Capítulo 9. El chico que sabe de más

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—Vos escuchaste todo, ¿no? — La pregunta me dejó tieso en mi posición, dejando que el agua fluya sobre la tela, me giró a verlo y su rostro es serio. —Sabés que hablaba de vos.

Mis ojos se abren de par en par sin creer lo que acabo de escuchar, Ale sigue observándome desde donde está. No logro descifrar cuáles son sus intenciones al decirme esto. El agua sigue cayendo, así que vuelvo a mirar la toalla toda mojada.

—Nada que ver —Niego continuamente con la cabeza y cierro la canilla. Se pueden escuchar las voces y la música de la sala, seguramente no se han dado cuenta de nuestra desaparecida aún.

Escurrí la toalla por la pileta y me arrodille de nuevo frente a él, para pasarle la toalla por última vez a Alejo, para sacarle lo último que le queda de lágrimas en su rostro, aunque esté prácticamente limpio. Sus ojos se conectan con los míos y siento que mi respiración se detiene, está tan cerca mío. ¿Cómo es que me habré acercado tanto? ¿O él lo habrá hecho?

Sentí una gran tentación en cerrar mis ojos, como única respuesta al acortamiento de distancias, pero los mantuve abiertos -o entreabiertos, nunca estaré seguro- haciendo un esfuerzo inhumano para no mirarle los labios a Alejo a tan corta distancia de los míos que podía sentir su respiración mezclarse con la mía. —Creo que ya está.

Muevo la toalla lejos de su rostro, él continúa observándome sin emitir palabra, sus ojos por un momento se tiñen de un color dorado que no sé bien si es de verdad o mi imaginación. Él ladea su cabeza ligeramente, como si quisiera...

Nuestros labios se unen en un suave choque, como un roce que me deja absorto, no puedo moverme, pero la sensación de calidez como de un choque eléctrico me invadió cuando siguió moviéndolos y a partir de esto, con titubeos, le correspondo. El momento parece fugaz, demasiado efímero, siento que no puedo disfrutar por completo el festín de mis emociones hasta que las voces allá afuera me traen devuelta a la realidad. Mis ojos se abren de repente, lo aparto y puedo ver como los suyos también, el dorado brilla hasta debilitarse y volver al marrón natural suyo.

—Tenemos que ir con los demás. —Digo alejándome, yendo hasta la puerta y expulsando todo el aire retenido. —Es el cumple de Agus, no podemos dejarlo así nomás.

Abro la puerta del baño y salgo yo primero, los chicos estaban repartiendo las porciones de la torta, así que me colé a la fila y recibí en una servilleta el postre de parte del cumpleañero que estaba contento con su sorpresa, demasiado eufórico con la celebración que apenas se fijó en mi ausencia, seguramente tomándola como una visita al baño. No mucho tiempo después Alejo se unió a nosotros, sin esforzarse mucho en disfrazar su humor decaído, aunque una que otra sonrisita pegaba cuando Agustín se le acercaba.

La fiestita duró un rato más hasta que mi abuela apareció diciendo que ya era demasiado tarde para que hagamos tanto escándalo. Así que de ahí los chicos se fueron despidiendo uno a uno; Agustín yéndose con la torta en mano, Valentín detrás de él diciéndole que se apure que tenía sueño, luego Juan y Gino con algunas guirnaldas puestas como bufandas, le siguieron las chicas con Pilar diciendo que debíamos hablar mientras que Mai avanzó prestando más atención al colorado y al cumpleañero que ya estaban por la esquina; por último, fue Alejo que se despidió simple, sin muchos rodeos, pero que antes de cruzar la puerta me pareció que me quiso decir algo que después se lo guardó,

Cerré la puerta tras de mí y una inquietud me invadió, no podía quedarme tranquilo con lo acababa de ocurrir hace rato. Miré el reloj colgado en la pared, por encima del televisor, daban las doce y media pasada; no era tan tarde, ¿no?

Entonces, así sin más, guiado por una sensación en mi pecho que me pedía que me moviera, salí de la casa de mis abuelos y caminé hasta la casa de los tíos de Mati, una construcción de una planta, un jardín de rosas y un gran árbol en el patio trasero que se podía ver fácilmente desde la vereda.

summer boy [buonasouliz]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora