Parte dos

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Al final, aquella historia de amor juvenil no logró prosperar, pues la tragedia llegó a sus cortas vidas, dándoles un giro sin retorno.

Milk perdió a Love, y a su familia no le importó en lo más mínimo. ¿Lo que pasó?, los Vosbein volvieron a reunirse con los Sukkasem, acordando un nuevo noviazgo con su hijo, esta vez, sin cambios ni contratiempos.

Khet regresó con la pelinegra, no por ganas, sino por la misma conveniencia de siempre.

Y tan sólo un año después de lo ocurrido, Milk fue obligada a contraer matrimonio con Khet, debido a su temor de que la chica nuevamente se descarrilara.

Pero, ella ya no quería saber nada de nadie, no volvió a reclamar ni a fijarse en otra persona. Aceptó todo sin revelarse otra vez, y siguió al pie de la letra cada instrucción de sus padres, aunque no le gustara en lo más mínimo aquel chico.

Pues sin Love, ya no existían motivos para vivir realmente, y Milk se quedó sólo respirando, teniendo que seguir una vida que nunca deseó.



•                  •                



Casi daban las doce del día, Milk se encontraba en su habitación dando los últimos arreglos a su apariencia; le gustaba verse bien frente a sus hijos y nietos, ya que no podían reunirse tan a menudo como quisiera, y prefería aprovechar de la mejor forma su tiempo juntos.

Llevaba uno de sus ya clásicos vestidos lisos y un suéter tejido por encima -esta vez de color café-, junto a sus zapatos de vestir más cómodos.

Ya se había puesto perfume, arreglado su cabello y colocado sus lentes colgando del cuello de su ropa, solamente creyó que le faltaba un detalle más: quería verse formal, por lo que un collar iría bien, pensó.

— ¡Khet, ¿Dónde están mis collares?! — gritó Milk desde la puerta.

— ¡Por enésima vez, los guardé en una caja en el armario! — contestó el hombre a lo lejos.

— ¡Con ese genio mejor no me ayudes! — bufó la mujer, girando sus pasos a dicho mueble.

Sabía que aquel último grito que dio no tenía sentido de ser, pues su esposo poseía una razón para haberle respondido de ese modo; Milk cada vez olvidaba más las cosas, y Khet no mentía cuando decía "enésima vez", en verdad, le había dicho un sin fin de ocasiones donde se encontraban sus collares. Milk, aunque quisiera hacerlo, no lograba recordarlo la mayoría del tiempo.

Aun así, no dijo nada más, y caminó al clóset que compartía con su pareja.

Éste tenía una repisa por dentro, justo arriba del tubo para colgar la ropa; allí estaban varias cajas, entre ellas, una marrón y una blanca.

Se preguntó mentalmente en cual de ambas estaría lo que buscaba, pues se rehusaba a llamarle nuevamente a Khet y recibir un regaño más. Ya estaba muy grande como para seguir soportando gritos por hacer preguntas tontas.

Bajó ambas cajas con cuidado de no tirar su contenido, y las colocó en su cama; antes de abrirlas, se puso sus lentes para evitar que su vista se cansara, ya que después de un rato despierto, los ojos comenzaban a pesarle y requería de sus anteojos.

— ¡Milk, deprisa, Hoon llamó y dijo que vienen en camino! — gritó su esposo desde las escaleras, sin tomarse la molestia de subir hasta la habitación.

Hearts Break || MilkLoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora