La familia por delante

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Érase una vez una pareja que no podía engendrar hijos. Tenían su negocio en el pueblo, una panadería, nada muy lujoso. No tenían mucho dinero, lo justo para sobrevivir. Ambos estaban muy muy tristes por no tener un hijo. Hasta que un día alguien escucho las súplicas de la pareja. Estaban cerrando la panadería cuando vieron a una persona con una caperuza negra y cabalgando un caballo del mismo color. Paró enfrente de nuestra panadería y dejó una cuna, ahí, enfrente de la puerta. Ellos se dieron prisa para ver quien era o que era lo que había dejado en la puerta. Pero la persona de la caperuza negra fue más rápida y siguió su camino galopando con el bonito caballo. Se acercaron con calma a la cuna y vieron un precioso bebé. Tenía una nota atada a la muñeca y al cogerla la leyeron.
"Hola, sé que les será difícil de entender, pero nosotros no podemos cuidar de ella. Escuchamos que en este pueblo había una pareja que quería un bebé y decidimos dároslo. Por desgracia nuestra identidad debe permanecer en secreto y por ello os la damos de esta forma. Se llama Zelda, y lo único que pedimos es que no le cambiéis el nombre, para si algún día nuestra identidad puede salir a la luz venir a visitarla y saber como es.
Gracias por todo y espero que cuidéis de ella muy bien.
Besos, los padres de Zelda"
Tras hablarlo con tranquilidad decidieron quedarse con la niña. La criaron como su hija. Y cada día que pasaba la niña era más hermosa. Tenía el pelo marrón y los ojos azules. Zelda creció llena de alegría y felicidad. Desde los 10 años los ayudaba en la panadería por las mañanas y por la tarde la dejaban que fuera al campo a leer debajo del árbol que más le gustaba.
Zelda cada semana iba a la biblioteca del pueblo a pedir un libro, y a la semana siguiente lo devolvía, así pasaron 5 años

El día de su 15 cumpleaños llegó una mujer de unos 30 y pico años en un carruaje con un caballo negro. Ellos se acordaron rápidamente de aquella noche en la que les dieron a su Zelda, un hombre sobre un caballo negro muy parecido a ese. La mujer se bajó del carruaje emocionada y los abrazó. Luego la invitaron a pasar a tomar un café. La mujer les explicó que ella era la princesa de un pueblo lejano y que cuando se quedó embarazada tuvo que esconderse hasta que naciera su bebé. Una vez que lo tuvo fue obligada a deshacerse de él ya que ella no estaba casada cuando engendró al bebé. Les invito, como ahora ella era reina, a qué Zelda se fuese a vivir con ella a palacio. Les aseguró que nunca le faltaría de nada y que no permitiría volver a perderla. Los ahora padres de Zelda no pudieron negarse, y muy apenados dejaron marchar a su querida hija. Zelda tras saber que sus padres la habían engañado para que se fuera con su madre biológica, volvió con la reina y le dijo que ella estaría en palacio de lunes a viernes, siendo la princesa que todos esperaban que fuera, si la dejaba volver los sábados y domingos con la familia que la había criado y querido toda su vida. La reina tras ver el amor que se tenía esa familia la dejó y todos vivieron felices y comieron perdices.

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