Asher

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Mi lado irremediablemente negativo me decía que todo lo bueno terminaba un día y ese cartel que señalaba Estación de autobús con letras blancas y cursivas funcionó como un perfecto recordatorio.

El cielo retumbó en un sonido familiar que cuando era niño detestaba. Las tormentas me asustaban lo suficiente como para esconderme debajo de mi sábana y taparme los oídos tan fuerte como podía. Solía susurrar canciones al azar, la primera que se me viniera a la cabeza para intentar no prestar atención a los truenos. Temblando, arrinconado en una habitación que siempre fue demasiado grande y fría, encogido y aterrado. Me esforzaba demasiado por mantener la compostura y no salir corriendo en busca de refugio como cualquier otro niño de siete años probablemente habría hecho.

No. Desde esa corta edad yo ya sabía que no tenía algo como eso.

Estacioné el auto justo enfrente y observé que dos personas más esperaban en la estación, una mujer y un hombre mayor. Luego llevé mis ojos a Kaia, sin atreverme a decir algo primero. Ella también miraba la estación casi vacía y luego soltó un suspiro profundo, como si estuviera despertando de un bonito sueño. Dirigió sus ojos hacia los míos primero y una pequeña sonrisa surcó sus labios con una mezcla de agradecimiento y de... decepción.

-Supongo que hasta aquí llegamos. - me dijo y su tono salió casi apagado.

-Fue grandioso. - decidí decirle algo de todo lo que pensaba. Ella me miró con sorpresa. - Bueno... realmente me divertí y estoy seguro de que no habría disfrutado tanto del trayecto si no hubieras estado aquí. Gracias, Kaia.

Sus ojos me recorrieron como si estuviera viéndome por primera vez y luego río por lo bajo. La miré curioso.

-¿Qué es tan gracioso?

-Que la que debería estar dando las gracias soy yo. - y cuando me miró, lo hizo con una sonrisa más grande, más dulce. - Eres una buena persona, Asher.

-No lo soy.

-Lo eres. - me corrigió. - Gracias por... por todo. Espero que puedas disfrutar de todo lo que te queda del viaje y que... experimentes la vida como debe ser. También gracias por no ser un secuestrador o algo raro.

Me reí. - Supongo que lo mismo digo.

Quería responderle adecuadamente, decirle todos los buenos deseos que anhelaba para ella pero no lo hice y se bajó del auto. Le abrí la puerta trasera para que pudiera sacar sus mochilas y una vez tuvo todo en sus manos, volvió a darme una sonrisa a través de las ventanas.

-Adiós, Asher.

Y entonces me sorprendí al descubrir que no quería decir aquello.

-Adiós, Kaia.

Luego la vi caminar hacia la estación, donde tomó asiento en la banca junto al anciano y la mujer que también esperaban. Miré la carretera y aguantando un suspiro, arranqué. Otro trueno resonó en el cielo. ¿Le pregunté a Kaia si tenía paraguas? Podría resultarle útil el mío de no ser el caso.

Vino otro trueno y entonces, a la lejanía sin hacer ruido alguno, vi una luz centellante e increíblemente rápida, cruzar el cielo, dando la ilusión de estar rompiéndose. Segundos después, escuché el rugido de un rayo retumbar en la tierra.

Una sensación familiar me recorrió el cuerpo.

-Sssh - siseó una voz. Con cuidado, destapé uno de mis oídos y presté atención cuando vi un rayito de luz cruzar mi cuarto desde la puerta. - No hagas tanto ruido, Brahim. Mamá no debe saber que no estamos dormidos.

-Lo siento. - dijo una segunda voz, su timbre adormilado fue fácil de reconocer. - Pero Fred, ¿Por qué trajimos una linterna? Podemos encender la luz y ya.

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