𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 4

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Como los peces en la corriente de un río; me deje llevar.

No es como si pudiera detener en realidad algo, no es como si pudiese hacer cosas significativas. Era una niña pequeña, una bebé, que apenas empezaba a caminar, que con esfuerzo balbuceaba. Mis verdaderas acciones, era observar solamente.

No pasaba nada más interesante que jugar con Hades, incluso eso solo era cuestión de compartir juguetes o pasar juntos lado al lado y disfrutar de nuestra compañía. La hora de la siesta era una forma de sentir que el tiempo pasaba muy rápido.

Algo que me pasaba más seguido a comparación con Hades; solía dormir más de lo que él no. Cuando jugábamos me empezaba a dar tanto sueño que solo buscaba una posición cómoda entre tantos juguetes y me ponía a dormir, no importaba el ruido o la luz brillante de la habitación, o incluso el tapete no apto para tomar una siesta, siempre lograba dormir si encontraba una posición cómoda.

No podía evitarlo, era como si de repente un gran cansancio me invadiera y la única forma de recuperarme era dormir.

Al principio era una forma de pasar el rato, pero mientras se hacía seguido se volvía cada vez más aburrido y repetitivo; así que dejó de ser algo que me gustara del día. Aunque lo bueno de todo eso, es que algunas veces que despertaba, veía Hades dormir igualmente a mi lado, abrazándome.

Solíamos reír sin razón cuando le atrapaba fingiendo dormir. No necesitábamos hablar, de alguna forma los dos sabíamos porque estábamos haciendo eso el uno por el otro.

Ambos sabíamos que me dí cuenta que fingía tener sueño con tal de que lo pusieran en la cuna conmigo, o que cuando me dormía mientras jugábamos, se ponía a mi lado para vigilar mi sueño sin que me pasará nada.

De esa manera nosotros pasamos nuestro tiempo. Siempre juntos, casi siempre solos. Rhea había dejado de venir seguido, solo lo hacía en las horas de comer, nuestras horas de dormir hasta un nuevo día y algunas veces pasaba a vernos mientras jugábamos en nuestra habitación.

A veces internamente deseaba que estuviera equivocada con respecto a que se rendiría; solía ver la puerta donde ella se retiraba después de ver qué todo estaba en orden, entonces mi mirada se dirigiría a aquella silla donde se sentaba a pasar el rato con nosotros. Mi pecho se encogía o incluso se sentía vacío cuando llegaba a pensar que ya no lo iba a intentar.

¿Por qué no se pudo lograr?

Un trato frío. Aunque intentaba ser cálida al momento de acostarnos en nuestra cuna, al darnos de comer, o al dejarnos en nuestro tiempo de juegos en aquel corral y tapete, se sentía que lo forzaba, esa sonrisa delicada, no sentía nada al momento de hacer...

Sus responsabilidades.

Se rindió. Ya no nos mecía o cantaba, ya no nos contaba de su día, momentos de su vida antes de nosotros; los tiempos en sus brazos mientras manejaba hábilmente un libro lleno de dibujos para leernos, como solía hacerlo en los tiempos de juegos de Hades y yo.

¿Por qué el pecho se me estruja?

Ahora se iba de la habitación, con la precaución de unos, ¿Sirvientes?, A nuestra vigilancia. Aunque todo el tiempo parecían estatuas, paradas en los dos extremos de las dos puertas de nuestra habitación. No ayudaba tampoco que estuvieran con una venda negra en los ojos. Tan quietas e inamovibles hasta que volvía Rhea con las siguientes actividades por hacer.

Sabía que esto pasaría, se bien que tampoco es una gran conexión la que tenemos, me incomodaba, dije que me incomodaba.

¿Entonces porque quiero que lo vuelva a hacer?

❝𝐋𝐀 𝐕𝐄𝐑𝐃𝐀𝐃𝐄𝐑𝐀 𝐃𝐈𝐎𝐒𝐀 𝐃𝐄𝐋 𝐇𝐎𝐆𝐀𝐑, 𝐒𝐎𝐘 𝐘𝐎❞ ⸻ SNVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora