Un día normal

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Me desperté, era un día caluroso de agosto, olía el exquisito desayuno de mi madre, unas tostadas con un poco de aceite sintético y tomates sintéticos también, no sabían mucho a los de verdad pero mi madre los hacía con amor, fui al baño a lavarme la cara, tenía el pelo corto, negro, llevaba una bata blanca fresquita que me había dejado mi madre, tenía rasgos pálidos, la cara la tenía demasiado delgada, ya que la comida sintética no daba las calorías naturales de una comida, pero era lo que había, mis labios siempre me parecía bonitos, no se me gustaban, miré el móvil, eran las 7:30, hora de ir a trabajar, me vestí, me puse el traje del trabajo que era el típico de oficina negro y insípido, por lo menos era fresquito, fui a la cocina.

-Hola mama, buenos días.

-Hola Camelia, buenos días cariño, que tal te has despertado?

Mi madre era una persona atenta, cariñosa y siempre estaba mirando por mi que no me faltará nunca apoyo emocional, después de la perdida de mi madre.

-Bien mamá, y tu?

-Pues Camelia, con el calor y con la humedad me he levantado un poco mal, pero voy tirando.

Normal, hacía una calor que no era normal, además ya se notaba el calentamiento global.

Estuvimos hablando un ratito más de cosas triviales, como que habían bajado el precio de los tomates y que la iglesia Axomia había dado un comunicado sobre algo, pero no le dimos mucha importancia ya que siempre hablaban cosas que eran muy difíciles de creer. No te obligaban a creer en ellos pero casi, era una orden poderosa en el nuevo mundo, y monopolizaban los anillos del cielo, decían que era una obra de dios y cosas así.

-Mama, me voy a trabajar.

-Muy bien Camelia, nos vemos por la tarde. Dijo mi madre con su voz dulce, a pesar de su edad, se mantenía fuerte y joven, tenía el pelo negro, se parecía mucho a mi pero era mayor.

Le di un beso a mi madre y a la foto de mi padre y le pedí como siempre, tener un buen día, o aun que no fuera un buen día por lo menos que no me encontrará con problemas, siempre había creído que me ayudará, ya que por muy retorcido que fuera ahora las cosas, siempre había tirado adelante, con mi madre.

Al salir a la calle, me encontré con un ambiente igual que todos los días de verano, caluroso, húmedo, la calle estaba arrebatada de gente como era usual en un día laboral, la gente se apresuraba a ir a sus puestos de trabajo, yo siempre salía treinta minutos antes, para llegar tranquila, cogía el metro, había como 20 líneas diferentes para que toda la gente pudiera entrar y no estar agarrotada en el mismo tren, iba por fuera para poder respirar mejor, dado el calor que hacia bajando un poco para el metro se había decidido que las líneas iban a ir por fuera, desde mi vagón, se veían los 3 anillos en el cielo, eran enormes y se veían en todo su resplandor, siempre me gustaba quedar mirando y preguntarme por que intención habían aparecido en el cielo.

Me gustaba mirar al cielo para olvidar un poco la vida que me rodeaba, mirando al cielo me sentía libre y sentía que desconectaba un rato de todo lo que se movía a mi alrededor, los ruidos los sonidos, todo se sentía tan lejano y a la vez tan cercano, siempre me sentía así mirando el cielo, como si los problemas ya no existieran.

Después de 45 minutos de aguantar malas caras de la gente en el tren, y gente que te empujaba ya estaba allí en mi trabajo, nadie se saludaba ni nada, era enorme, como una nave llena de oficinas de ordenadores independientes, era muy triste ver como la comunicación con la gente cada día se volvía más escasa, pero ya estaba acostumbrada, mi trabajo era administrar algunos clientes de la empresa, era una empresa destinada a crear productor digitales y yo estaba en las incidencias. He dicho que no me hablaban verdad? era lo normal, pero había un chico que se sentaba 3 meses después de la mía que siempre me decía buenos días, y yo le sonría, me hacía sentir menos sola, a veces íbamos juntos a desayunar y me contaba cosas de su vida, era guapo, tenía el pelo marrón claro, largo, los mechones le caía por la cara, era alto y tenía una voz muy tranquila, tenía rasgos femeninos y eso le hacía verse muy atractivo. Me hacia sentir bien, aunque nunca se lo decía por que era muy tímida. Se llama Jhon.

-Hola Camelia buenos días, como te va el día? -me dijo mientras le daba un mordisco a su bocadillo.

-Hola Jhon, pues voy tirando como siempre, y tu? -parecía que se me aceleraba un poco el corazón cada vez que lo escuchaba.

-Pues aquí, resolviendo quejas como siempre. -Se rio en voz baja. -Odio a los clientes pesados.

Me reí con el, y estuvimos un rato hablando sobre los clientes que nos hacían la vida más difícil y algunas quejas que eran absurdas pero aún así teníamos que atender y sonreírles de vuelta. Hay riéndonos sobre las cosas mientras el aire caliente de agosto nos daba en la cara, la vida no parecía tan mala.

Los anillos en el cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora