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Dentro de la casa de Taehyung, las paredes parecían mucho más cerca de lo que eran en realidad, como si él tomara el doble de la cantidad de espacio que una persona normal lo hacía. Sentía su presencia allí, el cambio de aire, cargando en él una corriente de electricidad que no había existido antes.
—¿Puedo conseguirte algo de beber? —preguntó, y de pronto estuve increíblemente nervioso. Pero eso era lo que la gente hacía, ¿verdad? Tomar una bebida antes de llegar a... ¿a lo que sea a lo que íbamos? Tragué saliva. Sabía lo que venía a continuación. Me había preparado mentalmente toda la semana. Había buscado en Google y había investigado y leído todo en lo que podía poner mis manos.
Venir aquí había sido mi sugerencia, después de todo, pero con la realidad de ello cerniéndose sobre mí, estaba nervioso.
Después de horas en la computadora, creí que comprendía casi todo lo que había que saber acerca de la mecánica del sexo con un hombre, pero como con todo lo demás en mi vida, la comprensión académica de un concepto no es lo mismo que la aplicación en el mundo real.
—¿Jimin?
Miré a Taehyung, dándome cuenta de que había olvidado responder la pregunta.
—¿Eh?
—¿Bebida?
—Oh. No, gracias —había decidido que más allá de la Guinness que había tenido en el pub, no quería que al alcohol nublando mi cerebro. No que pensara me pondría borracho y tomaría malas decisiones, sino porque quería estar completamente presente para lo que iba a suceder.
Aunque, una vez que había rechazado la oferta de Taehyung, lamenté la decisión casi de inmediato. De repente estaba perdido en qué hacer con mis manos. Este era un nivel de incomodidad normalmente reservado para fiestas con docenas de extraños en lugar de una sola persona en una habitación tranquila. No había ninguna razón por la que debería estar tan aterrado, pero mi cuerpo vibraba de nervios. Metí las manos en mis bolsillos traseros para evitar que temblaran.
Taehyung estaba observándome, sus brillantes ojos agudos y observantes.
—¿Todo bien? Estás un poco pálido.
Intenté una sonrisa casual, que, a juzgar por su intento de contener la risa, no funcionó bien.
Dio un paso hacia adelante y se estiró por mí, deslizando sus palmas a lo largo de mis brazos y atrayéndome contra su cuerpo. Su olor me rodeó, y en ese momento supe qué hacer con mis manos. Las deslicé alrededor de su espalda, sintiendo la solidez de sus músculos y la forma en que se tensaban y relajaban bajo mi tacto.
—Estoy bien. Sólo fuera de mi zona, pero eso no es nada nuevo cuando se trata de esto, ¿verdad?