Encuentro Sobrenatural
La tormenta me despierta por tercera vez en la noche, me cubro la cabeza con la manta, pero es inútil, el lamento del viento impide que vuelva a conciliar el sueño.
Me levanto de la cama, y sin hacer ruido, me acerco a la ventana,... a través de la cortina observo el azote despiadado de la lluvia; el cielo se ilumina y a los pocos segundos, un nuevo relámpago acontece acompañado de un colérico trueno.
Cierro los ojos y mi mente accede a un recuerdo...un recuerdo que no deseo que aflorezca... sobre una noche igual de lluviosa... hace ya una eternidad...
En aquel tiempo vivía en Londres en una magnífica mansión rodeada de criados como única compañía. Padre, solía ausentarse muy a menudo por asuntos de negocios, y yo me quedaba al amparo de la servidumbre.
Me contaron que de bebé todas las criadas de la mansión habían cuidado de mí. Incomprensiblemente, y en contra de las normas establecidas de nuestra buena posición, Padre se negaba a contratar a una niñera.
-¡No es necesario! Tengo suficientes doncellas que pueden atender las necesidades de la pequeña -se justificaba Padre ante sus amistades. Sin embargo, cambió de opinión cuando cumplí los cinco años.
La señorita Hills, se presentó en la mansión, una horrible noche de tormenta para ocupar el puesto de institutriz...
Todavía tengo en la memoria la furia de aquellos truenos, que bramaban en el cielo uno tras otro, sobresaltándome ante su cruel estruendo.
Tan solo era una niña que temblaba bajo las mantas en completa oscuridad; necesitada de la protección de un adulto, abracé a mi muñeca, y fui en busca de alguna criada para que me hiciera compañía.
A medida que descendía por la amplia escalinata, el frío penetraba a través del fino tejido de mi blanco camisón; sin poderlo controlar, un gélido escalofrío recorrió mi frágil cuerpecito justo cuando mis inocentes ojos grises, la contemplaron por primera vez...
Se hallaba en la entrada completamente empapada por la torrencial lluvia; su largo cabello moreno permanecía recogido en un moño excesivamente alto, pues la lluvia no había malogrado su peinado; su boca grande formó una sonrisa enigmática, mientras sus penetrantes ojos negros revelaban sorpresa ante la ostentación que imperaba en la mansión; su huesuda mano portaba una maleta de grandes dimensiones, y Alfred, el lacayo, transportaba con cierta dificultad, un gran baúl.
Parpadeé con perplejidad hasta que su astuta mirada de institutriz, tropezó con mis cándidos ojos. Permanecimos mirándonos sin que ninguna de las dos rompiera el silencio.
Padre apareció con su elegante batín y en sus finos y severos labios, se formó una sonrisa desconocida, al menos para mí, pues la afabilidad además de la cordialidad que manifestaba mi progenitor ante la recién llegada, me desconcertó en un hombre que jamás se dignaba a mostrar algo de empatía hacia su propia hija.
-Señorita Hills... -empezó diciendo, a continuación enmudeció al verme en las escaleras-. ¡Margaret! ¡Vete a la cama!¡Inmediatamente! -me ordenó imperativo.
Salí corriendo tan aprisa como mis pequeñas piernas me permitieron mientras lagrimones incontrolables surgían de mis ojos grises, Lily, mi querida muñeca, se desprendió de mi temblorosa mano, y con todo el dolor de mi corazón, la abandoné a su suerte...
Las lágrimas empaparon mi joven rostro, mi cuerpo temblaba de miedo bajo el amparo de las mantas mientras el cielo continuaba rugiendo como si no hubiera un mañana.
Minutos después, Gladys apareció con Lily ,y con un vaso de leche caliente además de una porción de tarta de manzana.
-¡Lily! Perdóname por abandonarte... -Besé a mi muñeca con desesperación mientras el orondo rostro de Gladys me sonreía con tristeza.
-Pequeña,... Lily lo comprende... -me consolaba Gladys-. Quería venir antes pero tenía que terminar mis quehaceres, ¡había tanto que zurcir! -me confesó abrazándome con afecto.
Sin poder controlarme, rompí a llorar desconsolada, y ya no por la tormenta, sino por el desprecio con que padre se había dirigido a mí, delante de la desconocida mujer de cara severa, llamada señorita Hills. Poca tardaría en darme cuenta de que el día en que ella entró en mi vida, la infelicidad se apoderaría de mí para no abandonarme jamás.
Hasta entonces, mi tierna ingenuidad me impedía valorar en alta estima, la bondad y el afecto con que siempre me habían dispensado los empleados de la mansión.
De la peor manera, descubrí que la señorita Hills, no se parecía en nada al carácter amable y afectuoso de los atentos empleados; con ella había llegado la disciplina acompañada de una crueldad infinita.
Carecía de paciencia y comprensión hacia mí, si no me sabía la lección, me pegaba en las palmas de las manos con una gruesa regla de madera, y además, me tenía prohibido degustar los deliciosos postres de la cocinera durante una semana. Conocía mi debilidad por los dulces y con una sonrisa diabólica me decía:
-Lamentablemente... como no se sabe la lección, me obliga a castigarla... No tomará postre durante una semana. ¡Y ahora extienda las manos con las palmas hacia arriba! -me ordenaba mientras sujetaba con fuerza su horrible regla de madera.
Fin del capítulo 1
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Encuentro Sobrenatural
RandomSiempre he querido escribir una historia dónde la trama se sitúe en la época Victoriana, pero nunca me he atrevido hasta que surgió en mi cabeza Encuentro Sobrenatural... Nuestra protagonista Maggie vive recluida en una gran mansión; su proge...