La reunion.

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El estrés y el miedo se apoderaban de mí mientras decidía dirigirme hacia otro pueblo donde estudiaba la secundaria, aproximadamente a unos 7 kilómetros de distancia. No recuerdo exactamente cómo llegué, pero lo que sí recuerdo es estar parado en medio de la calle principal, observando cómo todo a mi alrededor se encontraba vacío y desolado. Sin embargo, la esperanza renació cuando pude ver a una figura conocida acercándose. Era Ulises, uno de mis compañeros de clases, quien me saludó con una gran sonrisa. Mi corazón se calmó al darme cuenta de que no estaba completamente solo, así que me acerqué a él.

-Joel- ¡Ulises! ¿Qué haces aquí?

-Ulises- Más bien, ¿que verga haces tu aqui?

-Joel- No encontré a nadie en mi pueblo, así que vine aquí.

-Ulises- Aquí tampoco hay casi nadie, pero ya junté a algunos. ¡Vengan!

Después de que Ulises gritara eso, vi cómo un grupo de personas se acercaba. Eran mis otros compañeros de clases. Sentí paz y tranquilidad al ver a más personas aparecer, pero también me preocupé, ya que la situación podría salirse de control si no establecíamos un poco de autoridad y orden. Todos comenzaron a hablar sin orden, entre juegos y bromas, era evidente que las cosas podrían descontrolarse.

-Joel- ¡EY!

Interrumpí a todos para intentar organizar mejor el grupo y averiguar por qué todos habían desaparecido.

-Joel- Chicos, tenemos que mantener la calma. Primero que nada, debemos mantener los supermercados y las tiendas en orden, tal y como están. Por favor, evitemos consumir cosas innecesarias por el momento. Esos son los únicos suministros que tenemos aquí, hasta que descubramos qué ha pasado.

Todos se miraron entre sí, intercambiando miradas de incertidumbre. De repente, alguien habló entre el bullicio.

-Bartolomé- Oye, Joel, ¿acaso alguien te nombró líder? La verdad es que caes mal. Aquí nadie te puso en ese lugar para que nos dirijas y guíes.

Permanecí en silencio, ya que su argumento parecía tener cierta validez.

-Bartolomé- De todos modos, cada uno puede hacer lo que quiera. Después de todo, ya no hay nadie que nos detenga.

-Joel- Si hacen eso, morirán. Ya sea de hambre al comerse todo antes de tiempo o por un accidente.

-Bruno- Escucha, compañeros. Desde mi punto de vista, yo pienso que no debemos perder el orden, pero Bartolomé tiene razón. Nadie nombró a Joel como líder.

Supuse que ellos podrían hacerlo mejor que yo, así que me mantuve callado. No podía discutir en ese momento. Fue entonces cuando, mientras Bartolomé y Bruno hablaban con los demás, noté cómo dos serpientes aparentemente venenosas se acercaban lentamente hacia ellos. Permanecí inmóvil hasta que...

-Bartolomé- ¡Vergaa!

Gritó de dolor, y de fondo se escuchó a alguien murmurar "comes".

-Bruno- ¡ALaaa madrss!

Ambos cayeron al suelo casi al instante. Corrí hacia ellos para ayudarlos, pero no sin antes aprovechar la situación.

-Joel- ¡Ven! ¡Es un castigo divino por no hacerme caso!

Todos quedaron en silencio, impactados por la situación. No sé por qué dije eso, incluso después me pareció ridículo, pero ya estaba hecho y parecía que de alguna manera funcionaba.

-Joel- ¡Felipe! Ven por favor.

Felipe era uno de mis amigos en aquel entonces y corrió hacia donde yo estaba.

-Joel- Ve al supermercado y trae vendas y medicamentos. Necesitamos limpiar las heridas y neutralizar el veneno.

Ya no recuerdo exactamente qué medicamentos eran, pero sí recuerdo que Felipe corrió a buscar las cosas mientras los demás ayudaban a cargar a Bartolomé y Bruno en unas improvisadas camillas que encontramos cerca.

Cuando Felipe regresó con los suministros, me apresuré a limpiar las heridas y cuidar de ellos. Bartolomé tenía una fiebre muy alta, pero estaba consciente. Por otro lado, Bruno ya no presentaba síntomas, pero estaba dormido desde la mordedura de la serpiente. Me quedé junto a ellos, cuidándolos durante horas, colocando paños húmedos en la frente de Bartolomé para intentar bajarle la fiebre. Su estado era grave, y recuerdo que sus últimas palabras fueron las siguientes:

-Bartolomé- Joel, discúlpame. Ahora que no puedo continuar, quiero que sepas que confío en ti. Quiero que dirijas al grupo.

Al pronunciar esas palabras, su último aliento abandonó su cuerpo. Nuestro querido compañero Bartolomé había perdido la vida. No entendí por qué me confió la dirección del grupo, ya que él no era quien lideraba, pero supongo que confió en mí. Caminé hacia donde estaban los demás para darles la triste noticia.

-Joel- Chicos, lamentablemente Bartolomé ha fallecido. Hice todo lo posible, pero no resistió.

Al decir eso, nadie mostró verdadera tristeza, solo estaban sorprendidos. Parecía que Bartolomé no era muy apreciado aquí. Mientras aún hablaba con los demás acerca de Bartolomé, Bruno se despertó y se unió a nosotros. Estaba detrás de mí y caminó hacia el grupo.

-Bruno- Gracias, Joel, y perdón por no haber confiado en ti antes. Prometo serte fiel y leal a partir de ahora.

Fue mi segundo momento más egocéntrico de la historia, ya que el primero fue incluso más vergonzoso que este.

-Joel- Está bien, supongo... Pero AHORA tenemos un problema. Si hay serpientes extremadamente venenosas rondando por ahí, debemos pasar la noche juntos en un lugar seguro y bien sellado. ¿Quién tiene la casa más grande y segura?

Nadie respondió a mi pregunta. Nadie quería ofrecer su hogar para pasar la noche.

-Joel- Supongo que nadie. En ese caso, pasaremos la noche en un hotel

que está cerca. Pero antes que todo, quiero que quede claro: no deben tener hijos. Pueden tener relaciones, pero solo entre mujeres y mujeres, o entre hombres y hombres. Los cuerpos de las mujeres no están preparados para un embarazo y no tenemos suficiente conocimiento para traer bebés a este mundo.

Caminamos juntos con precaución hasta llegar al Hotel Aura.

-Joel- Todos dormirán en la recepción. Traigan cosas de las habitaciones para que puedan descansar aquí. No se les permite dormir arriba ni en parejas.

Era una precaución, ya que conocía bien a mis compañeros y sabía que podrían embarazarse si los dejaba solos.

Mientras todos se acostaban y dormían, yo permanecí despierto, sentado en una silla, cuidándolos. No dormí en toda la noche.

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