Capitulo 6

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Encuentro Sobrenatural

                                         
Al pasar junto a la puerta del dormitorio de Padre para dirigirme al mío, escuché unas voces susurrantes. 

Alarmada, me detuve…

—¡Debes hacerlo mañana! 

Mi corazón dejó de latir al reconocer la voz de la señorita Hills, ¡en la alcoba de Padre!

Llevada por la curiosidad pegué la oreja en la puerta.

—¡Sé muy bien lo que debo hacer! —replicaba Padre alterado.

—Lo sé, amor mío, lo único que quiero es que todo salga bien.

—¡Saldrá según lo planeado! —rugió Padre —¡Y ahora quítate el camisón! ¡Y ponte de rodillas!

La señorita Hills soltó una risita juguetona, y yo permanecí en shock mientras asimilaba todo lo que había oído tras la puerta,... me dirigí a mis aposentos intentando hacer el menor ruido posible. 

A la mañana siguiente, casi amaneciendo, Gladys me despertó con la preocupación reflejada en su rostro.

—Señorita, su padre me ha ordenado que debe estar preparada en una hora para partir con él.

—¿Qué? No entiendo… 

—¡Oh! Señorita, me ha mandado que prepare una maleta para varios días. Dice que volverán en una semana…

Aletargada todavía por el sueño, me desperté angustiada al recordar la conversación clandestina entre Padre y la señorita Hills, además de su ilícita relación.

—¡Oh! ¡Gladys! No quiero ir —declaré afligida mientras ella doblaba cuidadosamente algunos vestidos y enseres que necesitaría para el viaje. 

—No se apure, señorita, una semana pasa volando.

Cuando Padre alquiló un carruaje, me pareció extraño, ¿a qué se debía?  Mi instinto me advirtió del peligro, pues ¿por qué no utilizar nuestro propio carruaje? 

Alfred, saludó con familiaridad al cochero mientras me ayudaba a subir.

—Que tengan buen viaje —Nos deseó el bueno de Alfred en cuanto el coche de caballos comenzó a moverse.

Sentada frente a Padre, la sensación de peligro me oprimía el corazón;  intenté retener las lágrimas que pugnaban por salir, pero fue inútil. Padre arrugó el entrecejo.

—Alergia… —le contesté con falsedad. Él, impasible alzó una ceja y ladeó la cabeza hacia la ventanilla contemplando el paisaje.

El trayecto fue agotador, Padre se negó a parar en ninguna fonda para recuperar fuerzas.

Llegamos a nuestro destino casi cayendo la noche. A penas pude contemplar la casita en dónde nos hospedaríamos.

—Estaremos aquí hasta que resolvamos un asunto.

Yo asentí sumisa mientras un hombre tan alto como el mismo carruaje me ayudaba a bajar. Sus pequeños ojillos me miraban con codicia. Padre entró primero, yo le seguí con cierto temor. 

—Ven, vamos a sentarnos.

Fui conducida a una pequeña salita con dos sillones frente a una estufa de leña. Nos sentamos mientras aquel gigante malévolo nos dejaba en una mesa, café recién hecho y unos bocadillos. Me sentía hambrienta, así que me dispuse a servir el café y los bocadillos.

—¡Un momento! —me dijo Padre en tono autoritario—. Primero quiero que firmes esto.  —Abrió su maletín y extrajo unos documentos; los dejó sobre la mesa junto al café y los bocadillos.

—¿Que es, Padre?

—Nada que te interese, lo firmas y punto.

Con manos temblorosas tomé los documentos y nada más empezar a leer, comprendí la trampa en la que Padre y la señorita Hills habían urdido contra mí.

Ignoraba que mi amada madre había dispuesto que en cuanto cumpliera los veintiún años heredaría su inmensa fortuna.  Pero en caso de que contrajera matrimonio antes de esa edad, la herencia se ejecutaría a mi favor inmediatamente.

—¡Pero Padre…no puedo renunciar a mi propia herencia!

—¡Lo harás! Firmarás este documento para que yo, como tu progenitor, tenga el derecho y el deber de administrarlo a mi conveniencia.

Fin del capítulo 6

¿Qué creéis que hará Margaret? ¿Firmará?

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