Las luces del cuarto destellaban el rojo pasional que enciende las ganas hasta de quien no quiere nada. Entra al cuarto una obra de arte. No había forma de poder tocarla sin sentir que estabas dañando un patrimonio, el color negro en su pelo realza sus ojos café. Sus piernas, gruesas y delicadas, perfectamente sensuales, comienzan a hacer que vaciles sobre lo que es real. Y ahí está, parada frente a mí, una diosa griega, temerosa, con los labios más deseosos que puedas imaginar
—Es realmente una pena como vive esta chica— Me dije.
Sin dilación comienza a masturbarme, para ella, es tan natural este servicio que ofrece, que hasta parece hacerlo con gozo. Mientras, yo no logro entender. ¿Cómo puede un ángel tan hermoso vender su cuerpo a hombres grasientos y enfermos del alma?
Es tan perfecta y tan impura - pensé— Comenzó a bailarme, mis hormonas deseaban acompañarla en la danza y de repente, me besa. Sus dedos de algodón bajaban despacio por mi pecho. Me mira con ansias de morder mis labios.
—¿Qué esperas cariño? ¡Cógeme!— murmura en mi oído, arrojando una leve sonrisa.
La tomé por el pelo, doble su cintura suavemente hasta quedar completamente en mi poder. Era mía y quería que así se mantuviera. Hice que pasara su lengua sorpresivamente por mi cuchillo. Está temblando.¡Oh Dios! Se tornó tan placentero cuando me pedía a gritos que me detuviera. Lentamente, mi cuchillo comenzó a penetrar en su vulva, desde la entrepierna brotaba una sangre tan roja como la minifalda que vestía. Intentaba ir despacio, quería que ella sintiera exactamente el placer que experimenté y aunque parecía no disfrutarlo, creía ver en su rostro la satisfacción.
Arranqué su sujetador, sus senos perfectamente esculpidos por algún doctor captaron toda mi atención.
— ¿Y si te tocas para mí?-le pedí, pero ella solo lloraba, entonces preferí tocarla yo. Una vez más, adulaba su hermoso rostro, miré a sus ojos hasta el último instante, tomé unos tragos junto a ella, mientras, admiraba como el corte perfecto en su cuello pasaba por su yugular cubriendo sus pechos de un rojo carmesí. Su belleza me mantenía bastante excitado. Dormimos juntos y al despertar me salí a la francesa de aquella habitación, como caballero de la clase alta y descortés que pasa la noche junto a una joven cortesana.
—Esos periodistas mienten, yo no maté a esa chica, la llevé al punto máximo de su éxtasis, fue placentero y recíproco. Pasamos una noche increíble. Es una ingrata, todos lo son, no soy un asesino—
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Crónicas de un Asesino
HorrorEl cerebro humano es un órgano muy complejo, tanto que en ocasiones puede llegar a ser el peor enemigo del mismo hombre. Somos capaces de crear aproximadamente 60.000 pensamientos, de ellos el mayor porcentaje son negativos. Ahora que ya conoces cu...