En Gra'an Merita las sociedades finalmente han caído. Ciudades enteras son consumidas por maldiciones de origen desconocido.
Cosas como la justicia, leyes, gobierno y economía ya no tienen sentido; son vagos recuerdos que quedan en un continente fra...
Diana se despertó acalorada y con el rastro de sus lágrimas secas. Se incorporó rápidamente en su asiento y miró por la ventana; era de noche y las estrellas se veían claramente. El ambiente afuera estaba tan oscuro que era casi imperceptible el movimiento.
¿Cuánto tiempo había dormido?
Sentía hambre, pero lo ignoró. Era una sensación a la que se había acostumbrado y prefería comer una vez hubiera llegado a su destino.
Se asomó por las puertecillas del tren y vio que habían algunos cubículos con luz, pero no escuchaba ni lograba ver a nadie. Supuso que su cubículo también tendría luz, así que a tientas comenzó a tocar la pared a su lado hasta que encontró un pequeño botón que sin dudar presionó. Rápidamente las luces amarillentas se encendieron y parpadearon sólo dos veces. Diana se acomodó en su asiento y comenzó a ver por la ventana con una melancolía que no entendía. Además, estaba muy nerviosa; nunca había viajado tan lejos y mucho menos sola. ¿De verdad podría deshacerse de su maldición? Tenía que intentarlo.
Se quedó ahí, vagando entre pensamientos difusos por un buen tiempo, imaginando en que estaría haciendo el Hijo de Marta en esos momentos; seguro viviendo aventuras increíbles y viajando por lugares hermosos. Sí, era lo más seguro; así lo creía Diana. Al rato notó que el sol comenzaba a salir. Encantada detalló el cambio del cielo; como de negro pasaba a azul oscuro, luego a lila y en un momento dado, el cielo incluso se veía completamente rosado con algunos tintes de amarillo.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Lamentablemente el espectáculo de colores no duró mucho, o al menos no el tiempo que Diana hubiera querido. Cuando menos se lo esperaba el cielo ya había vuelto al clásico azul con pocas nubes.
Por la ventana que quedaba del otro lado, en el pasillo, logró ver que se acercaban a la civilización, vio casitas con jardines bastante separadas entre sí. Poco a poco la densidad de las viviendas fue aumentando, hasta que un muro enorme se atravesó en su visión. El muro estaba hecho de piedras grandes e irregulares pero encajadas con suma exactitud, había pocas plantas escalándolo y se veía bastante limpio; sin sangre ni cenizas. De pronto su vista se vio interrumpida por una construcción mucho más cercana; era la estación de trenes. Se veía limpia, con piso de cerámica marrón arcilla y pilares lisos de color crema. Eso sí, estaba completamente deshabitada, pero en muy buen estado.
Diana salió de su cubículo y por la ventana del tren leyó que se estaba deteniendo en la estación Torre de Jade. Rápidamente volvió a su puesto y ojeo el mapa; entre Ixotle e Islote había un gran bosque sin nombre. Acercó su cara mucho más al papel y entre los pequeños detalles que tenía el mapa, logró distinguir un rombo verde en la ciudad de Islote. Luego volvió a salir y vio por la ventana, más allá de la estación y por encima del muro, se distinguía una torre lejana con algo verde y brillante en la cima.
El tren se detuvo completamente y sonó el primer silbato.
Desesperada volvió a mirar el mapa, luego la torre, otra vez el mapa, la torre, el mapa, la torre, el mapa, la torre.