Capítulo 2: El chico que (no) oculta lo que siente

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La mañana siguiente fui despertado por mi abuela para que la acompañara a la feria a comprar víveres. Comimos un desayuno rápido que consistía de unos tés de manzanillas -favorito de mi abuela- y bollitos caseros, para dirigirnos a la avenida de la estación donde se ubicaba nuestro destino. Durante el camino me comentó que mi hermano, Lauti, estaba haciendo trabajo pesado con mi abuelo reparando algunos muebles de la casa. Yo me reí al imaginarme la suerte que tuve de estar encargado de las compras.

Durante las siguientes cuatro horas estuvimos yendo de puesto en puesto buscando precios y comprando frutas, verduras, algunos pescados.Además, mi querida abuela me enseñó a regatear con los vendedores y conseguir descuentos. Cuando finalmente nos detuvimos a un descanso, principalmente para mí que estaba cargando todas las bolsas, mi anciana favorita se vio cautivada por unas tazas de porcelana en un puesto de una señora de mediana edad y con una permanente bastante extravagante.

Caminé con las pocas fuerzas que aún seguía teniendo y nos acercamos a la comerciante. El puesto en donde vendían estas tazas no quedaba atrás de la apariencia de su dueña, con colores chillones y decorados en cada uno de los estantes que parecían ser surrealistas. No me sorprendía que a mi abuela le haya llamado la atención las únicas tazas con un diseño convencional en todo el negocio.

-¿Ese es tu nieto? Esta re grande- Exclamó la mujer al verme.

-Sí, ya está por terminar el secundario imagínate.

-Está igual al padre cuando era chico.

Estaba ensimismado en la vajilla en exhibición como a los halagos de las señoras que no me di cuenta cuando tuve a Alejo a mi lado, así que me asusté cuando oí su voz en mi oído saludándome. Él se rió ante mi reacción y me abrazo por los hombros juguetonamente. Luego me comentó que también estaba de compras con Matías para preparar algo y que le alegró verme por la feria.

- ¿Vas a ir a la laguna? - Le pregunté al moreno para crear una conversación sabiendo que seguramente él sería la primera persona en estar para hacer ese viajecito a la zona de caminos bordeando Laguna Coronda.

- Más vale que voy a ir, o ¿acaso no queres que vaya?

Frente a su inesperada y osada respuesta me ahogué con mi propia saliva y comencé a toser. Por vergüenza, mis mejillas se tiñeron de un tono carmesí, y él comenzó a reírse con ganas.

- Por supuesto quiero que vayas, eh, sí - tartamudee nervioso. - ¿Qué estabas comprando?

- Algunas frutas, con los tíos de Mati vamos a hacer unas tartaletas para vender - Me mostró una de las bolsas en sus manos. - Si querés podes pasar por su casa para probar la receta, es de mis abuelos, sabe mucho mejor de lo que podrás llegar a probar.

Tengo que admitir que a este punto todo lo que me estaba diciendo el chico de ojos color sol me creaba un gran nerviosismo a pesar de que sus palabras no eran nada fuera de lo normal. Probablemente fue la forma en que él se acercó a mi o como la picardía se escapaba por la punta de su lengua que causó en mí una falla del sistema.

- ¿En serio? ¿No voy a molestar?- Volví a preguntar con más ánimo en mi voz. - Aunque es una lástima, mi abuela está planeando unos manjares para el almuerzo.

-Oh - Ale asintió con una leve sonrisa. - Bueno, entonces sólo seremos Mati y yo, porque Juan también nos canceló y las chicas no me confirmaron nada.

Iba a decir algo, pero me lo guardé porque apareció mi abuela que al ver al muchachito piel caramelo lo abrazó porque no había tenido la oportunidad la noche anterior de saludarle. Las tazas de porcelana quedaron en un segundo plano y la señora empezó a preguntarle cómo estuvo y a halagarle lo mucho que había crecido, a pesar de verlo seguido.

summer boy [buonasouliz]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora