Han pasado varios días, demasiados como para llevar la cuenta. Días en los que no te queda otro remedio que deslizar tus dedos por tu cuerpo pretendiendo que eran los de él, tomando su camisa con fuerza y ahogando tus gemidos en ella.
Lo extrañabas, especialmente el sentimiento sus manos agarrando la piel de tus muslos con fuerza mientras enterraba la cara entre tus piernas. Tan hambriento y desesperado. Lo extrañabas pero también estabas enojada. Cada que veías el reloj en tu habitación marcando las cuatro de la mañana te llenaba una gran tristeza, su lado de la cama estaba frío y el sentimiento de su cuerpo sobre el tuyo empezaba a sentirse como un vago recuerdo.
Suspiras y te quejas, das vueltas en la cama tratando de dormir. Entendías que su trabajo era peligroso, que debía mantenerte lejos de este por tu bien pero si tan solo pudiera darte un poco de su tiempo, un poco de su amor que sabias que te tenía. Si tan solo volviera más temprano, si te hablara de lo que lo tiene tan molesto, tan estresado. Pero no, él tiene que protegerte, eso es lo que vive diciendo y tu solo asientes con la cabeza y vuelves a su habitación (la cual se sentía más tuya que otra cosa).
Ves el reloj, las tres de la mañana marcando y la presión en tu pecho aparece de nuevo. Querías golpearlo y gritarle, decirle que te irías de la casa pero el ni siquiera estaba allí. Lo extrañas tanto, y el ruido de la ventana que siempre dejas abierta para él te despierta de aquel sentimiento para volver al resentimiento. Te das la vuelta a penas ves su gran cuerpo moverse hacia la cama, su figura perfecta y tan intimidante que se movía cuidadosamente como si no supiera que estabas despierta. Se saca la máscara y la deja en el piso, un suspiro cansado se escucha antes de que se sentará en la cama.
"Lo siento." Como si no hubieras escuchado esas palabras miles de veces. "Perdóname, ¿si? Se que estas despierta. Dime algo." Su voz sonaba pesada, casi arrastrando sus palabras mientras una mano se posaba con cuidado en tu cintura. Te quieres alejar pero no lo haces. Nunca lo haces, no puedes.
"Lo se, Miguel." No tenias intención de que tus palabras suenen tan duras pero así salen y te mueves un poco de su toque, aquel que podía volverte loca en cuestión de segundos. Dios, si no estuvieras tan enojada no tardarias en poner tus manos sobre él.
"Mi amor, por favor." Ruega, no sabe porqué pero lo hace. Aún con su traje que de repente se sentía como una molestia. "Mírame, mírame. Te extrañe tanto." Oh, su voz sonaba tan dulce, tan desperada. Odiabas cuando hacia eso.
"Miguel." Su nombre sale como una advertencia y él mira tu espalda con ojos tristes, suplicantes aunque no lo veas. Sientes su peso en la cama, su cuerpo cada vez más cerca y contienes tu respiración en tu garganta. Sentías su aliento en tu nuca y su mano en tu cintura que quería atraerte a sí mismo. "Miguel..." Está vez tu voz sale en un jadeo y te reprochas por eso. El sonríe arrogante; te conocía como nadie en este mundo, conocía tu cuerpo mejor que el suyo, sabía que hacer y como hablar para llevarte al borde.
Él deja un beso debajo de tu oreja y te estremeces. Ve tu reacción y suelta una risita entre dientes, burlándose de ti. "¿Si?" Su voz casi retadora, sus garras tan cerca de desgarrar tu remera que era lo único que llevabas puesto. Estabas vulnerable, descubierta justo cómo le gustaba.
Te das la vuelta, mirando su rostro con tu ceño fruncido, él sigue teniendo esa estúpida sonrisa burlona que te hierve la sangre. "Eres un idiota." La luz de la ciudad que se colaba por la ventana marca sus facciones de manera perfecta, el contorno de su figura te hace perder el aliento, y por eso tus palabras no suenan genuinas.
"Te extrañe tanto." Su respiración suena más pesada, su rostro tan cerca del tuyo. Sus ojos rojos brillantes en la noche te miraban con hambre, con deseo. El se acerca más para besarte, tu pecho casi pegado al suyo y sus piernas tocandose. Te alejas poniendo una mano en su cuello, no aprietas, solo la dejas ahí y él jadea suplicante. "Por favor, por favor. Lo siento mucho, de verdad. Solo─ por favor." Su voz sale en un gimoteo. Te aprieta con sus manos, queriendo tocar más, queriendo arrancar tu ropa con sus manos pero se queda allí con sus ojos pegados a ti, no se mueve y te espera.
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