendió de que se cambia frente a él sin que tuviera que pedírselo. Ya conocía a su amada de sobra, pero las personas siempre pueden cambiar.

Se mordió el labio y apretó sus puños tras de si. Conteniendo la excitación que iba aumentando con cada nuevo plano de las curvas de Connie.

-no sabes las ganas que tengo de comerte, mi muñequita hermosa...-Susurro lo último. Y su mente vagó a pensamientos mucho más sucios. Decidió que debía dejarlos de lado por el momento.

Ese comentario la sonrojo, sin que pudiera evitarlo. Pero también la alarmó aún más, temiendo que la forzará a algo. Debía ser más precavida con este hombre.

Ya con el pijama, noto que la única diferencia era la talla. La cual era una más pequeña a la de su pijama original. ¿Este hombre había estado en su casa?.

FRANCIS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora