Parte uno

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Domingo por la mañana, la luz entraba con facilidad atravesando la tela liviana de la cortina.

Los rayos del sol pegaron en el rostro de una señora, ya bastante mayor, quien tenía la intención de continuar durmiendo al menos una hora más.

Sin embargo, ni aquella luz mañanera, ni el señor a su lado, se lo permitieron.

Khet, un hombre de avanzada edad, cabellos castaños con pronunciadas canas entre cada mechón, mirada siempre seria y carácter fuerte. Él llevaba casi seis décadas casado con aquella mujer dormida, Milk.

Milk, después de haber sido una joven atractiva de cabellos negros en su totalidad, ahora lucía un semblante cansado, con ojeras marcadas, algunos problemas de memoria, y su cabeza se llenaba de hebras blancas cada vez más rápido.

Cualquiera que escuchara la cifra de años que llevaban juntos, juraría que se aman inmensamente, que son la pareja perfecta, como para permanecer cincuenta y cinco años casados.

Pero no, su situación no era ni cercana a eso.

— Ya levántate, hay cosas que hacer — bufó Khet, con un tono de voz harto por ser la cuarta vez en que le hablaba a su esposa.

— Nadie llegará hasta después de las doce, y son las ocho — respondió abriendo los ojos lentamente — Bien puedes dejarme en paz una hora.

— ¿Sabes?, has lo que quieras, pero si necesitas ayuda, no te la daré yo — salió de la habitación, dando un azote a la puerta con clara molestia.

Aunque claro que a Milk no le importó esa acción.

¿Ayuda?, como si él la ayudara en primer lugar, podría estarse ahogando y su esposo no haría nada.

¿Cosas que hacer?, literalmente había una máquina independiente para cada tarea del hogar, así que no tenía que existir tal apuro.

Y con esas dos sencillas respuestas, Milk volvió a cerrar los ojos, y pronto cayó nuevamente dormida por algún tiempo más.

Porque tal como ella había dicho, sus visitas comenzarían a llegar hasta medio día, por lo que deseaba aprovechar ese lapso de tiempo para descansar.

Definitivamente, estar casi rozando los ochenta años no era agradable.



•                   •                 •



Ésta extraña pareja de ancianos tiene una larga, y dolorosa, historia detrás.

No se trata de maltratos entre ellos, ni tampoco de que el amor se acabó hace años. Si no que, todo comenzó cuando Khet y Milk eran apenas un par de adolescentes.

Cuando la chica tenía tan sólo diecisiete años, lo conoció, gracias a su familia.

Los Sukkasem eran personas de mucho dinero, con inversiones en decenas de empresas e innumerables ganancias cada año.

Ellos buscaban a la pareja perfecta para su hijo único, Khet, con el afán de tener asegurado su futuro hereditario, y que su riqueza no cayera en manos equivocadas. Cosas de gente millonaria, cuya única prioridad, es cuidar su dinero.

Aquí es donde entraron los Vosbein, reconocidos en el mundo de empresas financieras de mediano nivel.

Sin preguntar ni avisar, postularon a su hija mayor para aquella vacante millonaria, por el simple hecho de ser avariciosos.

Hearts Break || MilkLoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora