El peso del hielo y fuego

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El rey Viserys llamó a su heredera a sus aposentos, la princesa fue escoltada por su protector juramentado. Camino por aquel gran pasillo determinada a aferrarse a sus deseos, por sobre el deber. Defendería a su tío a toda costa; estaba decidida sin embargo sentía miedo, era la primera vez en la que se atrevía a ir e n contra de su padre. Le dolía tener que enfrentarlo, era su única familia pero Daemon también lo era y a diferencia de Viserys este jamás la había traicionado casándose con su mejor amiga, antes de pasado un año de la muerte de su madre durante el alumbramiento de su tan esperado heredero. Ninguno de los dos sobrevivió y ahora estaba en soledad.

Vio la daga que su padre siempre solía llevar consigo, estaba ardiendo sobre las brasas. Al rojo vivo, su color era el más hermoso que podía observarse, recordaba a las llamas de un dragón. Tenía algo que la atraía, que invitaba a tocarla. Lo habría hecho pero fue interrumpida antes de poder sostenerla en sus manos.

-Perteneció a Aegon, el conquistador. Antes de eso le perteneció a Aenar y antes de eso es difícil saberlo.- Explicó el rey Viserys.

Rhaenyra lo miró con atención. Viserys tomó la daga sin mostrar reacción alguna al calor.

-Antes de la muerte del conquistador el último de los piromantes de Valyria escondió su canción en el acero- le entregó la daga ardiente a su hija.

-<<De mí sangre vendrá el príncipe que nos fue prometido y suya es la canción de hielo y fuego>>- Leyó las palabras escritas en la daga que se hicieron visibles gracias al fuego.

-La responsabilidad que te he entregado, el peso de este conocimiento- llevó la mirada a la daga que ya estaba retomando su color natural- es mucho más grande que el trono, que el rey, que tú y tus deseos.

Se alejó unos pasos de su hija para guardar su preciada daga en su funda. Esa daga era más valiosa que cualquier posesión de su dinastía.

-Jaehaerys te habría desheredado.

-¿Por que no solo lo dices? Aun no me has preguntado la verdad- replicó con enojo.

-No importa si es una mentira o una verdad Rhaenyra, lo que importa es la percepción. Tú te has expuesto ahora ambos sufriremos las consecuencias.- tenía furia y preocupación en la voz.

-Si yo fuese un hombre podría engendrar una docena de bastardos y nadie en tu corte diría nada sobre ello.

-Tienes razón.- asintió con la cabeza- ¡Pero naciste una mujer, Rhaenyra!

-Así que me despojaras de mis títulos y se los darás a Aegon.- un nudo de decepción le llenó la garganta.

-¡Lo haría!

-¡Hazlo! dale al fin acceso al propósito por el que fue traído al mundo- la tristeza se filtró en su rostro.

-No lo haré, mi deber es mantener unido al reino. Pero tu cortejo ha llegado a su fin. te casaras con Laenor Velaryon.

-El hijo de la serpiente marina. Me usaras para solucionar el conflicto que causaste al elegir a Alicent Hightower como el reemplazo de mi madre...

-Te equivocas, unificare a nuestra casas con los Velaryon, los dueños de la flota más grande de los siete reinos. Esta unión le dará fuerza a nuestra casa y aseguraremos una generación más.

-No, de ninguna manera. Tú no me usaras para solucionar lo que hiciste...

-Esto se trata de alianzas Rhaenyra.

-Sí te importaran las alianzas nunca te habrías casado con la hija de la mano del rey. Habrías tomado a Lady Laena como esposa y tendrías tu fantástica flota a disposición ¡Pero no lo hiciste, no elegiste a tu casa, la elegiste a ella!

-Rhaenyra Lady Laena podría haber sido mi hija, era solo una niña.

-Alicent también podría haber sido tú hija, era la doncella de tú hija y aun así no te importo, la tomaste y la hiciste tu esposa ¡Tú me la quitaste!- Su voz se oía cada vez más fuerte en la habitación. su corazón se aceleró tanto que creyó que saldría de su pecho y lo supo, su padre no cambiara de opinión y su opinión no era propia- Tú me abandonaste cuando mas te necesitaba y te llevaste a Alicent contigo y ahora me tratas de enviar a Driftmark para también alejarme de Daemon y dejarme sola.

-No permito que traigas esa escoria a esta conversación Rhaenyra.

-¿No es por él en primer lugar que llegamos a ella?

-Daemon no te quiere Rhaenyra- se sentó y pasó su mano por su cara en señal de desagrado.-Solo quiere al trono de hierro, es lo único que siempre ha deseado y tu eres una forma sencilla de llegar a él.

-¿Quién te lo dijo? ¿Otto Hightower? Para hablar de personas que desean tu trono hablemos primero del buitre que se posa sobre él.

-Ser Otto ha servido fielmente a dos reyes. Todos buscan beneficiarse de alguna forma Rhaenyra. Es natural en la corte.

-Ser Otto desea que Aegon sea nombrado heredero, está dispuesto a espiarme para buscar mi ruina si eso coloca a Aegon en mi lugar. Yo podría cumplir mi deber como heredera y casarme con Ser Leanor pero primero tendrías que cumplir tu deber como rey.

-He sacrificado mucho para estar aquí y mantener la paz del reino...Perdí a tu madre.- una lágrima se deslizó por sus mejillas.

-También estás dispuesto a sacrificarme a mí...

-La canción de hielo y fuego es algo más grande que nuestros deseos, somos los encargados de transmitirla.- miro nuevamente la daga de acero valyrio- Cuando esta daga esa fría no se puede ver nada en ella, solo cuando es expuesta al fuego se puede leer su contenido. Los Targaryen somos el fuego necesario para que la canción pueda ser interpretada.

-Ni siquiera me has oído padre...

Salió de los aposentos de su padre con los ojos llenos de lágrimas y el corazón de rabia. Pese a que entendía porqué su padre se aferraba tanto a ese conocimiento no entendía cómo si quiera era capaz de asimilar un poco del dolor de su propia hija. Ella tampoco fue del todo capaz de entender el peso del deber, ni de cómo su padre era afectado por este. Ninguno de los dos dio su brazo a torcer, ninguno se dio la oportunidad de pedir un abrazo, si la reina Aemma hubiera estado ahí seguramente hubiera sido la voz que les faltaba a ambos para entenderse.

La princesa heredera surco los cielos en su dragona Syrax y partió su camino a Dragonstone. Su esperanza de dialogar había fracasado y tendría que conseguir apoyo de Daemon. No podría unirse a él con facilidad. Su única opción era luchar por ello, ir en contra de la palabra del rey, traicionar a su padre ¿Qué pensaría su madre de ello? no tenía forma de saberlo, pero imaginaba que estaría avergonzada de su hija caprichosa, por primera vez se alegró de que ella no estuviera ahí para verle.

Lloró al hacer la comparación de cómo estando en el aire y lejos de la fortaleza roja estaba tan sola como dentro de ella. La única diferencia era que mientras volaba tenía a Syrax, su única compañía y compañera en lo que estaba por venir.

𝕷𝖊𝖆𝖑𝖊𝖘 𝖆𝖑 𝕱𝖚𝖊𝖌𝖔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora