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Connie

Después de eso, me tomo fuerte de la muñeca y me llevo casi a rastras a su estudio. No había visto esa faceta tan violenta suya. ¿Será que escucho la conversación? No creo, si no, habría "consecuencias". ¿No?

—Te vas a quedar ahí, por graciosa— Volvió a dejarme sentada en ese sofá.

Se le notaba enfadado. Me la sopla, que se enfade. ¿Quién se cree? Yo soy la que debería estar enfadada, me ha secuestrado. ¿Sabes que? Yo también puedo ponerme tonta si quiero.

Me crucé de brazos y piernas y no le contesté. Gire mí cabeza en dirección opuesta a él, no voy a darle ni mi mirada, fíjate.

Él, al ver este gesto alzo una ceja, como si no pudiera creerse lo que estaba haciendo. Apenas lo vi por el rabillo del ojo. No me importa. Seguidamente escuche como echaba aire por la nariz y reprimía una carcajada. Estaba molesto, podía sentir la tención en el ambiente.

Me pregunté si debería parar de hacer esta tontería. Pero quería saber hasta dónde podía llegar él si le desafiaba.

Fueron pasando los minutos. Cinco, diez, quince. Empezaba a cansarme de estar en esa posición, pero me daba igual. Sí paraba ahora, ganaría él. Treinta minutos, llegué a una hora y cuando llegue a una hora. Un golpe en la mesa me sobresalto. Pero no cambie mi posición. Luego vinieron unos segundos de silencio y una respiración pesada por parte de él.

—¡MÍRAME CONNIE!— No lo hice.—¿No te cansas? ¡MÍRAME!— Repitió.

—No.

Escuche como se levanto violentamente de la mesa y ando con pisotones hacia mí.

—Vas a quemarte, mi amor— Podía notar la amargura en su voz. No voy a mentir, estoy asustada. Pero soy demasiado testaruda como para retractarme.

—Pues me quemaré— Respondi. Francis estaba enfrente mío. Si girase la cabeza me chocaría con su entrepierna. Idiota, ¿porque tiene que estar tan cerca? Espacio personal.

De la nada me apretó los mofletes con una mano y me obligó a voltear la cabeza. El se inclino, poniendo su cara a la altura de la mía.

Y de la nada, otra vez, me beso. Intenté apartarme, pero me tenía bien sujeta. Me apretó más la cara, seguramente para que abriera la boca y metió su lengua. Siguió besándome, profundamente, con deseo. No me esperaba para nada eso. Sentía mi cara ponerse cada vez más roja, estaba empezando a quedarme sin aire.

Se separó de mi repentinamente, haciendo un sonoro "mua". Me quedé paralizada.

Vi como se arrodillo frente a mí. Poniéndose entre mis piernas y por fin tenía su cara alineada con la mía. Espera, ¿He dicho "por fin"?.

—Estas roja, como una fresa— el también estaba ligeramente sonrojado. Volvi en mí para salir de su radar de cercanía.—Quieta, preciosa.

Estaba sorprendida por la intensidad de sus acciones. Lo observé un momento, de arriba a abajo. Cuando mi mirada dio con una enorme erección, enderece mi mirada a sus ojos con vergüenza. Sus ojos brillaban y me miraba con tanta, pero tanta intensidad. Me fijé en sus ojeras, eran algo notorias. Ahora mismo, me molesta más que nunca que me tenga aquí contra mí voluntad.

El idiota este, soltó una breve risa al ver la vergüenza en mi cara.

—¿por que tenías qué secuestrarme?— Reproche derrepente. Esté cambio la expresión embobada por un ceño fruncido.

—¿Por qué tienes que arruinar el momento?—Rebatió, su voz era tan profunda en ese momento.

—no soy yo quien lo arruina—Volví  a cruzarme de brazos, escéptica— ¿por qué no podías conocerme cómo una persona normal?— me queje.

En vez de molestarse más. Vi una enorme sonrisa formarse en su cara y un aumento de su sonrojo. Imbécil. ¿Por qué nunca me contesta a nada? Se comporta como un autista.

—¿Eso significa qué te agradó?—Solto, volviendo a esa actitud de idiota. Fruncí el ceño. De Repente me dio un pico en los labios.

—¡Para!— Volví a intentar empujarlo.Aaaah, que rabia, ¿de qué está hecho? ¿De piedra?
—y no, me gusta Tomás, me gustan los hombres que saben cocinar— Dije solo para molestarle. Y funcionó. Salto del suelo donde estaba arrodillado y se uso encima de mí. Inmovilizandome, que susto.

—¡No tiene gracia!

—No es broma— Intenté hablar lo más serio posible. Se le notaba que estaba conteniendose para no hacer o decir algo.

—¡Tenias que arruinarlo!—Dijo entre dientes, los estaba apretando con mucha rabia. Casi podía oír como chirriaban.

Empezó a tocarme por debajo del top del pijama. Deslizaba sus manos por mi estómago. Sí, podría derretirme si no fuera por las circunstancias. Sí, sus caricias eran placenteras. Pero él no se merecía mi placer.

—¡Suéltame!

—Me gustaría ver si "Tomás"—Dijo su nombre con asco— podría hacerte gemir como yo lo haré— Sentí algo de pánico.

Volvió a besarme, ahora sin parar, una y otra vez. Mientras sus manos, tocaban mis pechos, muslos y abdomen. Mi cuerpo quería corresponde. ¡Pero no! yo soy más que eso. No puede humillarme así y luego esperar que le corresponda.

De la nada sonó una especie de campana por toda la casa.

—ah, venga ya— Se alejo a regañadientes.—No salgas de aquí— me advirtió antes de salir por la puerta y cerrarla.

Me quedé sola, con las hormonas alborotadas. Aún sentía sus manos en mi cuerpo. Esas manos enormes... ¡CONNIE! ya está bien. Suspiré, tengo que calmarme.
















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FRANCIS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora